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Dahyun no pudo evitarlo; el agotamiento la venció, y finalmente se quedó dormida. Fue un sueño inquieto, lleno de imágenes difusas y susurros de miedo, pero en medio de la penumbra, su mente encontró un breve respiro. Sin embargo, al despertar, se dio cuenta de que Momo no había vuelto a atormentarla. Esa ausencia se sentía como un alivio, y poco a poco, la ansiedad que había estado anidada en su pecho comenzó a disiparse. Comenzó a dormir más tranquilamente por las noches, una sensación de normalidad la envolvía, aunque aún quedaba un rastro de inquietud en su interior.

Mientras tanto, Momo la observaba desde las sombras. Su corazón latía con fuerza al ver a Dahyun dormir, completamente ajena a su presencia. Cada pequeño gemido de dolor que escapaba de los labios de Dahyun le desgarraba el alma. Aunque su cuerpo permanecía inmóvil, los recuerdos de la noche en que habían estado juntas seguían atormentándola. Se sentía horrenda al saber que había causado ese sufrimiento, y la culpa la envolvía como una nube oscura.

Momo sabía que estaba mal interferir, que no debería acercarse a Dahyun de nuevo. Sin embargo, la compasión que sentía por ella era abrumadora, una fuerza que la impulsaba a hacer algo, cualquier cosa, para aliviar su dolor. La angustia en el pecho de Dahyun la llamaba, y Momo no pudo resistirse.

Decidió usar su magia, un poder que había aprendido a controlar en el inframundo. Se concentró en las heridas visibles y las marcas de dolor que todavía surcaban la piel de Dahyun, visualizando cómo cada una de ellas podía desvanecerse. Con un susurro suave, canalizó su energía, dejando que su magia fluyera hacia la chica dormida. Un resplandor tenue emergió de sus dedos, y Momo sintió un calor recorrer su cuerpo. A medida que la magia se manifestaba, las heridas de Dahyun comenzaron a cerrarse, desvaneciéndose como si nunca hubieran existido.

Con cada susurro de su poder, la angustia que había atormentado a Dahyun se disipaba, y Momo observó cómo la expresión en el rostro de Dahyun cambiaba, pasando de una mueca de dolor a una calma serena. Era como si toda la tristeza y el sufrimiento que había acumulado se desvanecieran, dejándola en un estado de paz que Momo anhelaba ver.

Finalmente, cuando la magia terminó de envolver a Dahyun, Momo retrocedió, sintiéndose extrañamente aliviada. Al ver que Dahyun seguía dormida, sin ningún rastro de las heridas que una vez la habían marcado, un rayo de esperanza iluminó su corazón. Tal vez, solo tal vez, había hecho algo bueno esta vez. Momo sabía que su acción podría considerarse un acto de traición en el inframundo, pero en ese momento, lo único que le importaba era que Dahyun estuviera a salvo.

Cuando Dahyun despertó, se sintió diferente. Se levantó, sintiendo que su cuerpo estaba libre de dolor, como si una sombra se hubiera levantado de encima de ella. Al mirar su piel, no encontró rastro de las heridas que antes la atormentaban. La confusión la invadió; no entendía cómo había pasado. Con el corazón latiendo en su pecho, Dahyun se miró en el espejo y sonrió por primera vez en días. No sabía qué había sucedido, pero la sensación de ligereza la envolvía.

Sin embargo, había algo en el aire que le decía que no podía ignorar el vínculo que compartía con Momo. A pesar de lo que había pasado, una parte de ella anhelaba volver a sentir la presencia de su extraña amiga. Se preguntó si Momo la había estado observando, y si, de alguna manera, había tenido algo que ver con la desaparición de sus heridas. La conexión que habían compartido aún permanecía en su mente, y aunque el miedo seguía acechando en su interior, Dahyun no podía evitar pensar que tal vez había algo más que la unía a Momo, algo que iba más allá de la oscuridad.

A medida que los días pasaban, Dahyun comenzó a experimentar sueños borrosos, fragmentos etéreos que se deslizaban a través de su mente mientras dormía. En estos sueños, Momo se transformaba en una figura más humana, alejada de la oscuridad que la había rodeado la última vez. Sus ojos, que antes reflejaban una palidez inquietante, ahora brillaban con una luz cálida, llenos de vida y cariño.

Dahyun la veía sonreír, una sonrisa que iluminaba su rostro y disipaba las sombras que la seguían. En estos breves momentos, Momo no tenía las garras aterradoras que la habían lastimado; en su lugar, su piel era suave y cálida, y sus manos se sentían reconfortantes al tocarla. Momo la miraba con ternura, y Dahyun podía sentir cómo su corazón latía con fuerza ante la calidez de su presencia.

En un sueño, Dahyun se encontraba en un hermoso campo, con flores que se mecían suavemente con el viento. Allí, Momo la tomaba de la mano, llevándola a caminar juntas, riendo y compartiendo susurros. Cada paso que daban era ligero, como si flotaran sobre el suelo. Momo se inclinaba hacia ella, dejando besos suaves en su piel, cada uno como un susurro de tranquilidad que desvanecía el miedo que había estado presente en su vida diaria.

Otro fragmento del sueño mostraba a Momo acurrucándose junto a Dahyun en un rincón acogedor, rodeadas de luces suaves que danzaban a su alrededor. Momo le hablaba en voz baja, sus palabras eran dulces y llenas de promesas, como si cada frase fuera un hechizo que las uniera aún más. Dahyun sentía que su corazón se llenaba de calidez y aceptación, una sensación que había anhelado desde que se sintió perdida y asustada.

En esos momentos, Dahyun podía olvidar el dolor que había sufrido, dejando atrás las cicatrices físicas y emocionales. Era un escape perfecto, un refugio donde podía permitirse sentir amor y cuidado, algo que había estado ausente en su vida. A través de cada sueño, Dahyun se encontraba cada vez más atrapada en la dulzura de esos momentos, deseando que nunca se desvanecieran.

Sin embargo, cuando despertaba, la realidad la golpeaba con fuerza. La calidez de esos sueños se desvanecía, dejándola con un eco de anhelo en su corazón. Aunque las heridas en su piel ya no estaban, el vacío emocional permanecía, y las dudas sobre Momo y su relación con ella la atormentaban. Pero en esos breves instantes de sueño, Dahyun había encontrado una conexión que no podía ignorar, un vínculo que la llenaba de esperanza.

Esos sueños no se sentían iguales a los que por tanto tiempo atormentaron a Dahyun, eran como simplemente sueños, pero lo que Dahyun no sabía era que Momo seguía siendo la causante, intentando que al menos de esa manera Dahyun dejara de temerle, como si de esa forma le estuviera pidiendo perdón.

Momo ni siquiera entendía porqué hacía eso, iba en contra de las reglas del inframundo, y su destino corría riesgo.

Succubus | DahmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora