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Jaehyun apareció en el inframundo como un torbellino luego de la noche en la que Momo le robaría el alma a Dahyun, estaba ansioso por saber si la contraria había completado su misión, y en el fondo ya se sentía listo para felicitarla. Al encontrar a Momo, la miró con entusiasmo y exigió respuestas.

—¿Qué pasó? —preguntó, su voz cargada de emoción—. ¿Le robaste el alma a Dahyun o no?

Momo bajó la mirada, sintiendo el peso de su decepción. Sabía que había decepcionado a Jaehyun, pero no estaba lista para confesar la verdad.

—No... no lo hice —respondió, intentando mantener la calma.

Su respuesta provocó una explosión de ira en Jaehyun. Sin pensarlo dos veces, levantó la mano y la golpeó con fuerza, el eco del impacto resonando en el oscuro espacio del inframundo.

—¿Por qué no? —gritó, su rostro retorcido por la furia—. ¿Por qué no lo hiciste?

Momo se llevó la mano al rostro, sintiendo el ardor de la bofetada. Se forzó a mirar a Jaehyun a los ojos, tratando de mantener su postura, de no llorar frente a él, pero la verdad la ahogaba.

—Dahyun... se resistió a la tentación —mintió, su voz temblando levemente—. No pude hacer que cayera.

Jaehyun se quedó en silencio por un momento, su furia no se disipaba, pero las palabras de Momo no sonaban convincentes.

—¿De verdad? —preguntó, su voz ahora más baja, pero aún llena de desconfianza—. ¿O simplemente te detuviste porque tenías una conexión con ella?

Momo sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies. Su corazón latía con fuerza mientras enfrentaba la pregunta. Jaehyun no sabía la verdad, pero ella sí. Había tenido la oportunidad de robar el alma de Dahyun, pero el amor y la conexión que habían construido la habían hecho retroceder en el último instante.

—No, no es eso —respondió, intentando desviar la mirada de Jaehyun—. Simplemente no pude... no se dejó.

Jaehyun apretó los dientes, frustrado. Había estado contando con Momo para que cumpliera su parte del trato, y ahora su fracaso amenazaba no solo su misión, sino también su propia posición en el inframundo.

—Esto no puede seguir así. Si no actúas, serás un súcubo para siempre —dijo con desdén—. No olvides que te advertí de las consecuencias.

Momo sintió cómo su corazón se hundía ante sus palabras. Sabía que Jaehyun tenía razón, pero en su interior había algo que la mantenía firme. La conexión con Dahyun era más fuerte que cualquier orden que pudiera recibir. Sin embargo, enfrentar la ira de Jaehyun y la culpa que sentía por no haber seguido adelante la dejaba atrapada entre dos mundos.

—Lo siento —murmuró, su voz quebrada—. No sé si podré hacerlo.

Jaehyun la miró con desprecio, su furia aún presente. El tiempo se estaba acabando, y Momo no solo estaba arriesgando su propia vida, sino también la de Dahyun. En el fondo, sabía que tenía que elegir entre lo que había sido y lo que podía llegar a ser, una elección que podría cambiarlo todo.

Sumergida en una profunda crisis al comprender la gravedad de lo que había hecho. Cada recuerdo de la noche anterior la golpeaba con fuerza, y una oleada de arrepentimiento la invadía. Había lastimado a Dahyun, pero no había tomado su alma. Esa revelación la dejó paralizada: todo el dolor que había infligido a Dahyun había sido en vano. Momo se sintió atrapada en un laberinto de emociones conflictivas; había deseado desesperadamente recuperar su estatus en el inframundo, y sin embargo, se había encontrado a sí misma dañando a la única persona que alguna vez la había tratado con cariño.

El dolor que le había causado a Dahyun no solo la había herido físicamente, sino que también había dejado cicatrices emocionales que podrían durar toda la vida. Momo se retorcía de angustia al pensar que había llevado a Dahyun a un lugar oscuro del que quizás nunca pudiera recuperarse. Su mente se llenó de imágenes de Dahyun, sola y asustada, lidiando con el terror de lo que había experimentado. Para Momo, el hecho de no haber cumplido su misión significaba que todo su esfuerzo había sido inútil. Había hecho todo lo posible por seducir a Dahyun, por atraerla hacia el abismo, pero en el momento crucial, había fallado.

Sin embargo, la consolaba el hecho de que Dahyun, aunque herida, seguía a salvo, aún conservando su alma, pues en caso de perderla, ya no habría vuelta atrás, y Momo no sabía si sería capaz de hacerle algo como eso.

Momo se sintió atrapada en un ciclo interminable de culpa y deseo; la conexión que una vez habían compartido se había torcido en una maraña de dolor y traición. Su mente luchaba entre lo que había aprendido en el inframundo sobre el poder y el respeto, y los sentimientos que había desarrollado hacia Dahyun, que eran mucho más profundos y complicados.

¿Cómo podía un demonio tener sentimientos? Eso era antinatural. Pero Momo los tenía y cada día los sentía más claros, más definidos.

Mientras tanto, Jaehyun se encontraba cada vez más estresado. La tensión en su interior crecía a medida que pasaban los días y no veía a Dahyun regresar a la iglesia en busca de consejos. Su mente giraba con pensamientos oscuros y preguntas inquietantes sobre lo que había sucedido entre Momo y Dahyun. Se preguntaba si había algo más que Momo no le había contado, algún detalle que pudiera cambiar el curso de los eventos. La frustración lo consumía, y su paciencia se estaba agotando.

En la iglesia, su rabia contenida lo llevó a golpear objetos sin pensar, maldiciendo en voz baja mientras trataba de encontrar respuestas. La inquietud crecía en él; no podía permitir que las cosas se complicaran más de lo necesario. Sin embargo, la ansiedad se intensificó al darse cuenta de que Dahyun no estaba ahí, que había desaparecido del radar, y eso lo mantenía al borde del colapso.

Dahyun, por su parte, permanecía oculta, atrapada en su propio mundo de miedo y dolor. La angustia la mantenía en su refugio, sintiendo el peso del dolor físico de sus heridas y la carga emocional de lo que había ocurrido. Cada vez que cerraba los ojos, revivía los momentos en que Momo había tomado el control, y el terror que había sentido la mantenía despierta en las noches interminables. Se sentía sucia y usada, y el remordimiento le apretaba el corazón como una soga.

Temía mostrar sus heridas, no solo porque eran visibles y evidentes, sino porque la idea de ser rechazada por el sacerdote la aterraba. ¿Qué pensaría él de ella? ¿La vería como una víctima o la juzgaría por haber caído en la trampa de un demonio? Cada pensamiento la llevaba a un lugar más oscuro, donde su autoestima se desvanecía.

Con cada día que pasaba, la desesperación crecía, y en su mente luchaba con la idea de enfrentar al sacerdote y pedir ayuda. Pero el miedo al rechazo y a las posibles consecuencias la mantenían cautiva. Así, continuaba ocultándose, con la esperanza de que, de alguna manera, el tiempo curaría sus heridas, tanto internas como externas. Pero en el fondo, sabía que la recuperación no sería fácil, y la sombra de Momo siempre estaría acechando, recordándole que su vida había cambiado para siempre.

Succubus | DahmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora