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Momo se encontraba en un dilema que la atormentaba cada vez más. Sabía que debía cumplir su misión y llevar a Dahyun al borde de la perdición, pero algo en ella se resistía. Cada vez que aparecía en los sueños de Dahyun, la vergüenza la dominaba, y, aunque intentaba seguir con su papel de súcubo, los encuentros quedaban inconclusos. Se retiraba antes de tiempo, dejándola frustrada, confundida, y aún más inquieta que antes.

Dahyun, por su parte, estaba cada vez más agotada por la incertidumbre. Los sueños, aunque menos frecuentes, la dejaban con una sensación de incompletitud que no podía sacudirse. Una mañana, después de uno de esos sueños interrumpidos, decidió volver a la iglesia para hablar con el sacerdote. Tal vez él podría darle alguna perspectiva, alguna solución para que esto terminara de una vez por todas.

Cuando Dahyun llegó a la iglesia, el sacerdote la recibió con un gesto aburrido, como si ya supiera lo que iba a contarle. El demonio que lo controlaba había estado esperando que Dahyun volviera. La escuchó hablar sobre los sueños inconclusos y cómo Momo aparecía y desaparecía sin explicación. Sin embargo, lo que más le interesaba era ver cuán cerca estaba Dahyun de caer en la trampa.

—Padre —dijo Dahyun, con preocupación evidente en su voz—, los sueños siguen, pero siempre se interrumpen. No sé qué está pasando, pero… hay algo extraño en todo esto. Y ahora cada vez me cuesta más entender por qué estoy soñando con ella. Es como si estuviera tratando de decirme algo, pero no puedo llegar al final.

El sacerdote, o más bien el demonio, suspiró con un fingido interés, jugueteando con un rosario en sus manos.

—Quizá —dijo él, con una voz monótona y cansina—, deberías simplemente dejarte llevar. ¿No has pensado en eso? Si sigues resistiéndote, los sueños nunca terminarán. Tal vez, si cedes, todo se acabará y finalmente podrás descansar.

Dahyun frunció el ceño, sintiendo una punzada de desconfianza. Las palabras del sacerdote eran extrañas, fuera de lugar. ¿Cómo era posible que él le sugiriera algo así?

—¿Ceder? —repitió, dudosa—. ¿Cómo puede eso ayudarme? No tiene sentido. No puedo simplemente… entregarme a lo que sea que esté pasando. Además, usted siempre me ha dicho que resista la tentación, que no caiga en cosas impuras. ¿Por qué ahora me dice esto?

El sacerdote hizo una pausa dramática, fingiendo reflexión, antes de sonreír de manera casi imperceptible.

—A veces, para liberarnos de algo, debemos enfrentarlo directamente. Si sigues resistiéndote, nunca encontrarás la paz. Quizá, Dahyun, lo que necesitas es dejar que el sueño siga su curso. Solo así sabrás lo que está realmente detrás de todo esto. Y entonces, cuando todo haya terminado, estarás tranquila.

Dahyun no podía creer lo que estaba escuchando. Una parte de ella quería levantarse y marcharse de inmediato. Todo esto iba en contra de lo que siempre había aprendido. Pero la otra parte, cansada y desesperada por respuestas, comenzó a dudar. ¿Y si el sacerdote tenía razón? ¿Y si ceder en el sueño era la única forma de que todo terminara?

—No lo sé, padre… —dijo, con la voz cargada de incertidumbre—. Todo esto parece tan equivocado.

—¿Equivocado? —el sacerdote inclinó la cabeza, su tono cargado de falsa dulzura—. A veces lo que creemos que es incorrecto es simplemente algo que no entendemos. No digo que te rindas a la tentación, Dahyun. Solo que quizá, al dejar que el sueño siga su curso, descubrirás lo que necesitas saber. Tal vez entonces todo desaparecerá.

Dahyun asintió lentamente, aunque una sombra de duda aún permanecía en su mente. Se despidió del sacerdote, agradeciéndole, aunque no estaba segura de que sus palabras la hubieran tranquilizado.

Succubus | DahmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora