Capítulo 2: La carrera del miedo.

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El sol brillaba intensamente sobre el circuito, y la atmósfera estaba cargada de emoción. Lance Stroll se encontraba en la parrilla de salida, su corazón palpitando con fuerza mientras los motores rugían a su alrededor. A pesar de la energía vibrante del paddock, una sensación de inquietud comenzó a apoderarse de él. Recordaba las palabras de Fernando, el aliento de esperanza que había sentido en su habitación, pero a medida que miraba a su alrededor, la presión se volvía casi abrumadora.

Las expectativas del público, los murmullos sobre su estatus de "niño mimado", y la sensación de que todo el mundo lo estaba observando, comenzaron a pesar como una losa. Se sintió atrapado en su propio mundo, un lugar oscuro donde sus miedos se alimentaban de la ansiedad. La confianza que había sentido antes de la carrera comenzaba a desvanecerse.

El semáforo se puso en verde y los autos se lanzaron hacia adelante. Lance apretó el volante, tratando de centrarse. Pero a medida que avanzaba, su mente comenzó a divagar. Pensamientos sobre cómo todos lo veían, la presión de demostrar que era más que solo un apellido, y la necesidad de ser perfecto llenaban su cabeza.

Comenzó a sobrepensar cada curva, cada maniobra. Cada vez que pasaba junto a otro piloto, sentía como si cada mirada se convirtiera en un juicio. En un giro, perdió la concentración y cometió un error que lo llevó a salirse ligeramente de la pista. El auto se tambaleó, y un escalofrío de pánico recorrió su cuerpo. Había fallado.

Mientras trataba de recuperar el control, su mente se llenó de recuerdos dolorosos. Las risas en el paddock, los comentarios despectivos que había oído, las miradas de desaprobación. Su corazón se hundió cuando recordó las palabras que habían resonado en su mente durante años: "No eres suficiente". Todo el esfuerzo que había hecho parecía desvanecerse en ese momento. Esa sensación de alivio que había sentido antes, gracias a Fernando, se había esfumado como el humo de los neumáticos en la pista.

Lance se sintió atrapado en un bucle, cada error alimentando su inseguridad. Y lo peor era que, al mirar a su alrededor, pudo ver cómo los otros pilotos lo pasaban uno tras otro, sus rostros llenos de confianza y determinación. La desilusión lo golpeó con fuerza. Sabía que Fernando había creído en él, pero él mismo comenzaba a dudar de su valía.

Durante la carrera, las voces en su cabeza se volvieron más fuertes. "Eres un fraude", decían. "Nunca serás lo que esperaban". Lance luchó por mantener el control, pero cada vez que parecía que iba a salir adelante, la sombra de sus inseguridades lo arrastraba hacia atrás. A medida que pasaban las vueltas, el auto de Lance se convirtió en una extensión de su tormento interior.

En una de las curvas más cerradas, Lance tomó una decisión precipitada. Pensando que podía recuperar terreno, aceleró demasiado y perdió el control, chocando contra la barrera. El impacto fue brutal, y aunque no sufrió lesiones graves, el golpe a su ego fue devastador. Se quedó parado en medio de la pista, sintiendo que todo su mundo se desmoronaba una vez más.

Mientras los oficiales se acercaban y el sonido de sirenas resonaba en sus oídos, se dio cuenta de que la confianza que había sentido antes se había desvanecido por completo. La presión de demostrar su valía se había convertido en una carga insoportable. Su mente se llenó de imágenes de la decepción en el rostro de Fernando, de los murmullos en el paddock y de las miradas despectivas de los demás pilotos.

Cuando finalmente lo sacaron del auto y se dirigió a la zona de pits, el silencio fue abrumador. El estigma de ser "el hijo de" pesaba más que nunca, y esa noche, la realidad golpeó con más fuerza. Sentía que había decepcionado a todos, incluso a sí mismo. Cada paso que daba era un recordatorio de su fracaso.

El equipo estaba en silencio, y los murmullos sobre lo sucedido comenzaron a fluir. Lance se sentó en una silla, la cabeza entre las manos. En ese momento, sintió que no solo había fallado en la carrera, sino en su camino hacia la sanación que había empezado a vislumbrar. La culpa y la vergüenza se arremolinaron en su interior, como un huracán que lo arrastraba hacia lo más profundo.

A la distancia, vio a Fernando hablando con el ingeniero del equipo. El omega parecía preocupado, mirando hacia Lance con una mezcla de empatía y decepción. No quería ser el "niño mimado" que se había chocado y fallado, pero la realidad era que eso era lo que había pasado. Esa noche, mientras los comentarios negativos invadían su mente, Lance se sintió más solo que nunca.

Con el tiempo, Fernando se acercó, su rostro lleno de preocupación. –Lance, lo siento. –dijo suavemente, pero Lance podía ver el juicio oculto tras sus palabras. No era solo la preocupación de un compañero de equipo; era la decepción de alguien que había creído en él.

–No hables, por favor. –Lance levantó la mano, la voz quebrada. –Lo sé. Soy un desastre. No debería estar aquí.

Fernando lo miró fijamente, sin apartar la vista. –Tienes que dejar de ser tan duro contigo mismo. Todos cometemos errores. –Su tono era firme, pero había una calidez en su voz que resonó en Lance.

–No, Fernando. –respondió Lance, sintiéndose cada vez más atrapado en su propia desesperación. –Esto no es solo un error. Esto es quién soy. No puedo escapar de ello.

–Eres más que tus errores. –Fernando insistió, acercándose un poco más. –Tienes talento, y más importante, tienes el potencial para demostrarlo. Pero necesitas aprender a levantarte. No puedes dejar que un tropiezo te defina.

Pero las palabras de Fernando, aunque bien intencionadas, se sentían vacías en ese momento. Lance asintió, pero en su interior, la lucha seguía. El camino hacia la recuperación se había vuelto más complicado de lo que había imaginado, y la sombra de su autocrítica se cernía sobre él como un velo oscuro.

Mientras Fernando se alejaba, Lance sintió que las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. Se sentía impotente, atrapado en un ciclo interminable de dudas y miedos. Era como si cada paso hacia adelante lo llevara a dos pasos atrás.

Esa noche, mientras se preparaba para dejar el circuito, la realidad lo golpeó de lleno. Las expectativas no solo provenían de los demás; eran las que él mismo se había impuesto. Con cada pensamiento negativo, con cada mirada despectiva que imaginaba, su lucha personal se volvía más real y dolorosa. Sabía que debía encontrar un camino hacia la sanación, pero en ese momento, la luz al final del túnel parecía inalcanzable.

Mientras el motor de su auto rugía al arrancar, Lance se dio cuenta de que el viaje hacia su propio renacer sería largo y lleno de altibajos. La carrera solo había sido una batalla en una guerra más grande, una que debía pelear con valentía y determinación. Pero esa noche, el sentimiento de derrota lo abrazaba como un viejo amigo, y lo único que podía hacer era dejarse llevar por la corriente.

 Pero esa noche, el sentimiento de derrota lo abrazaba como un viejo amigo, y lo único que podía hacer era dejarse llevar por la corriente

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¡Hola a todos, otra vez yo, y bienvenidos al segundo capítulo de esta historia!

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Nos vemos en la siguiente curva del camino ¡Hasta la próxima!

Adri-

El peso del nombre | Strollonso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora