Capítulo 8: Cadenas de la herencia

75 14 1
                                    

El rugido de los motores y los aplausos del público en el podio eran el marco perfecto para los ganadores del día, pero Lance no estaba entre ellos. Apenas había cruzado la línea de meta en una decepcionante décimo sexta posición. Mientras los demás pilotos celebraban o discutían sus estrategias, Lance se había retirado al motorhome de Aston Martin, donde la tensión en el aire era palpable.

Sabía que Lawrence Stroll lo estaba buscando. Era inevitable.

Cuando su padre entró, Lance ni siquiera levantó la vista del vaso de agua que sostenía con fuerza, sus dedos tensos y blancos. El alfa mayor cerró la puerta detrás de él, dejando fuera al resto del equipo.

–¿Qué fue eso? –la voz de su padre era baja, controlada, pero cada palabra cargaba una reprimenda implícita.

Lance no respondió. Sabía que cualquier excusa que ofreciera solo empeoraría las cosas.

–Te estoy hablando, Lance. ¿Qué fue eso? –repitió, esta vez con más firmeza y empezando a soltar feromonas agrias, mostrando más su enojo .

–Lo siento... –susurró Lance, evitando su mirada.

–¿Lo sientes? –Lawrence soltó una risa seca, cruzándose de brazos–. ¿Eso es todo lo que tienes para decir? Esto no es un maldito juego, Lance. No invertí millones en un equipo para verte hacer el ridículo.

Las palabras lo golpearon como un látigo. Aunque Lawrence nunca había sido el tipo de padre que mostrara abiertamente su enojo, escuchar aquello dolía más de lo que Lance estaba dispuesto a admitir.

–Lo intenté –murmuró Lance, con un nudo formándose en su garganta–. De verdad lo intenté, pero...

–Pero, ¿qué? ¿No fue suficiente? –interrumpió Lawrence–. No importa cuánto lo intentes si no produces resultados. ¿Sabes lo que dicen todos? Que solo estás aquí porque yo compré este equipo. Que no mereces estar en la Fórmula 1.

Lance alzó la vista rápidamente, sus ojos brillando con una mezcla de ira y dolor.

–¡No necesito que me lo recuerdes! ¡Ya lo sé! –exclamó, su voz quebrándose–. Todo el mundo me lo dice. Todo el maldito tiempo.

El alfa lo miró fijamente, sorprendido por la explosión de emociones. Pero en lugar de suavizar su postura, simplemente se encogió de hombros.

–Entonces demuéstrales que están equivocados. Haz algo al respecto. O dame una razón para no arrepentirme de haber apostado todo por ti.

Con esas palabras, Lawrence salió de la habitación, dejando a Lance solo en un silencio que parecía devorarlo.

Lance se dejó caer en el sofá, su cabeza entre las manos. Las palabras de su padre se repetían en su mente como un eco cruel. No mereces estar aquí. Estás aquí porque yo compré este equipo. No produzcas arrepentimientos.

Intentó calmarse, pero cada vez que cerraba los ojos, veía los comentarios en redes sociales, los titulares después de cada carrera mediocre. Incluso sus colegas, aunque jamás se lo decían directamente, lo miraban con cierto desdén.

No eres más que el hijo del dueño.

Se levantó bruscamente y comenzó a caminar por la habitación, su respiración acelerada.

–¡No es justo! –gritó al aire, golpeando la mesa con el puño. Pero el vacío seguía ahí, aplastante.

En un rincón de su mente, surgieron recuerdos de cuando era un niño, antes de que la presión y las expectativas lo consumieran. Recordó las primeras carreras de karts, cómo se emocionaba al sentir la velocidad, sin preocuparse por lo que pensaran los demás.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 24 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El peso del nombre | Strollonso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora