Capítulo 6: Fragor.

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Lance no podía dejar de caminar de un lado a otro en su departamento, el silencio de la habitación lo envolvía, pero no ayudaba en absoluto. La cena con Fernando estaba solo unas horas, y aunque sabía que no era una cita formal, su mente lo hacía parecer como tal. Se detuvo frente al espejo, observándose con una mirada crítica. ¿Qué debía ponerse? ¿Algo casual, algo más formal? No quería parecer que estaba haciendo un esfuerzo exagerado, pero tampoco quería parecer que no le importaba.

El aroma a menta , siempre presente, lo rodeaba, pero no lograba calmarlo. Había una sensación persistente de romero que no lo abandonaba desde que Fernando le había sugerido salir. Todo su cuerpo se tensaba ante la expectativa de la noche, el miedo constante de hacer algo mal o que Fernando notara sus inseguridades.

Se dejó caer en el borde de la cama, pasando una mano por su cabello mientras trataba de respirar profundamente. Pero en lugar de calmarse, los pensamientos seguían corriendo sin control .

–¿Qué voy a decir? –murmuró para sí mismo, como si pudiese encontrar alguna respuesta en el silencio del apartamento.

Durante las últimas semanas, Fernando había sido una especie de ancla en su vida, alguien que lo había sostenido sin siquiera saberlo. Cada consejo, cada palabra de aliento había significado más de lo que el omega podía imaginar. Y aunque Lance sabía que Fernando no lo veía como alguien que necesitaba ayuda constante, él no podía evitar sentirse en deuda. Fernando era lo mejor que le había pasado en mucho tiempo , y lo último que quería era arruinar esa dinámica por su propia torpeza.

Se levantó de nuevo, abriendo el armario con nerviosismo. Sacó una camiseta, luego otra, y las arrojó sobre la cama con frustración. Nada le parecía adecuado. Quería lucir bien, pero no demasiado. ¿Y si Fernando pensaba que estaba tratando de impresionar? Su aroma a romero se intensificó a medida que su ansiedad crecía, invadiendo la habitación.

–Relájate –se dijo a sí mismo, pero la palabra sonaba vacía en sus propios oídos.

Sabía que tenía una tendencia a sobrepensar las cosas, especialmente cuando algo le importaba. Y esta cena le importaba, más de lo que estaba dispuesto a admitir en voz alta. Con Fernando, todo era diferente. Era una presencia constante, alguien que no lo juzgaba, que lo trataba como un igual, a pesar de que a veces Lance sentía que no lo merecía.

Se quedó mirando el suelo , intentando calmarse, pero el nudo en su estómago seguía allí. Era difícil concentrarse en cualquier otra cosa cuando su mente estaba llena de preguntas. ¿Y si Fernando se daba cuenta de lo roto que estaba? ¿Y si vio todas sus inseguridades y decidió que no valía la pena?

No era la primera vez que Lance se sentía así, pero era la primera vez que realmente temía perder algo que aún no había definido del todo. Fernando era su amigo, pero había algo más, una conexión que Lance no podía negar. El problema era que no sabía cómo manejarlo. No quería arruinarlo. No quería perderlo.

Se acercó al espejo una vez más, esta vez decidido a tomar una decisión. Eligió una camiseta sencilla de color azul oscuro y unos jeans. Casual, pero con suficiente estilo para no parecer desarreglado. El aroma a romero disminuyó un poco cuando se vio más cómodo con la elección, pero la inquietud aún persistía.

–Está bien –murmuró, como si necesitara convencerse a sí mismo–. Solo es Fernando. No es gran cosa.

Pero mientras esas palabras salían de su boca, no se sentían del todo verdaderos. Sabía que Fernando era más que "solo" Fernando. Era alguien que había logrado ver más allá de su fachada, alguien que había estado allí cuando más lo necesitaba, incluso cuando Lance no sabía cómo pedir ayuda.

Su teléfono vibró en la mesita , interrumpiendo sus pensamientos. Lo tomó rápidamente, esperando que no fuera nada que arruinara sus aviones para la noche.

"Nos vemos en un rato. No te preocupes, será divertido".

Era Fernando, siempre directo, siempre confiado. Lance exhaló con una mezcla de alivio y nerviosismo. Fernando lo conoció lo suficiente para saber que estaba preocupado, y aun así, seguía siendo tan sencillo y talentoso como siempre.

Pero eso solo aumentó la presión.

¿Qué significaba para Fernando? ¿Era solo una cena entre amigos o había algo más? El aroma a romero regresó con fuerza mientras se hacía esas preguntas. ¿Y si Fernando también estaba pensando en algo más, pero Lance lo malinterpretaba? La incertidumbre lo golpeó una y otra vez, haciendo que cada pequeño detalle pareciera más importante de lo que realmente era.

Se dejó caer en el sofá, cerrando los ojos un momento. Quería calmarse, pero su mente seguía trabajando a toda velocidad. Las inseguridades de siempre, los recuerdos de cada vez que había sentido que no era suficiente, se filtraban en sus pensamientos. Pero esta vez, se sintió aún más intensos, porque sabía lo mucho que Fernando significaba para él.

El aroma a romero se mezclaba con la menta, creando una extraña combinación que llenaba la habitación, un reflejo de sus emociones. Sabía que necesitaba relajarme, pero no podía evitar el miedo. Miedo de decepcionar, de no estar a la altura de lo que Fernando podría esperar de él.

Los minutos pasaban, y Lance se encontró mirando el reloj una y otra vez, como si el tiempo se moviera en su contra. Finalmente, se levantó, decidió dejar de pensar tanto en ello. Se arregló el cabello, se miró una última vez en el espejo y salió por la puerta, su corazón latiendo con fuerza.

Mientras caminaba hacia el lugar donde se encontraría con Fernando, no podía evitar sentir que cada paso lo acercaba más a un posible desastre. Pero, al mismo tiempo, una pequeña parte de él se aferraba a la esperanza de que, tal vez, todo saliera bien.

Fernando siempre había sido su roca, alguien que no se dejaba afectar fácilmente por las cosas que perturbaban a Lance. Y, aunque le costara admitirlo, Lance quería ser digno de esa confianza. Quería demostrar que podía ser fuerte, incluso cuando todo lo que sentía era confusión.

Pero en el fondo, el aroma a romero persistía, recordándole que aún había muchas cosas que no había resuelto, muchos miedos que seguían acechando, listos para aparecer en cualquier momento.

Pero en el fondo, el aroma a romero persistía, recordándole que aún había muchas cosas que no había resuelto, muchos miedos que seguían acechando, listos para aparecer en cualquier momento

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¡Hola a todos, otra vez yo, y bienvenidos al sexto capítulo de esta historia!

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Nos vemos en la siguiente curva del camino ¡Hasta la próxima!

Adri-

El peso del nombre | Strollonso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora