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🫀
Un dolor punzante en mi cabeza comenzaba a martillarme. El estrés de la semana me pasaba ahora factura. Aún me faltaba una hora para terminar mi jornada laboral.
–– ¿Chávez se ha ido?–– pregunta mi compañera, la otra secretaria.
–– Aún está en la oficina–– pongo mis codos sobre el escritorio y sobo mi cien con dos dedos–– me iré hasta que él se vaya, o sea en una hora.
La pelirroja hace una mueca de claro aburrimiento y veo como acomoda sus cosas.
–– Bueno, yo ya me voy–– se para con su bolso ya en el hombro–– Cooper se fue así que ya no tengo nada qué hacer aquí.
Se acerca a mí y se despide con un beso en la mejilla y un «nos vemos mañana»
Mi amiga desaparece por el pasillo hacia el ascensor y yo doy un largo suspiro de cansancio.
[...]
Veo mi reloj en mi muñeca y las manecillas marcan las 6:58pm. Dos minutos y me largo de aquí, mis pies reclamaban descanso de mis tacones y mi trasero también por tanto tiempo estar sentada.
Apago la computadora, me toma unos segundos acomodar todo sobre el escritorio para el día siguiente y tomo mi bolso.
El edificio está en total silencio, hay varias personas trabajando aún en sus respectivas oficinas pero todo se mantiene calmado. No se escucha ni el más mínimo sonido. El silencio ahora es interrumpido por mis tacones sobre la lujosa cerámica gris inundando todo el piso con un eco.
