Jamás había entendido lo que era perderme a mi misma hasta que mi abuela falleció.
La persona que me crió y me adoptó como si fuera su propia nieta. La que me alimentaba y vestía, cumplía caprichos, jugaba conmigo. Charlábamos de todo y peleábamos también.
Tampoco pensé que perderla me afectaría tanto, creí tenerlo asumido después de las noches en vela en el hospital debido a sus achaques, cuando los médicos salían de la sala con una cara de cansancio y pena, repitiendo la misma frase por años... "No creemos que vaya a sobrevivir"
Pero nada te prepara para la muerte, ni siquiera los años...
La abuela me tuvo en sus brazos a un par de horas de mi nacimiento, ni bien salí del hospital, me llevó a su casa de la cual nunca más salí.
Tenía un carácter fuerte, y forjó en mi alguien a su altura para discutir diferencias sociales conforme a nuestra edad, pero le fascinaba escucharme y a mi me fascinaba explicar.
Me apoyó siempre en todo, inclusive cuando no debería, llevándole la contra mis papás para hacerme feliz. Por ella empecé a bailar, por ella empecé a cantar, aún cuando nadie sabía que amaba hacerlo. Me inspiró a buscar mi camino, a no depender de nadie, aprendí de ella a coser, a cocinar, a construir. Era una mujer muy feminista para la época, pero carecia de independencia emocional...
Se casó de joven, escapando de su familia, y por más que siempre juro haberlo hecho por conveniencia, sus ojos brillaban al ver a mi abuelo entrar por la puerta, hasta que un día no lo hizo más...Me tomó años de terapia perdonarla por dejarse estar... pero también comprendí que a pesar de su propia depresión, me crió de la mejor manera que pudo.
Hoy en día sé que mi abuela murió tres veces... la primera fue el día que mi abuelo falleció, la segunda, ya entrada en años fue cuando la demencia borró su memoria y ni siquiera me recordaba. La tercera fue el día de su muerte, aunque ya ni siquiera sé si esa era mi abuela.
Su enfermedad la consumió al punto de que no dormía en las noches temiendo que se aproximara a mi con algún utensilio peligroso pensando que era algún intruso. Ya había pasado antes... fueron los peores meses de mi vida.
Pero cuando me recordaba lo hacía con mucho amor y eso calmaba mi alma y mis ansias de llorar, la extrañaba aunque viviera con ella, porque ese pedazo de vida que compartió conmigo ya no estaba.
En el 2021 tuve mi última presentación en el escenario antes de comenzar mis estudios. Ella aún vivía pero no quedaba mucho tiempo... el mismo día que bailaba, ella recayó y tuvieron que llevarla al hospital, así que me obligaron a asistir a la muestra.
Sentada desde los palcos, esperando el turno de mi grupo, veía a las personas llegar y una sensación de nostalgia inundó mi pecho. Años atrás mi abuela solía estar allí abajo, entre tanta gente, esperando ansiosa. Hoy no estaba...
Y a minutos de oscurecer el escenario, a punto de empezar la función, mi abuela entró a la sala, parecía salido de un libro, pero allí estaba, a último momento, entrando junto a mi mamá.
Llegando a casa, me dejaron junto a ella, y aunque tenía un poco de miedo de que me desconociera, sonrió y me pidió que por favor nunca deje de bailar, que a sus ojos, deslumbra a las personas que no podían evitar dirigir la mirada hacia mi, que no me rinda, que lograría cosas increíbles y no pude evitar llorar, porque sabía muy dentro de mi, que esa sería la última vez que la vería consciente. Le dije que la quería mucho y aquella noche la volvieron a internar.
El 29 de diciembre de ese mismo año, en plena madrugada, llamaron para avisarnos que su corazón no había soportado más. y
Y así comencé mi 2022, enterrando a la única persona que sentí sinceramente su amor incondicional.