🔐 CAPÍTULO 2 🔐

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ABBY

Ayer estuve todo el día en el piso de Tobias por tal de no cruzarme con Colin en mi casa. Aún hay muchas respuestas que me faltan, sin embargo, sé de sobra que no es a él a quien tengo que pedírselas, sino a mis padres, más concretamente, a mi padre.

Sabía que si me quedaba deambulando por allí con su presencia, podía estallar la tercera guerra mundial como muchas otras veces ha pasado. Así que preferí optar por huir e irme con Tobias a disfrutar y despejar la cabeza.

Vive en un piso de estudiantes, así que nunca tenemos padres molestos ni otras personas que nos preocupen. Tiene una compañera de piso que también lleva a todos los chicos y... chicas que le place. Así que, por esa parte, estamos tranquilos al poder estar allí sin rendirle cuentas a nadie.

En un momento dado, entre polvo y polvo, salió a relucir el nombre de mi hermanastro. Quiso saber porqué tenemos tan mala relación, y yo, en vez de abrirme como debería y contarlo, lo que hice fue ponerme a la defensiva y querer olvidar el tema.

Aunque hubiese querido hablar de ello, tampoco sabría cómo lo habría hecho. No hay un motivo especifico por el que Colin y yo no podemos casi ni mirarnos a la cara. Al menos, no lo hay por mi parte. Han sido un cúmulo de cosas durante los últimos años los que me han hecho tener una imagen escalofriante de él.

Aunque Tobias insistió en querer escucharme, me salí con la mía de mantener silencio. Fue fácil: simplemente me abrí de piernas, él desgarró otro paquete de condones y nos pusimos a practicar lo que mejor se nos da hacer juntos.

No volvió a sacar el tema en todo el día y yo pude volver a casa agotada y sin más preocupaciones que preparar el bolso de la Universidad para el día siguiente y meterme en la cama para descansar.

Ahora, estoy desayunando rápidamente con la mirada clavada en las escaleras. Colin debe estar durmiendo, puesto que los periodos de tiempo que ha convivido con nosotros, nos ha dejado claro que lo que mejor se le da a él es levantarse a la tantas.

Mientras ha estado aquí nunca ha trabajado ni estudiado, así que dos meses después, no creo que la situación haya cambiado. Es un cero a la izquierda en todos los sentidos y no tiene nada mejor que hacer que quedarse bajo las sábanas hasta que su sistema neurológico inexistente lo despierta y lo obliga a hacer algo por la vida.

Más relajada que antes, sabiendo que no va a aparecer a estas horas para molestar, me termino de beber el café solo y le doy el último mordisco a mi magdalena de chocolate. Dejo todo en el lavavajillas aún sin llenar, cojo mi bolso negro y salgo de casa pegando un portazo que retumba por toda la casa.

Antes de echar a andar, presiono el timbre con mis dedos unas seis o siete veces. Quizá hayan sido doce o quince. En cuanto escucho un crujido proveniente del interior, no echo a andar, sino a correr. En cuanto doblo la primera esquina, me relajo, respiro y suelto una carcajada.

Ojalá lo haya despertado. Ojalá se esté subiendo ahora mismo por las paredes. Ojalá esté tan molesto como para coger su maleta y volver a volar hacia la otra punta del mundo. Ojalá, ojalá y ojalá me odie tanto como pare desaparecer de mi vida.

Las primeras personas que veo al llegar a la Universidad son Bruce y Nía. Les doy un abrazo a ambos y nos encaminamos hacia el interior, primero en busca de mi clase. Hay cuatro plantas, y cada una de ellas está destinada a un curso. Nos quedamos quieto a la entrada de la segunda planta y hago un puchero con mi boca.

– Va a ir bien, ya verás – Bruce me sonríe con seguridad.

– Si fueras Evelyn, no lo tendría tan claro – comenta Nía – Ella es la tímida del grupo. ¿Pero tú? Tú te vas a comer a todos en cuanto entres a clase – asegura.

LA VENGANZA DEL DESTINO (#3 SERIE DESTINO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora