🔐 CAPÍTULO 4 🔐

44 6 1
                                    

COLIN

Escucho ruido en mi habitación y meto la cabeza bajo la almohada ahogando un grito frustrado. Está todo oscuro, así que no logro ver la figura que se acerca a mi.

– Como seas tú, chivata, te voy a rebanear los sesos – maldigo con voz ronca.

– Soy tu padre, y si alguna vez le tocas un pelo a tu hermana, quien te rebaneará seré yo. Levántate, necesito hablar contigo.

Lo miro de mala manera cuando levanta la persiana con fuerza hasta arriba, haciendo que se cuelen los rayos de sol por la ventana. Noto un pinchazo de incomodidad en los ojos y me los froto con cansancio, haciéndome a la luz de un nuevo día.

– Hace dos días me puse una alarma a petición tuya, hoy me despiertas tú... ¿A qué viene esto? - me desperezo, estirando todos los músculos del cuerpo. Luego me pongo de pie a su altura con un resoplido. Sus ojos oscuros me miran con recelo y un toque de diversión - ¿La has tomado conmigo y me vas a joder todas las mañanas? Porque te aseguro que yo te puedo joder aún más.

– Tienes que estar muy jodido si piensas que he pedido tu custodia solo para joderte, Colin. Jamás haría tal cosa – me mira con algo de dolor – Yo no.

– Lo siento – me río irónicamente – Creía que sí. Al fin y al cabo, es lo que llevas haciendo desde que te enteraste del embarazo de mi madre. ¿Acaso no saliste huyendo justo después y me abandonaste años y años con ella?

– Solo sabes su versión, y te agradecería que me dieras la oportunidad de...

– Te voy a dar la oportunidad, claro que sí – lo corto – Pero cuando a mi me apetezca escucharte. De momento, no va a ser posible. ¿A qué has venido?

– Te quiero – su voz sale rota. La comisura de sus ojos se arrugan cuando parpadea seguidamente para no soltar las lágrimas que se le acumulan. Me tenso cuando me pone una mano en el hombro con cariño – Te he querido siempre, Colin. Antes de que nacieras y después. Siempre – me mira a los ojos.

– ¿A qué has venido? - repito, con un nudo en la garganta. Doy un paso atrás.

– Justamente... a hablarte del pasado – admite, sin ser capaz de mirarme – Pero... aceptaré que no quieras todavía. Algún día me tendrás que escuchar ¿vale? - pregunta suavemente. Asiento a regañadientes – Y ya que te he despertado... me gustaría decirte y preguntarte un par de cosas más. ¿Puedo sentarme?

Asiento con la cabeza. Él lo hace sobre la silla de mi escritorio y yo sobre el filo de la cama. Me revuelvo los mechones de pelo y espero con paciencia a que diga algo.

– Hay dos normas más que te voy a imponer.

– ¿Solo a mi?

– Sí.

– Claro, cómo no – me río irónicamente – Porque Abby es la hija perfecta.

– No – niega con la cabeza – Abby dicta mucho de ser eso. Pero lo que te voy a decir solo va para ti porque eres el único que lo hace y no nos gusta.

– Estoy deseando escucharte, padre – lo miro burlón.

– Nada de ir semidesnudo por la casa, mucho menos para presentarte en la cocina – me mira significativamente – Sinceramente, me da igual como vayas por tu habitación, pero en los espacios comunes, tendrás que comportarte. Sobretodo por las mujeres que hay en casa.

– Te aseguro que Abby está acostumbrada a ver cuerpos más desnudos que el mio – me cruzo de brazos hastiado - ¿Cuál es la otra norma?

– Lo que Abby haga fuera de estas cuatro paredes no me debe incumbir a mi y mucho menos a ti – aprieta la mandíbula – La otra norma es tu horario. No te levantarás más tarde de las diez entre semana.

LA VENGANZA DEL DESTINO (#3 SERIE DESTINO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora