6.El primer día

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El despacho de Jhon Lozano estaba impregnado de una atmósfera solemne. A pesar de la luz brillante que inundaba la sala, el peso de las decisiones y las responsabilidades que se tomaban allí se sentía casi tangible. Markus y Sonia, recién llegados de su exitosa misión, se encontraban frente al líder de Neo Iberia.

Jhon los observaba con detenimiento. Sus ojos, siempre afilados, parecían escudriñar más allá de la mera formalidad del informe. Tras unos segundos de silencio, se inclinó ligeramente hacia adelante en su silla.

"Buen trabajo en la misión," dijo finalmente, su tono grave, pero con un leve matiz de reconocimiento. "Proteger al VIP en un entorno como Nueva Barcelona no es tarea fácil, y menos con esos robots atacando. Habéis demostrado estar a la altura, como esperaba de vosotros."

Markus, siempre serio, asintió. "Es nuestro deber. Solo hicimos lo que teníamos que hacer." Sonia, a su lado, mantenía la postura firme, aunque su rostro mostraba un pequeño atisbo de satisfacción por las palabras de Jhon.

"Y lo hicisteis bien," añadió Jhon, cruzando los brazos sobre la mesa. "Por ahora, tomad un descanso. No quiero que el equipo se sobrecargue. Habrá más misiones pronto, pero recuperaos primero." Hizo una pausa, su mirada pasando de uno al otro. "Confiamos en vosotros."

Tras esas palabras, los despidió con un movimiento de la mano, y ambos salieron del despacho en silencio, sintiendo que, al menos por ahora, su trabajo había sido apreciado. Markus intercambió una rápida mirada con Sonia antes de dirigirse a las instalaciones para relajarse, mientras ella caminaba en dirección contraria, aún con la mente en la conversación.



Mientras tanto, en otro lugar de la base, Jay se dirigía hacia la sala médica, su mente todavía enredada en el intercambio que había tenido con las hermanas. Entrar en la sala lo ayudó a despejarse un poco, el olor a desinfectante y el sonido lejano de equipos médicos operando le recordaban la importancia de estar siempre al tanto de su salud, sobre todo tras abusar del Éter.

Al entrar, fue recibido por la encargada del ala médica, una mujer mayor de rostro severo pero con una expresión siempre calmada. Ella lo revisó de inmediato, pasando sus ojos por las lecturas de su último informe médico. Tras unos momentos, le dirigió una mirada crítica, pero algo más indulgente que la última vez.

"Estás en condiciones de seguir, Jay. Pero, como te he dicho antes, no abuses del Éter," advirtió, aunque con un tono más relajado. "Tus niveles se están estabilizando, pero un mal uso más, y te vas a encontrar en problemas graves."

Jay asintió, agradecido. "Lo tendré en cuenta. Gracias por la revisión."

Cuando se disponía a salir de la sala, absorto en sus pensamientos, giró y, sin darse cuenta, chocó con alguien. El impacto fue suave, pero lo suficientemente repentino como para hacer que ambos se tambalearan por un segundo. Cuando sus ojos se encontraron, Jay quedó momentáneamente sorprendido.

Delante de él había una joven rubia, de cabello corto que caía de manera desordenada alrededor de su rostro. Sus ojos marrones lo observaban con un destello de sorpresa y nerviosismo. Llevaba unos tejanos ajustados que delineaban la figura de sus piernas, y por un breve instante, Jay no pudo evitar que su mente se detuviera en ese detalle antes de volver a centrarse.

 Llevaba unos tejanos ajustados que delineaban la figura de sus piernas, y por un breve instante, Jay no pudo evitar que su mente se detuviera en ese detalle antes de volver a centrarse

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"Perdón," murmuró Jay, sacudiéndose la confusión mientras daba un paso atrás. "No te vi."

Antes de que la joven pudiera responder, la encargada de la sala médica intervino, acercándose con pasos tranquilos. "Ah, veo que habéis chocado con Ley," dijo con un tono ligeramente divertido. "Es nueva aquí, empieza hoy en el ala médica, aunque... llega un poco tarde."

Jay esbozó una pequeña sonrisa mientras la joven se ruborizaba levemente, claramente nerviosa por la situación. "Lo siento, soy Ley," dijo rápidamente, extendiendo la mano de forma casi automática. "Es mi primer día aquí... y parece que ya he comenzado con mal pie."

Jay estrechó su mano, notando el leve temblor en los dedos de la chica. "No te preocupes, Ley. Yo soy Jay. Y créeme, todos hemos tenido días de esos." Su voz se suavizó un poco al ver el nerviosismo de la chica, tratando de hacerla sentir más cómoda.

La encargada de la sala cruzó los brazos, observando la interacción con una sonrisa apenas perceptible en los labios. "Bien, Ley, cuando termines de conocer a los pacientes, ponte al día. No queremos que empieces tarde todos los días, ¿verdad?"

Ley asintió rápidamente, y Jay, después de intercambiar algunas palabras más, decidió que ya era hora de marcharse, dándole una última mirada amable antes de salir de la sala. Aún podía sentir la ligera incomodidad del encuentro, pero algo en la forma de ser de Ley le había dejado una impresión curiosa.

Ley estaba nerviosa en su primer día en el ala médica principal de Deméter Global. A pesar de su corta edad, ya había logrado lo que muchos tardaban años en alcanzar. Desde pequeña, Ley había soñado con seguir los pasos de su abuelo, un renombrado cirujano que había dejado un legado imborrable en Neo Iberia. Su habilidad para entender la medicina tradicional y la más avanzada, como la nanomedicina, la había llevado a destacarse en sus estudios, y ahora, a los 16 años, estaba lista para comenzar su carrera profesional.

Mientras ajustaba los instrumentos en su primer día, su mente estaba llena de ideas ambiciosas. Aunque el uso médico del Éter había sido rechazado durante años, Ley no estaba dispuesta a aceptar un "no" por respuesta. Sabía que el Éter era peligroso, que incluso los soldados más entrenados sufrían al intentar controlarlo. Sin embargo, había algo en su instinto, algo que la empujaba a creer que podía descubrir una forma de utilizarlo para sanar en lugar de destruir. No se trataba solo de habilidades físicas, sino de algo más, algo que aún no se había comprendido del todo.

A medida que el día avanzaba, Ley mostró una dedicación inquebrantable en su trabajo. Se acercaba a los pacientes con cuidado y diligencia, asimilando rápidamente las rutinas de la unidad médica. Su juventud la hacía destacar entre los profesionales más experimentados, pero su determinación y curiosidad parecían no tener límites.

Mientras limpiaba una pequeña herida en un soldado que había llegado con daños menores, su mente no dejaba de divagar hacia el Éter. ¿Podría alguna vez encontrar una manera de integrar sus propiedades curativas con la medicina moderna? Se prometió a sí misma que no dejaría que las opiniones de otros detuvieran su investigación. Si su abuelo había logrado ser pionero en su campo, ella también lo haría.

Con el turno terminando, Ley dejó escapar un suspiro. Su primer día había sido exitoso, pero sabía que esto era solo el principio. La clave para su investigación sobre el Éter podría estar más cerca de lo que imaginaba, y con esa esperanza en su corazón, cerró el capítulo de ese día con una sonrisa decidida en su rostro.

El legado de KasiusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora