Había una vibración en mi pecho, una sensación incómoda, como si algo pesado estuviera a punto de caer sobre mí. La pluma en mi mano se detenía constantemente, temblando sobre el papel. Las palabras en el proyector, las explicaciones del maestro, todo parecía desvanecerse justo antes de poder asimilarlo, como si estuviera envuelta en una burbuja que me aislaba del resto del mundo.
Mi cabeza estaba demasiado llena de un solo pensamiento: él.
Llevaba días sin verlo, pero eso no era un alivio. Era peor. Mucho peor. Esa espera, esa incertidumbre, me estaba matando. Sabía que él podía aparecer en cualquier momento, y lo más aterrador no era solo su aparición, sino el no saber cuándo lo haría. Era como estar esperando el golpe de un látigo, tensando cada músculo sin poder relajarlo, anticipando un dolor que podría no llegar, pero que, al mismo tiempo, era inevitable.
Mis ojos se desviaban continuamente hacia la puerta, esperando que en cualquier momento se abriera de golpe y él estuviera ahí. O tal vez lo vería en una esquina, observándome en silencio, sin que nadie más lo notara. Esa idea me envolvía en una constante paranoia. Cada movimiento en el aula me hacía saltar. Cada sonido me hacía pensar que era él.
Y, sin embargo, mis compañeros llevaban sus vidas con normalidad. El suave murmullo de sus risas y el golpeteo constante de las teclas en sus laptops llenaban la sala, todo parecía en su lugar. Mientras tanto yo, desmoronándome por dentro. Prisionera de una angustia que no podía arrancarme.
De repente, el sonido de una silla arrastrándose me hizo saltar en el asiento. Mi corazón se aceleró de tal forma que pensé que todos en la sala podían oírlo. Pero nadie lo notó. Todos siguieron con lo suyo, inmersos en sus propias rutinas, ajenos a la guerra de mi interior. Quise salir corriendo, huir, pero sabía que no había escapatoria. Estuviese donde estuviese, él encontraría la forma de atormentarme.
Intentaba respirar profundo, mantener la calma, pero cada vez era más difícil. Mi pecho se apretaba, los latidos de mi corazón resonaban en mis oídos, y mis manos empezaron a temblar. Llevaba días sin dormir bien, despertándome a mitad de la noche con la sensación de que él estaba cerca, incluso cuando no lo veía. Y ahora, en plena clase, ese miedo constante me desbordaba.
No podía dejar de pensar en él, en su figura oscura, en esa forma en que me miraba, como si supiera todo sobre mí. Sabía que eventualmente aparecería. Era inevitable. Pero esa espera me estaba destruyendo, y eso era incluso peor que su presencia misma.
El señor Kim seguía explicando su clase con entusiasmo. Intenté centrarme en lo que decía, pero las palabras apenas penetraban la niebla de mi mente. Sabía que debía estar tomando notas, prestando atención, pero no podía. No cuando cada fibra de mi ser estaba a la expectativa, en la espera de una catástrofe.
Era una ironía cruel. Quería que se mantuviera lejos, pero al mismo tiempo, su desaparición me asfixiaba.
No sabía cuánto más podría soportar esto. Estaba cansada, al borde del colapso. ¿Cómo podía seguir así? ¿Cómo podía fingir que mi vida era normal cuando sabía que él estaba por ahí, en las sombras, esperando el momento?
El profesor dio por terminada la clase, y el estruendo de las sillas arrastrándose rompió de golpe mi burbuja. Miré a mi alrededor, viendo los rostros despreocupados de mis compañeros mientras se levantaban, recogían sus cosas y seguían con sus vidas. Todo tan... normal. Pero yo ya no encajaba en esa realidad.
Con manos temblorosas, guardé mis cosas, intentando parecer serena, aunque por dentro me estaba derrumbando. Mientras caminaba por el laberinto de escaleras hacia la salida, esa sensación de que una bomba estaba a punto de estallar no me abandonaba.
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𝐫𝐨𝐦𝐚𝐧 𝐞𝐦𝐩𝐢𝐫𝐞 (l. heeseung)
FanfikceLina nunca ha creído en las viejas historias sobre demonios, sin embargo, luego de terminar involucrada en un juego macabro, es innegable la presencia de aquel misterioso ente que la observa. "Su mayor deseo: su mayor perdición." Enhypen Fanfic...