Capítulo 1

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Rayos. Las ojeras de un violento color rojo se niegan a dejarse ocultar por el maquillaje. ''Si tus ojeras son rojizas, utiliza un corrector de color verde'', Rayos -otra vez-. No tengo nada parecido aquí, ¿de dónde sacaría ese bendito corrector? Solo tengo quince minutos para alistarme o llegaré tarde a la clase.

Por supuesto que me arrepiento de haberme quedado hasta tarde viendo películas románticas, en lugar de repasar lo que estoy a punto de decir en mi exposición.

La chica del tutorial seguía hablando con una enorme sonrisa y yo seguía lamentando mi existencia mientras deseaba ser ella.

El ruido repentino de alguien tocando la puerta del baño me sobresaltó, casi dejo caer mi teléfono por el lavamanos. Y vuelve a tocar, parece impaciente. Y por supuesto debí de replantearme la idea de encerrarme en el baño de la universidad antes de hacerlo. La persona vuelve a tocar, más fuerte esta vez. Se escucha una voz maldecir desde el otro lado.

Deseo tener la capacidad de poder desaparecer en momentos como estos, pero, aun así, abro la puerta.

La chica empuja la puerta antes de que la pueda abrir del todo, golpeando mi nariz. La chica tiene tanta prisa que no repara en delicadezas.

—Rayos —digo, esta vez en voz alta.

Mientras las maldiciones vuelan por los aires, solo pude ver la larga cabellera de la chica antes de que entrara con rapidez a uno de los cubículos.

Espero que no se haya formado un moretón en mi nariz o también se sumaría a la lista de cosas que debo ocultar con maquillaje. Observo mi reflejo en el espejo y sí, tengo la nariz roja. Me arde, y mi cerebro no ve mejor solución que llorar. Ciertamente quisiera desaparecer y volver a la época donde no sabía ni siquiera escribir mi nombre.

Me rindo.

Guardo mi teléfono en mi bolsa, y me digno a hacer lo mismo con los productos de maquillaje que están distribuidos por el extenso tocador del baño. Aceptaré mi destino de ser la burla de la universidad.

La chica sale del cubículo limpiándose los labios. Miró el maquillaje que aún me falta por empacar y luego su vista se dirigió hacia mí, mientras se lavaba la boca y las manos con agua. Había vomitado, al parecer.

No sé si fueron mis ojeras, el moretón de mi nariz o mis ojos vidriosos lo que le hizo gracia, pero se rio.

—Un mal día, ¿verdad? —en el tono de su voz no había un ápice de burla, pero de todas formas no quise responder—. Déjame ver en qué te puedo ayudar.

—Está bien, no hace falta. —Continué recogiendo mis pertenencias.

Se secó las manos con papel higiénico y luego observó el maquillaje en el tocador.

—¡Esto! —dijo tomando con rapidez un corrector antes de que yo lo tomase— Es oscuro, es perfecto para tapar manchas, aunque, por supuesto, también voy a necesitar uno más claro para iluminar la ojera.

—No es nece...

Antes de terminar la frase, me quitó el estuche y comenzó a rebuscar en él. Sonrió satisfactoriamente al encontrar lo que buscaba.

—A ver.

Tomó mi rostro con firmeza y, agarrando una esponja para difuminar, comenzó a aplicar el corrector más oscuro en mis ojeras. Su rostro adquirió un semblante serio, como si así se concentrase mejor. Continúa con el más claro y se toma su tiempo en difuminarlo bien.

Se aleja un poco para tener una vista más amplia de cómo está quedando. Luego procede a tomar el rubor y colocarlo en mis mejillas y un poco en la nariz, supongo que para neutralizar la rojez de esta. Parece muy centrada en su trabajo.

𝐫𝐨𝐦𝐚𝐧 𝐞𝐦𝐩𝐢𝐫𝐞 (l. heeseung)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora