Capítulo 2

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La casa estaba casi en completo silencio, exceptuando el ronronear del señor Bigotes en mis pies. Al llegar a casa, le había contado todo lo que pasó, desde entonces ha estado bastante inquieto, parece más emocionado que yo. No paraba de moverse cuando mis uñas aún estaban húmedas del esmalte rojo. Muy a mi pesar, tuve que llevarlo a su jaula. Después arreglé el desastre en el que mis uñas se habían convertido.

Me miro en el espejo y sonrío, complacida. Mi cabello ondulado se desliza por mi espalda como una cascada brillante, y mis uñas perfectamente pulidas combinan a la perfección con mi vestido ajustado, corto y sin tirantes. Las plataformas blancas se ajustan a mis tobillos, enroscándose hasta los gemelos. ''Así se visten las mujerzuelas'', diría mi padre, pero está en uno de sus viajes de negocios, como siempre, demasiado ocupado como para prestarle atención a su hija

A veces me he preguntado cómo sería tener una madre. No solo la imagen que aparece en las películas o los libros, sino una de verdad, alguien que esté ahí, que te cuide. Que, cuando estés nerviosa por algo importante te ayude a elegir qué ponerte. Que te ate el cabello con paciencia, cuidando cada mechón, mientras te cuenta alguna anécdota graciosa de su juventud. Que te mire a los ojos y, aunque estés hecha un desastre por dentro, te diga que te ves hermosa, que lo que sientes es normal, y que todo va a salir bien, incluso cuando no lo crees.

Me imagino cómo se sentiría tener esos brazos rodeándome en los momentos más oscuros, susurrando que no estoy sola, que puedo con todo, y secando mis lágrimas cuando todo parece demasiado. Pero, en mi realidad, solo hay un vacío. Un eco de lo que pudo haber sido, y una voz en mi cabeza que me recuerda que, por mucho que lo imagine, esas palabras nunca llegarán. Y ese vacío... se siente tan inmenso que a veces me ahoga. Porque papá nunca ha sido así, ni lo será.

—¿Crees que le guste a Jake, señor Bigotes? —Señalo mi vestido y obtengo un ronroneo como respuesta.

Tomo al señor Bigotes del suelo. Lo acurruco en mis brazos y acaricio su pelaje manchado. Entonces escucho un Claxon proveniente de la calle. Dejo al gato en el suelo y este emite un quejido.

—Adiós, señor Bigotes.

Bajo las escaleras rápidamente. Abro la puerta y encuentro a Nara del otro lado, a punto de tocarla. Me sonríe y correspondo con la mía.

—¿Lista?

No.

—Sí.

***

La casa de Sunghoon estaba mucho más lejos de lo que había imaginado. Mientras el auto avanzaba por un camino largo y serpenteante, rodeado de árboles que parecían no tener fin, comencé a sentirme un poco nerviosa. Era extraño cómo, cuanto más nos alejábamos de la ciudad, más se intensificaba esa sensación de estar entrando en otro mundo. Un mundo al que no estaba segura de poder pertenecer.

Cuando llegamos, la casa me sorprendió. Era enorme, moderna, con grandes ventanales y un diseño que parecía sacado de una revista. Bajé del auto, respirando hondo, intentando ignorar la sensación de que tal vez todo esto era un error. La música provenía de adentro, pero no era lo suficientemente alta como para llenar el aire. Los árboles a nuestro alrededor se movían ligeramente con el viento, y un escalofrío me recorrió, pero no por miedo, sino por esa mezcla extraña de emoción y nerviosismo que sientes cuando estás a punto de hacer algo fuera de tu zona de confort.

Al entrar, la casa era aún más impresionante por dentro, con muebles elegantes y una decoración minimalista que contrastaba con lo abarrotada que me sentía entre todas esas personas. Aun así, algo me mantenía allí, como si, por alguna razón, esta noche fuera a ser mucho más que solo una fiesta.

𝐫𝐨𝐦𝐚𝐧 𝐞𝐦𝐩𝐢𝐫𝐞 (l. heeseung)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora