Me ajusto una vez más en el asiento del auto, pero no importa cuánto lo intente, no logro encontrar comodidad. Mis manos siguen temblando sobre el volante, incapaces de mantenerse quietas. El diagnóstico retumbaba en mi mente como un eco imposible de silenciar. Había leído aquel papel con la boca entreabierta, inmóvil. Delirio de persecución. Así lo había llamado el psiquiatra, pronunciándolo con esa calma estudiada, con ese desinterés disfrazado de empatía. 'No estás sola en esto', me había dicho, como si eso debiera tranquilizarme. Qué irónico, pensé, porque nunca en mi vida me había sentido más sola.
Observo la entrada de mi casa. Había llegado hace un rato, pero no me atrevía a bajar del coche, ahí estaba mi padre. No se interesaba mucho por mis cosas, pero en esta ocasión parecía más preocupado. Bueno, a su estilo. Me seguía con la mirada a todas partes, quería explicaciones. Esa era su forma de comunicarlo, pues no era de mucho indagar.
Suelto un suspiro y me dejo caer en el asiento, cierro mis ojos como si eso pudiera detener el frío que parece haber invadido mi piel desde hace semanas. ¿Y si todo está en mi cabeza? Esa pregunta me carcome desde que salí de la consulta. Quizás aquel espíritu, los extraños sucesos, todo lo que he visto, solo sea una distorsión. Una alucinación. Era más fácil pensar que estaba perdiendo la razón que aceptar que algo fuera de lo normal me estaba acechando, pero no podía creerlo del todo. No era tan sencillo. La sensación de ser observada, su voz en mi mente, sus movimientos, y su rostro, era demasiado real para ser simples alucinaciones.
El conflicto dentro de mí se volvía más grande cada vez que respiro. La lógica me dice que acepte el diagnóstico, que siga las indicaciones, que haga caso a lo que el psiquiatra me dice. Que me una a un grupo de apoyo, que deje de pensar en fantasmas, que todo está dentro de mi cabeza. Pero ¿cómo lo hago cuando la realidad y lo imposible se entrelazan de manera tangible?
Salgo del auto y me dejo llevar por la brisa fresca que golpea mi rostro. Miro a mi alrededor, buscando alguna sombra extraña, pero no veo nada. El diagnóstico flota en mi mente, tratando de explicarme lo que estoy sintiendo. Pero la verdad es que, aunque me esté volviendo loca, hay algo más profundo en todo esto.
Sigo caminando, pero ya no estoy tan segura de qué es real y qué no lo es.
***
─Nuestra nueva integrante, Lina, nos concederá el honor de poder escuchar su historia. ─anuncia la mujer de aspecto dulce y paciente. Me sonríe ampliamente y con mímicas de "tú puedes", me anima a hablar.
Todas me observan expectantes. Mi mirada rebota por todos lados, entre las caras extrañas, la decoración tan sobria del salón y las posibles salidas de emergencia. Me quedo en silencio sin saber que decir, ya que evidentemente no contaré la verdad. Nara y sus amigos no me creyeron, tampoco el psicólogo, el psiquiatra, y mucho menos lo haría mi padre, lo que me lleva a pensar que en realidad nadie lo haría.
─Vamos, Lina. No tengas miedo. ─Me dedica una mirada de compasión. Aquello ameniza la tensión de mi cuerpo, pero no los latidos del corazón.
Me presiono a mí misma para tratar de formular una respuesta, algo que me saque del aprieto. Intento hablar, pero únicamente logro proferir sonidos incoherentes. Se hace más evidente mi nerviosismo y eso me pone aún más nerviosa.
─bueno, yo...
El eco del salón hace que cualquier movimiento sea perceptible en cada oído, por lo que el ruido que hizo la puerta al abrirse captó la atención de todos en la sala, evitando que pudiera terminar la primera frase. Agradezco en mis adentros. La interrupción me daba unos segundos más para poder mejorar la mentira que le había lanzado a mi padre.
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𝐫𝐨𝐦𝐚𝐧 𝐞𝐦𝐩𝐢𝐫𝐞 (l. heeseung)
FanfictionLina nunca ha creído en las viejas historias sobre demonios, sin embargo, luego de terminar involucrada en un juego macabro, es innegable la presencia de aquel misterioso ente que la observa. "Su mayor deseo: su mayor perdición." Enhypen Fanfic...