Capítulo 3

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Takemichi comenzó a preguntarse si el tipo raro es en realidad un estudiante y no una especie de fantasma, ya que era la única persona con la que interactuaba. Aunque no le debería parecer tan sospechoso, él era un claro ejemplo de ser un marginado.

Hasta ese día, ambos se enroscaron en una especie de rutina. Una en la que el chico entra al aula unos diez minutos después del inicio de la sesión, toma asiento y le dirige una mirada que persiste hasta que el ojiazul voltea. Se observan mutuamente, el sujeto sonríe y él lo imita con cierta incertidumbre. Al final el pelinegro se recuesta sobre la mesa y se duerme.

Súper raro.

A veces el desconocido alzaba la cabeza antes de que Ryuguji concluyera su cátedra y decir que despertaba, es demasiado debido a que el chico no podía abrir bien los ojos. Sin embargo, este parece lo suficientemente despabilado y se despiden con un simple ademán.

Los dos parecen mudos, porque hasta ese momento, no se han dirigido alguna palabra. Takemichi no sabe cómo es el timbre de la voz del azabache y en verdad siente curiosidad.

Las veces que ha querido saludarlo o al menos presentarse, han sido muchas, pero antes de que algo salga de su boca, se acobarda y retrocede. Sospecha que el otro se ha dado cuenta de eso o tal vez es su imaginación aquel tinte de desilusión que capta en su expresión.

La cuestión aquí es que Takemichi tiende a sentirse nervioso con la gente guapa -con chicos en especial- y aquel tipo, no solo era atractivo, sino que los orbes oscuros que lo examinan siempre, le producen escalofríos que no sabe si son una buena o mala señal. El desconocido a simple vista se mira despreocupado, tranquilo y refrescante, en cambio al analizarlo con mayor detenimiento, es como si estuviera aparentando. Pues en sus ojos se hallaba cierta ferocidad.

Lo extraño de ese día, el siguiente y el que le siguió a ese, fue que el sujeto no apareció. A decir verdad, el tipo ni siquiera tomaba notas o algo; no obstante, de cierta forma Takemichi se acostumbró a su presencia.

Ahí se dio cuenta cuan abandonado se sentía.

*

Manjiro se encontraba de muy mal humor, no tenía por qué decirlo en voz alta, siendo que todos a su alrededor lo notaban. La realidad es que fue su culpa, pues se la pasó posponiendo uno de sus principales deberes como docente, que era calificar tareas. Estad se apilaron en su escritorio y para su sorpresa, estuvo poniendo muchas caritas felices lo que no le ahorró el trabajo.

Le gustaba cuando sus alumnos no pensaban con mucha lógica debido a que así le era más fácil y rápido concluir esa tediosa actividad. A pesar de eso, no ignoró el sentimiento de satisfacción, ya que todo indicaba que al fin los cerebros de los idiotas comenzaban a trabajar. Ya no les enseñaba a simios a sumar 1 + 1.

Por otra parte, les colocaba la carita triste a los que cometían pequeños errores en sus análisis que comprometían toda la respuesta; sin embargo, con un poco más de esfuerzo estarían a la par con los demás.

Y eso solo le indicaba que podría pensar en otro tipo de ejercicios para entretenerlos, subiría el nivel de complejidad ya que le estaban demostrando que no eran tan estúpidos como él pensaba.

Para cuando terminó al menos la mitad de su trabajo, su estómago comenzó a quejarse. Ya se había acabado la última bolsa de gomitas dulces que guardaba con tanto recelo en uno de los cajones de su escritorio. Tendría que salir a buscar más

La cafetería de la universidad sería su primera opción, por el contrario, el menú del día no era de su completo agrado y tendría que salir a la que se hallaba a unas cuadras.

Mientras andaba, decidió enviar un mensaje de texto a Kenchin, primero invitándolo a comer y esa era su mejor estrategia para que al final el más alto terminara pagando; no obstante, este le respondió que ya había almorzado.

Gravity |Tokyo Revengers|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora