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Perdón que casi no vuelvo! Hasta se me olvidó cómo editar y formatear diálogos, lol
Pero aquí un nuevo capítulo, algo corto pero igual candente.

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10. Atar a la otra persona como castigo.

Shikamaru lo permitió, por supuesto.

Aún había una gran cantidad de documentos para leer y sellar, pero Shikamaru no hizo ningún movimiento que advertiese incomodidad o gran molestia; simplemente protestó en un corto respiro mientras ella envolvía el cuello de él con sus manos, sin ejercer precisión.

—Mm, eso son para el Kazekage. Para mañana a primera hora.

—¿Oh? —Ella sonrió de lado, especialmente al ver que la aparente preocupación de Shikamaru por los papeles en su escritorio no era del todo seria; no cuando los oscuros ojos de él recaían sin vergüenza sobre los senos de ella, apenas envueltos en una fina bata—. No te preocupes, cariño. Estoy segura que puedo hablar con él.

—¿Así que simplemente dejo de trabajar?

Sí.

Shikamaru delizó sus manos detrás de la cintura de ella, bajando sus amplias palmas por la suave tela hasta ubicarlas justo encima de donde empezaban ambos gluteos. Tener a Temari sobre su regazo siempre se sentía muy bien.

—Dame una buena razón.

Temari bajó sus manos hasta ponerlas en los hombros de él y movió lento sus caderas, un suave vaivén hacia adelante y atrás, sintiendo de inmediato las manos de Shikamaru apretar más.

—No necesitas ninguna. Sólo tienes que hacer lo que quiero —susurró ella ahora contra los labios de él. Shikamaru llevó una de sus manos hasta agarrarla detrás de su nuca, jalándola hacia él hasta que sus bocas humedecieron a la otra, y el evidente afán en Temari hizo que sintiera una dolorosa pulsión dentro de sus pantalones. (Algún día iba a morir por ella, no?)

Shikamaru se apartó.

—¿Incluso por encima de documentos con información confidencial?

Ella dejó sus hombros para mover su propio torso un poco hacia atrás, una de sus manos buscando inmediato apoyo sobre el escritorio, consiguiendo con ello que un montón de apilados papeles cayeran sobre alguna parte del suelo.

Dejó de mover sus caderas, haciendo surgir desde lo más profundo de Shikamaru un gruñido. Pero incluso así él no quitó su mirada de la vista que Temari le ofrecía. Debajo de la tela, peligrosamente apartándose sobre la perfecta redondez de sus senos, era evidente cómo sus pezones apuntaban al cielo. Shikamaru la observó a los ojos por un momento antes de regresar su mirada allí.

—Eres una chica mala, ¿eh?

Ella no respondió; sólo reanudó el leve ritmo de sus caderas. Le encantaba la forma en que los dedos de él se hundían en su piel, o sentir la tensión y el incremento de sus músculos contra ella. También le gustaba la forma en que la besaba posesivamente como inmediata forma de atender a sus deseos.

Pero, más que nada, le encantaba cuando las manos de él se apartaban sólo para hacer cierto patrón familiar con sus dedos frente a ella, haciendo que sus pezones se endureciesen más como justo ahora.

Un silencioso sometimiento tal y como habían acordado tanto tiempo atrás.

Temari no vio desde dónde se creó; sólo sintió a la sombra comenzar a arrastrarse hasta su talón izquierdo, subiendo hasta hacer cosquillas detrás de su rodilla, provocando un pequeño jadeo en ella.

Cerró los ojos reflexivamente, un temblor apoderándose de ella cuando sintió la fría sensación colándose debajo de su bata, extendiéndose por su pecho, tocando sin reparo la sensible piel de ambos pezones.

—Respira —dijo Shikamaru suavemente, viendo cómo ella seguía su orden al expandir lentamente su pecho mientras respiraba profundamente—. Relájate y respira. Te daré justo lo que mereces; te haré sentir pena de salir mañana de lo ronca que estarás.

—Jódete. No va a pasar. —No pudo moverse más; sin embargo, abrió sus verde-azulados ojos para verlo con intensidad. Encontró los de él llenos de altanería, prometiéndole que en minutos iba a estar con sus manos atadas sobre ese mismo escritorio detrás de ella, él ubicándose en medio de sus piernas, llevándola al delirio, forzándola a gritar.

Ah, Temari amaba cuando él la ponía en su lugar.

Spicy | ShikaTemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora