Unas noches antes...
La tormenta no daba tregua, las gotas de lluvia se deslizaban pesadamente por los cristales de las ventanas en el elegante pero minimalista departamento de Anthea. Las luces tenues y el suave murmullo de la música de fondo le daban al lugar un ambiente cálido y acogedor, muy en contraste con el clima exterior. Mycroft estaba sentado en el sofá, algo que no hacía con frecuencia en espacios tan casuales. Sin embargo, esta noche era diferente. Era una de esas raras noches donde él, Anthea, y la lluvia eran los únicos testigos de su conversación.
Anthea, descalza y vestida con un conjunto cómodo, se dejó caer en el sillón junto a Mycroft. Era un raro espectáculo verlo así, con la chaqueta de su traje colgando del respaldo de una silla cercana, la corbata ligeramente suelta y las mangas arremangadas. Incluso el hombre de hielo tenía que ceder a veces, y hoy era una de esas excepciones.
—Debo decir, Mycroft, jamás imaginé que terminaríamos teniendo una... ¿cómo llamarlo? ¿Pijamada? —Anthea sonrió de manera juguetona, sirviendo dos copas de vino y ofreciéndole una a su jefe, pero sobre todo, a su amigo.
Mycroft tomó la copa con una ligera inclinación de cabeza, su habitual control intacto, aunque sus ojos revelaban el más leve indicio de cansancio.
—Lo llamaría una coincidencia forzada por las circunstancias climáticas —replicó con su tono usualmente frío, pero había algo en la forma en que lo dijo que dejó ver una pequeña grieta en su fachada. Anthea lo notó, como siempre lo hacía.
—¡Oh, por favor! —dijo Anthea, acercándose más a él, metiendo sus pies bajo su propio cuerpo en el sillón—. Lo que pasa es que a veces necesitas relajarte, Mycroft. Y, francamente, ¿cuándo fue la última vez que te permitiste disfrutar de algo sin pensar en la Reina o en alguna amenaza secreta?
—No es algo que me interese hacer —dijo él, llevando la copa a sus labios sin dejarse intimidar por el tono amistoso de Anthea—. El mundo siempre está en movimiento, incluso cuando llueve.
—¿Incluso cuando llueve? —se burló ella suavemente, apoyando la cabeza en su mano mientras lo miraba con esos ojos que sabían demasiado—. A veces creo que olvidaste cómo ser un ser humano normal, Mycroft. Por cierto... —hizo una pausa dramática, cambiando de tema con la habilidad de alguien que siempre está un paso adelante—. Hablando de relajarse... ¿cuándo fue la última vez que te interesaste en alguien?
Mycroft alzó una ceja, pero no respondió de inmediato. La miró de reojo, con esa mirada que parecía atravesar a cualquiera, pero Anthea no era "cualquiera". Ella conocía esos trucos.
—No hay tiempo para eso —contestó al final, escueto, sin siquiera molestarse en dar más detalles.
Anthea sonrió, tomando la lima de uñas de su bolso. Se acomodó frente a él y le hizo un gesto con la mano.
—Oh, claro, claro. Siempre tan ocupado salvando al mundo... Déjame adivinar, ¿también investigabas a Greg Lestrade solo porque es parte del trabajo, verdad? —mientras hablaba, empezó a tomar la mano de Mycroft y a limarle las uñas con una destreza y familiaridad que mostraba cuántas veces habían repetido esta rutina.
Mycroft la observó sin mover un músculo, pero había un leve brillo en sus ojos. Esa era una conversación que no deseaba tener, pero que sabía que no podría evitar.
—Greg Lestrade es un inspector competente, si eso es lo que insinúas —respondió de manera metódica, con su mano aún bajo el dominio de Anthea mientras esta seguía con su maniobra de "manicura de emergencia".
—Competente, sí. Y también... atractivo, ¿no? —Anthea alzó la vista solo un momento para ver la reacción de Mycroft, pero como siempre, él era una muralla.
—Mis intereses no son relevantes. No es parte de mi trabajo "interesarme" en él —Mycroft contestó de manera directa, pero había una sutil tensión en su tono que Anthea no dejó pasar.
—Ajá... ¿y esa investigación extra que hiciste sobre él? —ella jugueteaba con la lima entre sus dedos, sonriendo de manera traviesa—. Te vi mirando fotos, Mycroft. No puedes engañarme, por mucho que lo intentes.
Mycroft suspiró, exasperado, pero resignado a seguir con el juego.
—Estaba revisando a las personas cercanas a Sherlock. Eso incluye a Lestrade. No tiene ningún otro significado.
Anthea rió suavemente mientras terminaba de darle el toque final a sus uñas. Luego le aplicó un poco de esmalte transparente con precisión quirúrgica.
—Ay, Mycroft... —se recostó contra el respaldo del sillón, mirando el techo—. A veces eres tan complicado. No te vendría mal una distracción... y Greg, bueno, él no parece del todo mal, ¿no?
—Lo dudo —Mycroft respondió secamente, llevándose la copa de vino a los labios.
—Oh, venga. No soy tonta —insistió Anthea, rodando los ojos—. Además, ¿qué te cuesta? Alguien como tú también necesita algo de diversión... aunque te cueste admitirlo.
Mycroft no respondió de inmediato. En lugar de eso, dejó que el silencio se instalara por un momento, mirando el brillo en sus uñas recién arregladas. Sabía que no podía ganar esta batalla, no con Anthea.
—Si alguna vez necesitara distracción —dijo finalmente—, te aseguro que no sería en la forma que tú insinúas.
—Claro, Mycroft. Lo que digas —Anthea se rió una vez más, levantándose del sofá—. Pero tarde o temprano, alguien va a atravesar esa coraza tuya. Quizás no hoy, ni mañana... pero todo el mundo cae eventualmente.
Mycroft observó cómo ella se alejaba, y por un instante, una sonrisa casi imperceptible apareció en sus labios.
—Quizás... pero no hoy.
Y así, la noche continuó, con la lluvia como testigo de un momento que, aunque casual, parecía tener implicaciones mucho más profundas de lo que ambos admitían.
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Deshielando Al Hombre de Hielo
FanfictionMycroft Holmes, siempre tan frío, calculador y reservado, no ha dejado que las emociones lo dominen en toda su vida. Para el poderoso hermano mayor de Sherlock, los sentimientos son una debilidad que no puede permitirse. Sin embargo, cuando Greg Les...