Capitulo 6

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El traqueteo del carruaje resonaba en los oídos de Penélope, como un eco interminable que parecía acentuar el malestar que sentía desde hacía semanas. La joven Featherington observaba el paisaje pasar por la ventana, su mente difusa entre pensamientos sobre su frágil estado de salud y la inevitable llegada a Londres. La ansiedad era palpable en su pecho. Desde la muerte de su padre, y sumado a las constantes crisis económicas que enfrentaban, su familia ya no podía permitirse lujos como revisiones médicas periódicas. Pero Penélope no podía culpar a su situación económica únicamente; parte de la culpa también recaía en ella. Su vida, envuelta en los deberes y secretos de Lady Whistledown, había dejado de lado su propio bienestar.

Aquel agobio no se lo había permitido hasta ahora, cuando su propio cuerpo empezaba a darle señales de que ya no podía seguir ignorando el malestar que la invadía. Mientras observaba los campos pasar desde la ventana del carruaje, no solo sentía el peso de su salud, sino también la pesadumbre de regresar a Mayfair. Habían pasado meses desde su partida, y el solo pensamiento de enfrentarse a los Bridgerton, en especial a Eloise, le arrancaba un suspiro cargado de tristeza. No sabía si el tiempo había apaciguado la tormenta que se había desatado entre ellas, pero sí sabía que uno de los motivos de su huida al campo, Colin Bridgerton, no estaría presente. A Colin siempre le había encantado viajar, y aunque la sola mención de su nombre aún hacía latir su corazón, Penélope sentía que debía desprenderse de esos sentimientos. Él jamás la miraría de la forma en que ella lo miraba.

Enfrentar la realidad era doloroso, pero más doloroso era tratar de ignorarla.

Mientras sus pensamientos vagaban, Penélope dirigió su mirada hacia el otro lado del carruaje, donde su madre, Portia Featherington, dormía profundamente. Las pequeñas líneas de su rostro, esas arrugas que generalmente permanecían ocultas bajo la máscara de autoridad, se hacían visibles en aquel momento de quietud. Penélope se encontró observándola detenidamente, su corazón encogido por la preocupación. Portia no era una madre demostrativa en cuanto a afecto, pero, de algún modo, siempre había cuidado de sus hijas, aunque fuera con estrictas normas que a menudo parecían opresivas. Ahora, al ver a su madre en ese estado de calma, Penélope no podía evitar sentirse culpable. Sabía que su enfermedad estaba afectando a su madre más de lo que Portia jamás admitiría.

Esa misma mañana, antes de emprender el viaje, había ocurrido algo que la desconcertaba. Rae, su doncella, había llegado con un vestido diferente a los que estaba acostumbrada. No era el típico vestido amarillo, lleno de adornos y detalles innecesarios que Portia siempre insistía en que usara. En su lugar, era un sencillo vestido blanco de seda, ligero y cómodo.

-¿Este vestido? -preguntó Penélope a Rae, mientras la doncella ajustaba los botones en la parte posterior.

-Su madre me pidió que se lo trajera, señorita -respondió Rae, dando un paso atrás para observar el resultado final.

Penélope miró su reflejo en el espejo, sorprendida. Siempre había odiado los vestidos amarillos que Portia insistía en que usara, creyendo que los colores brillantes harían que pareciera más alegre y atractiva a los ojos de la sociedad. Pero para Penélope, aquellos vestidos solo la hacían sentir más invisible, como si los intentos de su madre por "mejorarla" no hicieran más que empeorar su aislamiento.

El cambio repentino en la elección de su ropa la alertó de que algo estaba pasando. Más aún cuando Rae comenzó a peinarle el cabello. Normalmente, su madre exigía que su cabello cobrizo y rizado fuera recogido en complicados peinados, decorados con adornos ostentosos para distraer la atención de su indomable melena. Sin embargo, esa mañana, Portia había dado instrucciones de que el cabello de Penélope quedara suelto, sin nada que lo restringiera.

Penélope observaba el cambio con una mezcla de confusión y preocupación. ¿Por qué su madre estaba siendo tan... permisiva? No estaba acostumbrada a este tipo de decisiones por parte de Portia, y aunque agradecía la comodidad, no podía evitar sentirse un poco intranquila.

Un recuerdo llamado "Nosotros"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora