—¡Quieta ahí! —me señala con un dedo y su orden no acepta una negativa, me quedo mirándolo cruzar el parking oscuro hasta llegar a mi puerta.
Pero no estaba preparada para que me cargara en su hombro como un saco de patatas.
–¡MARCO, PESO DEMASIADO, BÁJAME! —intento golpearle la espalda pero es inútil.
—Cariño, no tengo la culpa de que hayas salido con un tirillas, tu peso es perfecto para mí —su mano me azota las nalgas con descaro mientras oigo su risa ronca.
Mi cabello cae desparramado hacia delante y tengo que sujetarme el pecho para que no me duela por la fuerza de la gravedad, dejándome indefensa.
—Uff —jadea. —Una maldita tentación —su voz susurra cuando entramos al ascensor y sus dedos juegan entre mis muslos, sonrojándome hasta las pestañas cuando consigo mirar por un lado y veo el reflejo de mi trasero en el espejo.
–¡Marco! —mi voz es un gemido sugerente y lo único que consigo es que me vuelva azotar, enviando espasmos a mi clítoris.
Mete dos dedos en mi coño húmedo y siento sus dientes clavarse en mi muslo antes de que el ascensor se detenga en la última planta.
—Vamos a volver a este jodido ascensor —murmura. —Necesito ver este culo más tiempo —me agarra la nalga entre sus dedos y su voz se vuelve oscura y peligrosa, apretando la mandíbula.
—¡BÁJAME! —grito susurrando cuando oímos voces por el pasillo, ya es bastante indecoroso que me lleve como un saco de patatas como para que alguien vea mi trasero al aire.
Y obedece sonriendo, ofreciéndome su chaqueta que lleva agarrada en la otra mano. Me cubro como una exhalación, justo antes de que una pareja de ancianos nos salude al pasar.
Lo miro con una rabia que no siento y los brazos cruzados sobre el pecho mientras se aguanta la risa, formando arrugas alrededor de sus ojos, quitándome el aliento.
—¿Vives aquí? —mi voz suena llena de sorpresa cuando abre la puerta de su apartamento y la luz de la ciudad se filtra por los grandes ventanales, iluminando un gran salón con una cocina americana.
Marco se gira con la ceja levantada y media sonrisa en el rostro.
—¿Donde pensabas que vivía? —deja las llaves sobre la encimera y me sonrojo por mi pregunta. —¿En una cueva?
—Bueno —camino hasta el ventanal con vistas a un gran parque, extendiéndose la vista hasta el otro lado de la ciudad, de día tiene que ser precioso. —En una cueva no, pero tampoco te imaginaba en una casa tan —dudo. —¿Romántica? —hago un gesto con la mano, señalando a mi alrededor.
—¿Romántica? —saca una cerveza de la nevera y se sienta en un taburete en la isla de la cocina, apoyando sus codos sobre el frío azulejo. —Solo tú podrías ver la parte romántica de una casa —pone los ojos en blanco mientras le da un trago a la bebida.
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Una Joven Tentación (+18)
Romance¿Que harías si te enamoras del hombre encargado de protegerte?