capítulo 2

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La mañana había sido una locura. Amanecí con la cabeza que parecía querer explotar por los dolores que me estaba consumiendo antes de tomarme la aspirina. Mis ganas de levantarme de la cama era más que mínimas. Mi cuerpo entero parecía haberse caído de un décimo piso.

Aunque la mala cara de Daniel no era algo que se pueda ignorar por más que lo intentaba.

—Ya me disculpé. —hablo poniéndome un par de zapatos que por suerte, había olvidado aquí.

La casa de Daniel se podría decir que era como mi segunda casa. Tenía ropa, zapatos, atuendos decentes que muy pocas veces uso. Algunas cosas que me ha comprado él, mi propia habitación, y lo más importante, cepillo de dientes y desodorante.

Si faltan esos dos la casa no es un hogar.

—Tus disculpas no van a lavar mi auto. —protesta guardando un vestido rojo en mi maleta —Además, no sabes lo frustrante que fue cargarte dormida sabiendo que manchaste mi auto.

—Fue sin querer. —me pongo el otro zapato viendo su mala cara.

—Yo te vi con muchas intenciones Sharoncita. —suelto un suspiro antes de ponerme de pie alejándome de la cama —Ayer casi te me caes de las escaleras y si hubiera pasado un, "fue sin querer". No te va a quitar el enojo.

Menos mal que él lo sabe.

—Claro que sí. —miento.

—Una ves me bloqueaste dos meses porque tenía novia. —me recuerda.

—La elegiste a ella antes que a mí.—me encojo de hombros fingiendo que no tiene importancia.

—¡Solo te dije un día que no podía salir contigo! —levanta un dedo —¡Un día Sharon!

—Exacto. —le señalo —La elegiste a ella.

Ya era más de las tres de la tarde. Me había pasado todo el día en la cama mientras Daniel me diagnosticaba todos los medicamentos que le salían en Internet con miedo a que me subiera o bajara la glucosa. ¿Cómo sigo viva? Un misterio para el mundo.

Al pararme frente al espejo mi imagen no era la más bonita que digamos. Mi pelo parecía una maraña de rizos castaños que sufrieron un ataque de pájaros. Hago una mueca antes de buscar una toalla y colocármela alrededor del cuello e ir al baño y mojarlo. Al ver mi reflejo se vio una pequeña mejora.

Después de empezar a dividirlo en tres sesiones, agarré un peine de dientes ancho, la crema que había dejado en mi última visita y con toda la paciencia del mundo (que no tenía) empezar a rizarlo.

Esas personas que dicen que quieren el pelo rizado no saben lo que dicen. No saben lo frustrante que es levantarte pareciendo un espantapájaros y definírtelo para que se vean desente. Sobre todo cuando me dicen, "que suerte, no te tienes que peinar." En esos minutos hago más brazos que Daniel en el gimnasio.

—¿Dónde está el secador? —cuestiono en el marco que separa el baño de la habitación.

—Donde lo dejaste —dice lanzando unos pullovers.

—Si supiera donde está no te preguntaría —suelto acercándome a la cómoda junto al armario antes de empezar a abrir los cajones.

—Entonces búscalo...

Después de encontrarlo en el quinto. Empiezo a hacer scrunch de cabeza ahí mismo con la toalla para que los rizos se me definan un poco más antes de empezar a secarme el pelo.

Solo nos quedaba unos treinta minutos para llegar a la Compañia donde nos espera nuestro vuelo y de viaje hasta allá, son unos veinte minutos en auto. Después de contarle a Daniel lo que pasó ayer, él me explicó acerca del viaje. Vanessa, mi mamá, hace como tres años patrocina una banda que por lo visto ha alcanzado fama y exito. Mi relación con la música no es tanta, por lo que no es casualidad que siquiera sepa quienes son. Al tener éxito, o por lo que me dijo Daniel, les programó un viaje de vacaciones en una isla. Claramente donde yo iría como las representante de las Hewitt, y el chico que está preparando mi maleta lanzando todo lo que se encuentre, como mi ayudante.

Un Mes a tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora