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Duxo y sus amigos están llenos de emoción ante la llegada de Aquino, quien prometió volver después de casi un año de ausencia. Sin embargo, el mundo que dejaron atrás ya no es el mismo. La partida de Aquino y el incidente que provocó han cambiado por completo la percepción de los humanos hacia los monstruos, especialmente hacia los vampiros. La situación es tensa: las calles, usualmente vibrantes, ahora están vacías y patrulladas por policías atentos a cualquier signo de actividad inusual. Hay un ambiente de desconfianza y temor que ha convertido a la ciudad en un lugar inhóspito.
Duxo siente una profunda culpa, aunque sabe que los eventos que llevaron a este cambio están fuera de su control. Él y sus amigos confiaron en que Aquino podría controlar sus impulsos y que no ocurriría ningún daño, pero la realidad fue distinta. Todos cargan con el peso de haber fallado, ya que no lograron proteger ni a Aquino ni a la gente a su alrededor. Lo que antes eran rumores y miedos infundados sobre los monstruos, ahora parece haberse vuelto realidad.
A pesar de todo, lo único que Duxo y sus amigos pueden pensar es en el regreso de Aquino. Los meses de espera han sido difíciles, pero la esperanza de ver nuevamente a su amigo y ser amado es más fuerte que el miedo y la desconfianza que ahora los rodean.
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Duxo, después de tantos meses sumido en la soledad y la tristeza, sigue aferrado al amor que siente por Aquino. Aunque los días han pasado con el peso de la culpa y las noches han sido un consuelo entre lágrimas y pensamientos, su corazón sigue perteneciendo solo a él.
A pesar de la distancia y del tiempo que ha transcurrido, Aquino sigue siendo esa chispa en su interior que se niega a extinguirse. Cada poema, cada palabra escrita en su cuaderno fue un recordatorio de ese amor imposible de olvidar. El dolor de la espera ha sido duro, y la culpa solo hace que su amor sea aún más profundo, marcado ahora por el deseo de que su reencuentro sea tan fuerte que lo borre todo: las ausencias, las lágrimas y los temores.
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Después de lo que parecieron horas caminando, al fin llegaron a ese lugar que Duxo guardaba tan vívido en su memoria: el sitio de la fiesta de disfraces donde lo había conocido. Cada rincón traía de vuelta recuerdos intensos. Aunque el bullicio de esa noche no estaba allí, el espacio mantenía la misma magia.
Las luces cálidas iluminaban los árboles, y el ambiente, aunque tranquilo, tenía una chispa especial, como si todo el lugar estuviera esperando algo. Pocas personas deambulaban cerca, pero Duxo no podía apartar la vista del lugar donde Aquino le sonrió por primera vez. Era como si el tiempo no hubiera pasado; el aire estaba lleno de promesas, y él sintió una mezcla de esperanza y nerviosismo. Por un momento, todo el dolor y el tiempo parecían desvanecerse, y sólo quedó el recuerdo de esa noche que había cambiado su vida.
