Cicatrices del pasado

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A pesar de lo bien que me hacía sentir Javier, no podía evitar que Lukas siguiera presente en mi mente. Era como un eco lejano que no podía silenciar. Habían pasado meses desde la última vez que lo vi, desde que me mudé, pero los recuerdos seguían frescos, casi como si todo hubiera pasado ayer.

Un día, mientras caminábamos de regreso a casa después de clases, Javier notó mi silencio habitual.

—¿Hoy es uno de esos días, no? —preguntó, con esa tranquilidad que lo caracterizaba.

—¿Qué días? —respondí, aunque sabía perfectamente a qué se refería.

—Esos en los que estás atrapada en el pasado. Donde él aparece sin que lo invites —dijo, mirándome de reojo mientras seguíamos caminando.

Suspiré. No tenía caso negarlo.

—Sí... supongo que hoy es uno de esos días —admití.

Nos sentamos en un banco del parque, en silencio, hasta que finalmente me armé de valor para hablar.

—Lukas fue... lo más importante en mi vida por muchos años. Crecí con él, lo conocía mejor que a nadie, y creía que sentía lo mismo por mí. Pero todo cambió cuando apareció ella —dije, sin mencionar su nombre.

Javier mantuvo su mirada fija en mí, pero no me interrumpió.

—Heather. Ella era diferente, alguien que nunca pude ser. Y Lukas se enamoró de ella sin siquiera darse cuenta de que yo siempre había estado ahí. Supongo que lo que más me dolió fue ver cómo la elegía una y otra vez, mientras yo solo era "la amiga de siempre".

—Debe haber sido muy difícil para ti —dijo Javier, con empatía en su tono.

—Lo fue. Nunca me había sentido tan... invisible. Y cuando finalmente tuve el valor de decirle lo que sentía, fue demasiado tarde. Me rechazó y, poco después, me mudé. Pensé que alejarme de él haría que todo doliera menos, pero no es así —confesé.

Javier se quedó en silencio unos instantes, reflexionando antes de hablar.

—A veces, alejarte no es suficiente para sanar. El dolor sigue allí, aunque estés a kilómetros de distancia. Pero eso no significa que nunca vayas a superarlo. Solo que lleva tiempo —dijo, con una sabiduría que parecía venir de la experiencia.

Lo miré, conmovida por sus palabras.

—¿Tú has pasado por algo así? —pregunté, genuinamente curiosa.

Javier asintió, mirando hacia el horizonte.

—Sí, algo similar. Alguien que significaba mucho para mí decidió que yo no era lo que quería. Me tomó tiempo aceptarlo, y aunque dolió, ahora lo veo de una manera diferente. A veces, el amor no es suficiente si no es mutuo —dijo, con una sonrisa melancólica.

—¿Cómo lo superaste? —pregunté, desesperada por algún consejo que pudiera aplicarme.

Javier se encogió de hombros, como si fuera algo tan sencillo, pero su mirada revelaba que había sido todo lo contrario.

—Con el tiempo. Y con la ayuda de personas que me apoyaron, que me recordaron que valgo más de lo que esa persona vio en mí. Creo que es lo mismo para ti, Violeta. No puedes vivir esperando que el dolor desaparezca de un día para otro, pero puedes rodearte de personas que te ayuden a sanar —dijo, con una calidez que me tocó profundamente.

Le sonreí, agradecida.

—Tienes razón. Y creo que, en parte, tú has sido esa persona para mí —dije, sinceramente.

Javier me devolvió la sonrisa, y por primera vez, sentí que tal vez, solo tal vez, estaba lista para comenzar a dejar ir.

—Sabes que siempre estaré aquí, ¿verdad? —me dijo suavemente.

Asentí, mirando cómo el sol comenzaba a ocultarse detrás de los árboles.

—Lo sé. Y eso es algo que valoro más de lo que puedas imaginar —respondí.

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A partir de esa conversación, nuestras charlas se volvieron más profundas. Javier nunca intentaba apresurarme ni esperaba que me olvidara de Lukas de un momento a otro, pero cada vez que hablábamos, me ayudaba a ver las cosas desde una perspectiva diferente. Me daba cuenta de que, aunque Lukas había sido una parte importante de mi vida, no tenía que seguir siendo el centro de ella.

Días después, mientras tomábamos un café en nuestro lugar habitual, Javier rompió el silencio de una manera inesperada.

—¿Has pensado en escribir todo lo que sientes? —preguntó, mirándome con interés.

—¿Escribir? —dije, sorprendida.

—Sí, podría ser una manera de dejarlo ir. A veces, poner todo en palabras puede ser terapéutico. No tienes que mostrarle a nadie lo que escribes, pero tal vez te ayude a procesarlo —sugirió.

Lo pensé por un momento. Ya había escrito sobre Lukas en mi libreta, pero siempre de una manera dolorosa, como si cada palabra fuera una herida abierta.

—Podría intentarlo —admití—. Aunque no sé si realmente me hará sentir mejor.

—No tienes que hacerlo perfecto, solo hazlo. Escribe todo lo que sientas, sin filtros —me dijo, con esa seguridad que siempre me inspiraba.

Lo miré a los ojos y, por un instante, sentí que tal vez Javier tenía razón. Quizás escribir podría ser el comienzo de mi proceso para dejar atrás el pasado, para liberarme de Lukas, de Heather, y de todo lo que alguna vez me hizo sentir insuficiente.

Javier no era Lukas, y tal vez eso era lo que más necesitaba en ese momento.

Heather ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora