capítulo diecinueve.

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Cherry.

Recarga su cabeza contra la del azabache, cerrando el libro y tirándolo en la mesa que estaba a su lado, estirándose en el sillón

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Recarga su cabeza contra la del azabache, cerrando el libro y tirándolo en la mesa que estaba a su lado, estirándose en el sillón.

Tomando en cuenta en que ____ ya se pegó el estirón y dejó de ahogarse de la risa a cada que a Cinco se le salía un gallo, suponen que ya cumplieron los veintiuno, salieron de la adolescencia. Su larga y trágica adolescencia.

Aunque tampoco importaba.

Aprendieron muchas cosas en esos casi ocho o siete años que han vivido en ese mundo apocalíptico; Cinco ya no usa tantos sus poderes, ya que aprendió a disfrutar las pequeñas cosas y disfruta de cierta manera los paseos a pie, además de tener un novio que es investigador, borracho e intento de físico, se volvió médico al curar cada una de sus heridas o enfermedades.

Se amaban mucho.

De alguna manera, ____ seguía siendo el muro emocional de Cinco, donde éste podía apoyarse en su hombro y largar todo, ya sea hablando o quedándose seco llorando. Era las rocas al rededor de la playa en la cual el mar podría chocar y chocar, y seguirían ahí.

De alguna manera, esto perduraría para siempre.

Cinco lo protegía mucho; demasiado.

Procuraba que ____ nunca pasará frío, que no se lastimará, que no estuviera solo en ningún momento.

No lo culpa, sabe que a diferencia de él, el oji-verde nunca estuvo solo realmente. Aunque se quejó de sus hermanos por mucho tiempo, después le admitió que los extraña con el alma.

Lo encontraba algo exagerado al inicio, pero luego lo entendió bien cuando Cinco se demoró unas horas más de lo normal en dar su ronda habitual de seguridad en el perímetro, fue que sintió el pavor que el oji-verde sentía cada que él salía sin hacer ruido de la biblioteca.

Cuando volvió, le pegó un par de veces en el pecho y luego un dormilón en el brazo que a Cinco le sigue hormigueando el brazo de vez en tanto, para después abrazarlo y llorar contra su pecho.

Pasada la emoción, se enojó con él y no le habló por el resto del día.

Cinco no comprendía sus cambios de ánimo; en un momento lloraba y lo abrazaba diciéndole que lo amaba y que tenía miedo a perderlo, y al otro le decía lo imbécil que fue y le hacía la ley del hielo.

Pero le divertía.

─Pero respondeme... ─susurró contra su cuello, jalando levemente su ropa.

El mayor suspira, odia que Cinco haga eso, le molesta el escalofrío que siente en la espalda.

─¿Qué cosa quieres que te-...

─¡No me grites soy una perdona igual que tú! ─lloriquea, haciendo como que le dolía el tono─. ¿Por qué siempre me tratas así? Ya no me quieres...

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⏰ Última actualización: Oct 26 ⏰

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