La señora, esbelta y con rostro no muy agraciado, caminaba por el hogar, dando la impresión de estar patinando, conociendo cada rincón de su morada, no perdió tiempo en reunir las especias que necesitaba para preparar una "delicia culinaria", como lo describía su esposo, se apresuró en calentar el agua, colocar con sutileza las tazas tradicionales de té e improvisar bocadillos que sirviesen como introducción al plato principal.
Las trenzas que llevaba se extendían hasta converger cerca a su frente para luego caer simétricamente, como persianas, bordeando sus puntiagudas cejas, y decorando sus prominentes pómulos.
Las ventanas vibraban al son de una melodía aguda, provenía de un silbido, mientras el sonido incrementaba, la mujer se desesperaba. El agua hirvió, la olla de los frejoles escupió humo, y el arroz burbujeó.
El momento fue preciso, los platos se encontraban sobre la mesa, la comida estaba lista y, por suerte, nada resulto quemado, hizo una oración, sonrió para sus adentros y quedo parada frente a la puerta de entrada, esperando, solemne.
Las llaves se tocaron, disparando sonidos finos y agudos. Anunciaban la entrada del marido.
La puerta se abrió.
-¡Mujer! ¡OH, es TERRIBLE!- anunciaba el hombre barbón, gozaba de un cuerpo ancho, fraternal para la comunidad y colocó su abrigo sobre una mesita con forma circular.
-Por aquí, querido.- la mujer angustiada, señaló la zona donde debía de sentarse.
La mesa, lucía un espléndido brillo purpura, había sido tallada en piedra por el padre de su esposo. La temerosa ama de casa, sirvió el té, extendió unos palillos a cada uno y se acomodó sobre el gélido piso después de que su marido hiciera lo propio.
El adulto emitió un suspiro prolongado y voraz.
-Después de ti, mi señor.
-Gracias, amada Dary.
Daraza, la cónyuge del corpulento varón, no tenía mas de 40 años y su marido rondaba por la misma edad, comenzó a comer una vez su esposo dio el primer bocado, el hombre se manchó con la salsa artesanal, hecha de frutos agridulces jonios y pedazos de arroz quedaron atrapados en la mesura de su barba.
Ella se apresuró en terminar su plato, porque cuando él acabara, empezaría una plática, y si ella no participaba...Se enojaría y se iría del hogar, nadie, ni sus amigos, familiares, ni ella, nadie sabía en que lugares merodeaba, pero al día siguiente llegaba pálido, como si poseyera la última gota de su energía vital y estuviese a punto de morir.
El primer día que ocurrió eso no supo como reaccionar, tan pronto como fue abierta la puerta el gigante se desplomó, aplastándola y asfixiándola, para su suerte, logró quitárselo de encima y proporcionarle cuidados con plantas medicinales, se formulaba miles de explicaciones pero ninguna era convincente, y, cuando ella, con preocupación, preguntó a su marido, en su rostro, el terror se tatuaba sobre sus oscuras arrugas, exhalaba miedo e inhalaba pánico. Se limitó a mirarla, pero no a ella, dentro de ella .
Como si estuviera desnuda.
Como si la estuviesen violando.
Muerta.
Tan pronto como ella acabó, limpió su plato, ordenó la mesa, y recogió los cubiertos de su esposo, quien había acabado segundos después.
-¡Han! ¡Cuéntamelo!- rogó la mujer, mientras se acomodaba con sutileza sobre el suelo ahora tibio.
-¡OH! ¡Jo, Jo, Jo! Ya te veo, ya te veo. Bien, aquí voy.- se limpió la barba con el trapo de seda que su esposa le brindó y comenzó.
-He pagado los servicios de los Yánléi.- dijo seguido de un sonido de alivio, lo decía como si hubiera liberado una carga pesada.

ESTÁS LEYENDO
kayn x zoe
FanfictionParodia y fan-fic que deberías de denunciar. Portada hecha por mi.