En un futuro distante, la humanidad ha sido llevada al borde de la extinción por un enemigo desconocido: los Gauna, criaturas alienígenas que devoran todo a su paso. Para sobrevivir, los últimos vestigios de la raza humana se han refugiado en Sidoni...
Una Aclaracion antes de iniciar el capitulo, el nombre Kobayashi suena "Kobaiashi" Para que no haya problemas en la pronunciacion. La "Y" suena como "i" al menos en su nombre.
Kobayashi abrió los ojos lentamente, el brillo pálido del sol filtrándose a través de las persianas metálicas de su pequeña cabina en Sidonia. El suave zumbido de los sistemas de soporte vital y los murmullos lejanos de la ciudad-vertical lo rodeaban, recordándole que otro día comenzaba en la inmensidad del espacio. De figura alta y esbelta, se sentó en el borde de la cama, frotándose los ojos mientras su mente aún flotaba entre el sueño y la vigilia. Observo el dia, era el 9 de agosto del 3386.
Era una mañana más, monótona, sin sobresaltos, y sin embargo, algo en el aire se sentía diferente. Mientras se vestía, la sensación de rutina fue reemplazada por una punzada en su memoria, una que había aprendido a ignorar con el tiempo, pero que hoy no podía evadir.
Kobayashi detuvo sus movimientos, inmóvil, mientras su mente se deslizaba sin permiso hacia el pasado, hacia ese día hace veinte años, cuando su compañero y amigo Hiroki Tanikaze se deslizo por las tuberías con un bebe humano, escapando de los soldados, pero por sobre todas las cosas, escapando de ella.
Un suspiro resonó en la habitación efectuado por ella —Recordar esas cosas de la nada— dijo para si misma cerrando los ojos. Sabía que debía dejarlo atrás, como siempre lo hacía. Pero hoy, algo en la memoria se aferraba a él con más fuerza de lo habitual. Peino su cabello negro hacia atrás, haciendo una cola de caballo, vistió su uniforme y se coloco su mascara dando una impresión de autoridad fría y distante. Salió de allí y se dirigió hacia el Puente de Mando.
El eco de los pasos de Kobayashi resonaba a lo largo del estrecho pasillo metálico que conducía al puente de mando de la Sidonia. Cada golpe de sus botas contra el acero era un recordatorio del peso de la responsabilidad que llevaba sobre sus hombros. El zumbido constante de los sistemas vitales de la nave le resultaba casi imperceptible a estas alturas; lo había escuchado durante tanto tiempo que ya formaba parte de su misma esencia, como el latido de un corazón. Su rostro permanecía oculto tras la máscara que nunca se quitaba en público, una barrera entre ella y la tripulación, reforzando la distancia que mantenía entre su autoridad y la humanidad que alguna vez fue más visible.
Al entrar en el puente, la atmósfera cambió instantáneamente. Los murmullos de los oficiales trabajando en sus estaciones se disiparon como el humo, dejando un silencio tenso que llenó la sala en un instante. Seii, su oficial estratega, es un hombre alto con cabello blanco y ojos azules, que portaba el uniforme de Capitán. estaba de pie cerca del centro, revisando un panel de datos cuando notó su llegada. Enderezó la espalda y, sin perder ni un segundo, alzó la voz con firmeza.
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—¡Todos de pie!— ordenó con autoridad, su voz cortando el aire.
El sonido de las sillas deslizándose y los cuerpos poniéndose firmes se escuchó en perfecta sincronía. Cada oficial y suboficial del puente dejó sus estaciones, alineándose de inmediato en posición de atención. Seii dio un paso adelante, clavando sus ojos en la figura imponente de Kobayashi mientras esta avanzaba con su andar firme y decidido, cada movimiento controlado con precisión militar.
