Morgan estaba guardando sus cosas, distraído. Los últimos dos días habían sido complicados, no solo por el trabajo, sino por lo que no lograba quitarse de la cabeza. Desde que Melissa le había mandado ese mensaje diciendo que estaba confundida y que necesitaba espacio, no había vuelto a saber nada de ella. Dos días completos sin verla, sin escuchar su voz. La situación comenzaba a pesarle, y aunque intentaba concentrarse, le costaba no pensar en lo que estaría haciendo o cómo se sentiría ella.
Sacó el móvil, y después de dudar unos segundos, escribió:
"Melissa, llevo dos días sin saber de ti. ¿Te apetece que durmamos juntos esta noche? A mí sí. Avísame."
Mandó el mensaje antes de darle más vueltas. No quería presionarla, pero tampoco podía seguir ignorando lo que sentía. Sabía que algo no iba bien, lo notaba en cada interacción que habían tenido últimamente, pero tampoco quería sacar conclusiones precipitadas sin hablar con ella primero. Además, le preocupaba que ese "tiempo" que ella necesitaba pudiera significar algo más serio.
Mientras guardaba el móvil, Reid apareció por la puerta.
—¿Listo? —preguntó Reid, ajustando su bolso en el hombro.
—Sí, ya casi —respondió Morgan, distraído.
Reid lo miró unos segundos, percibiendo que algo no estaba bien.
—¿Estás bien, Derek? —dijo, entre curioso y preocupado.
Morgan suspiró y se pasó la mano por el cuello, como si intentara aliviar la tensión.
—Le acabo de mandar un mensaje a Melissa —empezó, sin muchas ganas—. No sé qué pasa, tío. Han pasado dos días desde que hablamos... y no me da ninguna señal.
Reid, siempre racional, asintió, mostrando comprensión.
—¿Crees que ha cambiado algo entre vosotros? —preguntó con su habitual tono analítico.
Morgan se encogió de hombros mientras se ponía la chaqueta.
—No lo sé... Esa noche todo parecía estar bien, pero luego el mensaje... no sé qué pensar. —Soltó un suspiro y sacudió la cabeza—. A veces siento que la situación me supera, como si todo estuviera fuera de mi control.
Reid lo escuchó con atención, pensativo.
—Las relaciones son complicadas. Si ella está pasando por algo, puede que realmente necesite ese espacio. Pero si te preocupa tanto, lo mejor es hablarlo directamente. Las suposiciones solo empeoran las cosas.
Morgan asintió, aunque la incertidumbre no desaparecía.
—Sí, lo sé. Pero hasta que no responda... solo me queda esperar. —Mientras hablaba, sacó el móvil de nuevo, revisando si había alguna respuesta de Melissa. Nada. Volvió a guardarlo con frustración—. Y odio esperar. Me pone de los nervios.
Reid esbozó una pequeña sonrisa.
—La paciencia nunca ha sido lo tuyo, Morgan.
Morgan rió levemente, aunque seguía sintiendo esa molestia en el fondo. Salieron juntos, pero su cabeza no dejaba de girar en torno a Melissa. Había algo más, y aunque odiaba admitirlo, el no saber qué era le estaba quitando la tranquilidad. Esperaba que ella respondiera antes de que la incertidumbre terminara por volverle loco.
Melissa estaba sola, cerrando la cafetería, sus manos temblaban levemente mientras bajaba la persiana. Su mente no paraba de dar vueltas al mensaje que Morgan le había enviado. No había sido capaz de responderle, ni esa vez ni las anteriores. No podía permitir que la viera así, no con el moratón que llevaba en la mejilla, no con las heridas invisibles que su familia le había dejado marcadas.
Suspiró, rogando que Morgan no apareciera. Confiaba en que García mantendría su promesa y no diría nada, pero aún así, la ansiedad la carcomía. Su corazón latía con fuerza, casi al ritmo del chirrido de la persiana, cuando de repente escuchó una voz detrás de ella. Esa voz inconfundible.
—Melissa, tenemos que hablar.
Era Morgan. Su tono era firme, con un matiz de enfado que la atravesó como una cuchilla. Claro, tenía todo el derecho a estar molesto. Lo había ignorado por más de un día, sin explicación, sin dar señales de vida. Pero ¿cómo podría explicarle todo sin exponer la verdad? ¿Cómo hacerlo sin que él descubriera lo que su familia era realmente capaz de hacer?
Intentó seguir bajando la persiana, fingiendo no haberlo escuchado. Estaba de espaldas, rezando para que se rindiera y se fuera. Pero Morgan no era de los que se rendían fácilmente. Sintió su mano fuerte posarse en su hombro, obligándola suavemente a girarse.
—Melissa —dijo, más bajo esta vez—, mírame.
Ella, con el estómago revuelto, agachó la cabeza, incapaz de enfrentarlo. El miedo y la vergüenza la inundaban. Sabía que lo que venía no iba a ser fácil, que no podría esconderse para siempre.
Morgan, al verla de frente, sintió cómo una mezcla de preocupación y rabia lo invadía. La expresión desconcertada en su rostro se transformó en una mirada de incredulidad al notar lo que ella había estado ocultando. El moratón en su mejilla era evidente, aunque intentara taparlo con maquillaje, y sus ojos enrojecidos delataban que había estado llorando.
—¿Qué te ha pasado? —preguntó, con un tono que mezclaba sorpresa y furia contenida.
Melissa intentó apartar la mirada, pero Morgan la sostuvo firmemente, mirándola directamente a los ojos. Sus manos, que siempre habían sido cálidas y reconfortantes, ahora parecían más pesadas por la preocupación.
—Dime la verdad, Melissa. —Su voz sonó con un peso que ella no podía ignorar—. ¿Quién te hizo esto?
Ella no sabía qué decir, sus labios temblaban. Parte de ella quería contarle todo, descargar de una vez el peso que llevaba sobre los hombros. Pero la otra parte, la que había aprendido a sobrevivir a base de silencio, la obligaba a callar.
—Me caí, Derek —dijo, con una sonrisa forzada, como si aquello pudiera restarle importancia—. Fue una tontería, soy muy torpe.No es nada, de verdad.
Intentó sonar despreocupada, pero el nerviosismo en su voz era palpable, y lo sabía. Tragó saliva, intentando convencerse de que podía salirse con la suya, aunque Morgan la miraba con esa mezcla de preocupación y determinación que siempre la ponía contra las cuerdas.
—¿Te caíste? —repitió él, sin creérselo del todo—. Melissa, por favor. No me trates como si no supiera ver lo que está pasando. Esto no es por una caída.
Ella, consciente de que la situación estaba escapando de su control, buscó la manera de zafarse. Bajó la mirada, se encogió de hombros, e hizo un gesto vago hacia la calle, como si tuviera prisa por marcharse.
—Es mi autobús, Derek. No quiero perderlo —dijo rápidamente, señalando hacia donde estaba el transporte que nunca llegaba—. Nos vemos mañana, ¿vale?
Dio un paso hacia atrás, intentando escapar de la conversación. Pero Morgan, moviéndose con rapidez, la tomó del brazo antes de que pudiera huir. No de manera brusca, pero lo suficientemente firme para que entendiera que no iba a dejarla ir sin una explicación.
—No vas a irte hasta que me cuentes qué ha pasado, Melissa. —Su tono era firme, pero no enfadado. Solo estaba preocupado, y ella lo sentía en cada palabra que salía de su boca—. No me trates como a un idiota. Estoy preocupado por ti... yo te...
Melissa se quedó quieta, con la mano de Derek sobre su brazo. Su corazón latía rápido, y por un momento, pensó en contarle todo. Sabía que no podía mentirle por mucho más tiempo, pero tampoco estaba lista para enfrentar lo que ocurriría si lo hiciera.
—Por favor, Melissa... —agregó Morgan, con los ojos clavados en los de ella—. Solo quiero que estés bien.
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Mentes Criminales: La chica de la cabaña
FanficMelissa, una joven atrapada en un entorno familiar opresivo, encuentra consuelo en Derek Morgan, un agente de la BAU. Mientras su relación se profundiza, la sombra de su familia y la brutalidad del caso que investiga Morgan amenazan con destruirlo t...