Complicaciones

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Ese mismo día, en la cafetería, Melissa luchaba por mantener la calma. El zumbido de las televisiones en las paredes se mezclaba con las noticias del brutal asesinato, imágenes que describían a la mujer desaparecida como "víctima de una tragedia inimaginable". Cada palabra resonaba en su cabeza como un martillazo, recordándole lo que sabía, lo que había vivido con su propia familia.

Su padre. Él era el monstruo responsable de aquello. Aunque no lo dijeran directamente, ella lo sabía. Había escuchado suficiente en su hogar para entender cómo funcionaban las cosas en esa casa. Sentía una mezcla de culpa y desesperación. La culpa por no haber hecho nada para detenerlo y la desesperación por saber que, si se enfrentaba a su familia, las consecuencias serían terribles.

Margot, su compañera de trabajo, no ayudaba en absoluto. Se burlaba de ella, con su tono mordaz.

—¿Dónde está tu tortolito hoy? —dijo con una risa burlona, refiriéndose a Morgan.

Melissa apenas reaccionó. Su mente estaba demasiado ocupada con los pensamientos oscuros que la acosaban. Sabía que, en cualquier momento, podría derrumbarse, y no quería que Margot o cualquier otra persona fuera testigo de eso.

En ese instante, la puerta de la cafetería se abrió, y Spencer Reid apareció. Vestido con su habitual chaqueta y con ese aire distraído que siempre llevaba consigo, se acercó al mostrador. Hoy era él quien recogería el café para el equipo, una tarea que normalmente delegaba en alguien más, pero, como siempre, Reid tenía sus razones para hacerlo todo.

Mientras esperaba su orden, sus ojos captaron algo extraño en Melissa. Reid, con su mente analítica, siempre estaba al tanto de los detalles, de los pequeños gestos que otras personas ignoraban. Observó cómo sus manos temblaban ligeramente, cómo evitaba su mirada y cómo parecía más inquieta de lo normal.

—¿Estás bien? —preguntó Reid, en ese tono suave pero directo que usaba cuando intentaba que alguien bajara la guardia sin darse cuenta.

Melissa asintió, sin levantar la cabeza. Quería decir algo, quería asegurarle que todo estaba bien, pero las palabras no salían. Reid, por su parte, no presionó más, aunque hizo una rápida anotación mental. Algo no estaba bien con ella.

—Sabías que cuando las personas están bajo estrés extremo, pueden experimentar cambios en la percepción del tiempo —comentó Reid, casi casualmente—. Es un mecanismo de defensa. Lo que parece un par de segundos puede en realidad ser mucho más largo... como si el cerebro intentara darnos más tiempo para procesar lo que está ocurriendo.

Melissa lo miró de reojo, sin decir nada, pero sus pensamientos estaban muy lejos de las palabras de Reid. Apenas le prestaba atención mientras le entregaba el café y lo veía salir de la cafetería. No podía dejar de pensar en lo que sabía, en lo que estaba ocultando, y en lo que podría suceder si alguien lo descubría.

Reid salió de la cafetería, pero no dejó de pensar en ella. Algo en su comportamiento le había parecido inquietante. No podía señalar exactamente qué era, pero su instinto le decía que había más de lo que mostraba.


De vuelta en la BAU, Reid no pudo evitar hablar con Morgan. Sabía que era su amigo quien estaba más cerca de Melissa, y que tal vez podría ofrecer alguna perspectiva.

—Oye, Morgan —comenzó Reid, mientras se acercaba a él con las manos llenas de carpetas—. Fui a la cafetería y vi a Melissa.

Morgan levantó la vista, curioso, mientras seguía revisando informes.

—¿Sí? ¿Todo bien? —preguntó, con un tono de ligera preocupación.

Reid se tomó un segundo antes de responder.

Mentes Criminales: La chica de la cabañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora