Capítulo 1 "Pelar, picar, y amazar"

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Ninguna de las dos supo exactamente cómo pasó.

Tal vez fue el primer día, cuando Adria hizo su debut como juez en la competencia, haciendo gala de un despampanante vestido rojo, que había dejado boquiabiertos a más de uno de los participantes en la cocina y en la producción, pero también a una rubia, con sonrisa angelical, que sintió que el corazón quería escaparse de su pecho y a la que le costó recordar su nombre o la línea de lo siguiente que decía el guión en el programa.

O quizás sucedió el segundo día de competencia, cuando Adria, escucho la risa de Claudia en la despensa, mientras bromeaba con Juan Pablo, uno de los mejores participantes de la competencia, y por supuesto un galán de televisión en toda la regla, con el cual no habría dudado dos veces en coquetear, si tal vez no la hubiera recorrido una pequeña punzada de calosfríos, que no recordaba haber tenido antes, y no era especialmente por él.

Como esos, muchos otros momentos más de ambas, en los que Adria por ejemplo dejaba sin palabras a Claudia, por no decir que todos los días, cada vez que está colocaba un pie en el estudio de grabación, ya fuera, en un vestido azul, verde, un enterizo blanco o un conjunto de falda rosa con pantalón a rayas; a Adria todo parecía sentarle de maravilla, en su curvilínea y esbelta figura de caderas anchas y brazos de chef tonificados, que seguramente había adquirido de darle rienda suelta batiendo en la cocina y por supuesto las clases de yoga y pilates.

Adria, sin embargo, no podría importarle menos todas esas cosas; siempre se consideró una mujer práctica, a la que fuera del set de grabación no le atraía el maquillaje o el mundo de la moda o la farándula; su lugar seguro y feliz, siempre había sido la cocina, el trabajo y el mercadillo de Tijuana en el que le encantaba deambular de vez en cuando imaginando diferentes tipos de combinaciones para los platillos de sus restaurantes.

Todo lo que a Adria le había interesado, podría ir dentro de una olla, y se podría pelar, picar, amasar y emplatar; hasta que conoció a Claudia y escucho su risa, que parecía encender en ella, algo que pensó que había olvidado.

"Su sonrisa ilumina todo el set de grabación, pero está casada" fue lo que se estuvo repitiendo Adria, una y otra, y otra vez durante las primeras tres semanas de grabaciones en el set de Master Chef; pero cada vez se le hacía más difícil ignorar su resolución.

En especial cuando la rubia hacía una broma o se dirigía a ella en su mejor estilo de presentadora, o cada vez que la miraba para confirmar si todo iba bien y si Adria estaba cómoda cuando alguno de los participantes le coqueteaba, o cada vez que Claudia le pasaba el brazo alrededor del cuello o los hombros para susurrarle algún chisme o broma fútil.

Lo cierto es que la presencia de Claudia, hacía que casi las catorce horas de filmación al día, las decenas de platos que debían probar y las largas horas retocándose el maquillaje y estando de pie en tacones frente a los competidores, era lo único que la mantenían motivada para superar el cansancio y a veces el hastío, de un mal día de competencia.

SLOW BURN CHEF - Short storyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora