Paciencia.

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Nadie preparó a Cristian para sufrir tanto en la primera semana de jardín.

Convencer a Valentino de ir a clases era más complicado de lo que parecía. Si bien el nene estaba contento con su maestro y su amiguita Emilia, se resistía a que su papá lo levantara en las mañanas y lo preparara para ir a la escuela. Lo que comenzó como quejas y repetidos "no" ante Cristian, pasó a berrinches para no asistir. Pataleaba, forcejeaba para que no lo cambiara e incluso se largaba a llorar.

Trató de decirle que le compraría los juguetes que quería, que lo llevaría a pasear más seguido, que le haría milanesas con puré todos los días e incluso que lo dejaría más tiempo con la tele en la noche. Hasta le preguntó qué lo tenía tan negado y no tuvo respuesta. No existía razón alguna. Era un caso perdido, Valentino simplemente no quería ir. Cristian se sentía derrotado.

Lo único que pudo aliviarlo fue que el viernes en la noche Karen, su ex-mujer, pasara a buscar a su hijo, sintiéndose tranquilo una vez estuvo solo en la casa y pudo descansar. No había dudas de que amaba un montón a Valen, de que haría lo imposible con ver a su hijo feliz; sin embargo, los berrinches de la semana le chuparon por completo la energía.

El domingo a la noche llegó demasiado rápido para su gusto. Inevitablemente debía enfrentarse a la bestia que surgía de su nene cuando le mencionaba esa palabra con J. Cristian se mordía las uñas, paseando de un lado al otro en el living, esperando que su hijo llegara y se pusiera a hacer berrinche de nuevo.

La realidad fue otra cuando Karen llegó con el nene dormido en sus brazos. Por supuesto, Cristian aprovecharía el momento para hablar con ella y desahogarse, algo que tal vez no debería hacer con esa persona.

- No te podés dejar mandonear por el nene, Cris.- La rubia se apoyaba en el marco de la puerta, observándolo.- Vos sos el papá.

- Ya sé,- Él, sintiéndose chiquito ante su mirada, jugaba con sus manos mientras hablaba- Pero intento de todo y me frustro. Igual se larga a llorar y llegamos tarde al jardín. ¿Qué más puedo hacer?

Ella se rió, suspirando. Él no podía descifrar qué le pasaba realmente por la cabeza.

- Tenés que imponerte y demostrarle quién manda, general.- Karen movió las llaves entre sus manos, clara señal de "ya me quiero ir".- ¿O no te bancas cuidarlo?

"Ah, nada como un comentario pasivo agresivo" pensó Cristian. Se mordió el labio, aguantándose contestarle, para luego poner la mano en el picaporte, señal de "te podés ir yendo a la mierda".

- Lo hago todos los días de la semana, gorda. Por algo vive conmigo.- Le recordó con amargura, luego de unos incómodos segundos siendo juzgado por su sonrisa irónica. Cerró la puerta detrás suyo y la guió hacia su auto, apurándola en despedirse.- Bue, seguro me las ingenio como siempre lo hago.

"Ya veremos" fue lo último que escuchó de la otra parte, antes de una despedida algo despechada. No podía creer que seguían teniendo una rivalidad incluso después de un año entero. Tenía que admitir que era un boludo todavía buscando compasión en esa mujer.

Insatisfecho con la charla y con inseguridades saliendo a flote, pensó por un segundo en llamar a Giovani para pedirle un consejo. Lamentablemente, las diez de la noche de un domingo no era el horario más adecuado para llamar a otro padre de familia y molestarlo con sus propios problemas.

No quedaba de otra. Tenía que descansar y resolver su problema en la mañana.



El segundo lunes comenzó aún peor que el primero y peor que toda la semana anterior.

Buenos días, Lisandro (CUTILICHA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora