Viernes 10:00 AM
Estaba comenzando mi día con la primera clase que tenía hoy en el gimnasio. Esta materia es de las que más disfruto porque todo es práctico, y eso hace que el tiempo pase volando. Sin embargo, por más que intentaba concentrarme, mi mente no dejaba de divagar pensando en el examen de la tarde. A pesar de haberle dado una hojeada rápida a los apuntes, la verdad era que no me sentía nada preparada. Me preocupaba fallar otra vez, como ya había pasado con el examen del lunes.
Decidí dejar de pensar en eso por un rato, al menos hasta que terminara la clase, porque si no, el estrés me iba a consumir. Además, había algo más importante rondando mi cabeza, Apolo. Desde que empezamos a vernos, todo parecía ir tan bien que me costaba creerlo. Se sentía como si estuviera viviendo un sueño del que no quería despertar. Pero también me asustaba. Sabía que si esto se acababa, me iba a doler mucho, porque sin quererlo, ya me estaba encariñando. Hay algo en su forma de ser que es adictivo, esa combinación entre su personalidad relajada y su manera directa, pero sutil, de hablar. Me hacía sentir especial, como hacía mucho no me sentía, y eso era peligroso.
Hoy la profesora nos había dado una buena noticia, íbamos a salir media hora antes, así que a las once y media estaríamos libres. Apenas lo dijo, sentí una chispa de emoción. Me moría de ganas de verlo otra vez, fuera del contexto académico, solo para pasar un rato juntos, caminar, hablar o simplemente disfrutar de su compañía. Esta vez decidí armarme de valor y dar yo el primer paso. Si quería verlo, tendría que decírselo, ¿no?
Saqué el teléfono y, con los dedos temblorosos, le escribí:
"Estoy teniendo clases en el gimnasio que está a la vuelta de tu casa y salgo a las 11:30. ¿Puedo verte un rato?"
No sabía si Apolo tendría clases o estaría ocupado, pero le mandé el mensaje igual. Esperar su respuesta fue un tormento. Cada segundo que pasaba sentía como si el tiempo avanzara más lento, y mi cabeza no paraba de imaginar escenarios. ¿Me diría que no? ¿Le parecería raro que yo tomara la iniciativa? ¿Me dirá que vaya a estudiar para el examen de la tarde? Estaba nerviosa, pero ya no había marcha atrás.
El sonido de la notificación me sacó de mis pensamientos. Abrí el mensaje rápidamente y ahí estaba su respuesta.
"Paso por ti a esa hora."
No pude evitar sonreír, sentí que todo mi día mejoraba de golpe. Apolo quería verme, y eso me bastaba para estar contenta. Ahora, solo quedaba esperar a que pasaran la hora que quedaba y poder salir para encontrarme con él. La ansiedad y la ilusión se mezclaban, haciendo que mi hora de clase pasara entre una nube de pensamientos, algunos racionales y otros no tanto. Pero no importaba. Todo lo que quería era que llegara ese momento para estar con él otra vez, aunque fuera solo por un rato.
La idea de verlo me hacía olvidar, aunque fuera por un momento, los nervios del examen que me esperaba por la tarde.
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—Hola —dije al acercarme, intentando que mi voz sonara natural, aunque por dentro estaba hecha un lío.
—Hola Olivia —respondió con una sonrisa.
Ahí estaba él, esperándome en la esquina, como había prometido. Me encantaba esa sensación de saber que, sin importar lo que pasara, Apolo siempre cumplía con su palabra. Esta vez no llevaba la capucha de ayer, sino su gorro negro Puma, el que ya le había visto en algunas clases. Le quedaba perfecto. Parecía tan relajado, tan él mismo, que por un momento olvidé todas mis inseguridades. Era increíble cómo, sin hacer nada especial, lograba que todo a su alrededor se sintiera más ligero.
—Caminemos —dijo con su típica tranquilidad, metiendo las manos en los bolsillos.
Asentí con una sonrisa y me puse a su lado, ajustando el paso al suyo. Caminar con él se sentía natural, como si lleváramos mucho más tiempo compartiendo momentos así, aunque la realidad era muy distinta. Me preguntaba si él también sentía lo mismo o si solo era amable conmigo porque yo no le molestaba.
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Un sueño de mentiras
Romance¿Conectamos o todo fue una mentira? Al principio, todo parecía perfecto, como un sueño del que no quería despertar. Las risas, las miradas, y cada momento compartido se sentían mágicos. Pero con el tiempo, la ilusión comenzó a desmoronarse, reveland...