9 Viboras

24 5 0
                                    

No todo era felicidad. Con el paso de estas 2 semanas, empecé a notar una tensión creciente con algunas de las amigas de Apolo. No era difícil darse cuenta, me miraban con despreció y, aunque trataban de ser cordiales en presencia de él, su hostilidad siempre se filtraba en los gestos y comentarios sutiles. Nunca supe exactamente qué les molestaba de mí, pero la incomodidad era evidente. Tal vez sentían que les había quitado su lugar, o simplemente no les agradaba que ahora yo formara parte de la vida de Apolo. No importaba la razón, lo cierto es que su rechazo empezó a afectarme.

Intenté en no darles demasiada importancia al principio, diciéndome a mí misma que no tenía sentido preocuparme por personas que ni siquiera conocía bien. Pero sus actitudes se volvían más evidentes cada vez que coincidíamos. Por más que trataba de ignorarlo, la sensación de que no encajaba en su círculo, me carcomía por dentro. Lo peor era que Apolo parecía no darse cuenta, o al menos no mencionaba nada al respecto. En su mundo, todo seguía igual, y aunque él me trataba con el mismo cariño, yo empezaba a acumular esas inseguridades.

A pesar de estas pequeñas sombras, entre nosotros las cosas seguían funcionando bien. Disfrutábamos cada momento juntos y siempre encontrábamos la forma de vernos. Sin embargo, mis celos empezaron a colarse en nuestra dinámica. Por mucho que intentara controlarlos, se volvían cada vez más difíciles de ignorar. Me descubría preguntándome a quiénes les escribía o con quién hablaba cuando no estaba conmigo, y eso me consumía por dentro.

Sabía que sentirme así estaba mal y que debía confiar en él, pero no siempre lograba evitar los pensamientos negativos. Los celos son como una sombra silenciosa que crece sin que te des cuenta, y había momentos en los que esa sombra me atrapaba por completo. Algunas veces llegamos a discutir por ello, pero Apolo siempre manejaba la situación con calma. Nunca hubo gritos ni peleas importantes, porque él tenía esa habilidad de hablar las cosas con claridad antes de que se convirtieran en un problema mayor.

—No quiero que discutamos por esto —me dijo una vez, mirándome con esa serenidad que siempre lograba desarmarme—. Prefiero que me digas lo que sientes antes de que te lo guardes y todo se complique.

Sus palabras siempre lograban calmarme, pero yo seguía lidiando con la idea de que no era justo para él que me sintiera así. Apolo no me debía nada. No éramos novios, aunque muchos lo creyeran. Salíamos juntos, nos mostrábamos en público y pasábamos tiempo como si fuéramos pareja, pero la realidad era que no había ninguna etiqueta entre nosotros. Apenas llevábamos unas semanas conociéndonos, y aunque yo deseaba más, sabía que apresurarse no era lo correcto.

Por dentro, yo lo quería como mi novio. Sentía que estábamos bien juntos, que teníamos una conexión especial. Pero al mismo tiempo, no podía negar que todo estaba sucediendo muy rápido. Habíamos hecho tantas cosas en tan poco tiempo que apenas nos habíamos dado espacio para conocernos a fondo. Una relación es más que momentos felices y emociones intensas, es también conocer las partes difíciles del otro, los defectos que solo el tiempo saca a la luz. Y aunque estaba dispuesta a descubrir cada parte de él, también sabía que apresurar las cosas podía ser un error.

—Ojalá ser su novia en un futuro —suspiré, dejándome llevar por mis pensamientos.

En tan poco tiempo, la idea de estar en una relación con Apolo se había vuelto inevitable, no solo porque fuera un chico atractivo, sino porque me hacía sentir cómoda, escuchada, entendida y, de alguna forma, "querida".

Nunca me había dicho un "te quiero", pero sus gestos y acciones parecían expresarlo sin necesidad de palabras. Cada abrazo, cada mirada, cada pequeña atención me hacían sentir especial, como si en su forma silenciosa estuviera diciendo lo que no se animaba a verbalizar. Aun así, no podía evitar dudar.

Un sueño de mentiras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora