Al filo del verano

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El sol pegaba con ganas ese día. Ni las paredes descascaradas de la prestigiosa institución a la que soy justamente afín daban tregua al calor, y el viento, como siempre, nomás servía para levantar polvo y mierda de perro. Llegué a la escuela de volada en mi bicicleta último modelo que estaba a nada de que se le zafara la pinche llanta de enfrente, con la incomodidad de sentir la playera toda pegada a la espalda y de la mente medio apendejado porque no tenía mucho que me desperté. La semana apenas empezaba y yo ya traiga ganas de una caguama.

Entré al salón como si fuera mi casa y recibido como tal por una mueca y luego una sonrizota, por eso me cae bien el profe Wences, bien padrote siempre y cuando seas buen pedo con su billetera. Y ahí, como buenas perritas castradas y bien entrenadas, mis adversarios de toda la vida, listas para decir alguna mamada.

—¿No era mejor darte de baja de una vez?

—No es mi culpa que tu mamá me exija tanto tiempo, güey.

Ah, dulce dulce Stroll, puto naco mimado de papá. Por eso me cagan los extranjeros, nada más traen para apantallar pero bien mierdas de persona.
Me aplasté en mi respectivo pupitre con los carismáticos dibujos de Lola Bunny encima Piglet saludándome cálidamente, da esperanza.

La novedad llegó a mitad de la clase, casi sin aviso. El coordinador entró con ese aire de autoridad mamona que solo usaba cuando tenía que dar noticias importantes. El que nada debe, nada teme; por eso casi me cagué encima cuando me echó el ojo encima ¿Cuáles eran las probabilidades de que encontrara mi mochila llena de Top top's y Runners para vender? Estos hombres no saben tratar a un visionario como yo. Entonces, detrás de él apareció un güero, supongo que fue el chismoso, puto ojete.

—Muchachos, requiero de su atención, este es...—

Güero alto, flacucho y con la jeta más jetona que he visto en mi perra vida. Pelo rubio alborotado... como si fuera ilegal usar peine ¡Peínate el nido que tienes en la cabeza!

—...un estudiante y...—

Y unos ojos azul claro que, si uno se fijaba bien, no estaban mirando a nadie. Miraban a través, como si el mundo entero no fuera más que un malentendido pasajero. Finalmente creo que siente mis ojazos porque voltea a verme, y por respuesta arrugo la nariz. Se ve tan pendejo ahí parado haciéndose la mera riata ¡Deja de verme, saboteador!

—...así que no quiero problemas ¿Entendido?

¿Qué pedo?

Volteo a mi alrededor y veo que todos asienten, entonces yo también lo hago ¡No escuché! Carajo, espero que no haya sido nada importante, pero tampoco me quiero quedar sin chisme. Me inclino y le pico las costillas a Stroll con un lápiz, consiguiendo su atención y un manotazo.

We, ¿qué dijo?

—Pues que es nuevo estudiante ¿No lo escuchaste?

—Que te valga verga, la neta.

Vuelvo a acomodarme como rey en trono cuando el perfecto se fue a la verga y este con complejo de fuckboy se acomodó en una esquina toda obscura y polvosa ¿No ve que el ventilador le puede caer encima? Este encaja tan bien como una llave inglesa en una licuadora. De esos tipos que parecían estar siempre fuera de lugar, pero sin que pareciera importarles demasiado...
Al menos para ellos, porque siento el río de baba que la compañera atrás de mí seguramente está fugando de sus cavidades bucales y algún que otro infeliz aburrido planeando hacer sus típicas malas bromas.

Y sí, apenas la clase avanzó, ya empezaban las risitas ahogadas. Un par de compañeros se pasaron papelitos, otros le lanzaban preguntas estúpidas, a ver si entendía o no. «¿Cómo se dice 'burro' en tu idioma, güero?» «¿A poco allá comen tacos?» El güero no respondió, pero nada más veía cómo apretaba la mandíbula.

Conozco esa cara: la he visto muchas veces en el espejo. La jeta de alguien que ya estaba hasta la madre pero no quería darles el gusto de mostrarlo. Aunque él tiene una variante: aparte de que no está prieto —Le doy uno o dos días a esos brazos de Barbie plástica—, su mirada es más un escudo. Había algo extraño en él, como si su enojo fuera más grande que el lugar donde estaba y se extendiera más allá de unos malcogidos que lo molestaban. No diré nada, porque creo que la mayoría de nosotros los conalepos mínimo traemos un pedo en casa que cuesta contar, por algo estamos aquí... yo por baboso y apuntar a un poli, luego sacar un punto menos del solicitado.

El Wences terminó de hablar con la pared cuando la clase terminó y, sin decir nada, él salió antes que todos, con la mochila medio colgando del hombro ¿Se sabe el horario?
Aprieto los dientes cuando siento esa chispa impulsiva que siempre me mete en pedos: una mezcla de curiosidad y la sensación incómoda de que, tal vez, ese güero no era tan diferente como parecía. A veces, está padre tener alguien igual de traumadito para compartir desdichas.
Mi plan valió verga cuando lo vi caminar a las puertas de la salida y épicamente salir sin necesidad de muchas palabras con Jaimito, el honorable guardia.

Bueno, Vida, vaya manera de mandarme a chingar a mi madre.

Bueno, Vida, vaya manera de mandarme a chingar a mi madre

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No pasó mucho tiempo antes de que lo viera otra vez. Me hice pendejo la mitad de mis clases, excepto en laboratorio de cómputo, ahí sí me pongo vergas ¿A quién no le gusta Excel? Fue a final de la tarde, cuando el sol ya me había dejado como cartón mojado y tostado, que yo iba de regreso al taller de mi tío para terminar un encargo y ganarme mi feria. Infiel a su promesa, el viejito culo de algodón no pavimentó mi pueblo y me tocó aspirar pura tierra del bocho que tenía enfrente, pero esta vez había algo más: la figura del güero, parado junto a una motocicleta vieja que, al parecer, no quería encender. Estaba agachado junto al motor, con las manos manchadas de grasa y... ah, esa cara también la reconozco al instante. Esa era la mirada de alguien que estaba a nada de patear la maldita porquería.

Sin pensarlo mucho, detuve mi revolucionaria bicicleta sin llanta delantera. No es que me interesara hacerle un favor, pero no podía dejar que el güero se quedara ahí, botado en medio de la nada, en este bodrio de sitio. Además, nunca había sido de esos que dejan pasar la oportunidad de meter las manos en un motor.
Me acerco y se sobresalta un poco, y no lo culpo, porque ya muchas veces me han rateado por aquí, sin embargo, no puedo evitar encontrar adorable su reacción.

—¿Quieres ayuda o prefieres seguir peleando con eso?—Le suelto, medio en serio, medio en broma.

Él me mira como si no me entendiera o preguntara quién es este estúpido. Al principio supuse que era por alguna barrera del idioma, pero luego me dí cuenta de que este güero probablemente miraba a todo el mundo así. Finalmente, se hizo a un lado sin decir una palabra.

Me agaché junto a la moto y reviso el motor. No era gran cosa: un problema con la bujía. Cinco minutos después, la moto rugía de nuevo, aunque con un sonido tosco que me hizo pensar que necesitaría otra revisión pronto.

Me levanto orgulloso de mi chamba cuando veo que ya trae su billetera en las manos ¿Va a pagarme? Me niego, levantando una mano.

—Tranquilo, güero. No cobro la primera.—le digo con una sonrisa torcida. Bien guapo yo.

Max me miró por un segundo, como si intentara decidir si estoy siendo amable o me estoy burlando. Luego guardó la cartera y, sin agradecer ni despedirse, se subió a la moto y se fue.

—... Ay, puto mamón.

Suspiro, con una sonrisa en los labios. Las rubias, todo un enigma.

"Conalepo" || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora