Cápitulo 2, Vladislav

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El agua se desliza en círculos por el suelo de la ducha, desapareciendo por el desagüe en pequeños remolinos. Activo el modo "lluvia", y las gotas caen una a una desde el techo metálico, en un ritmo envolvente. Me apoyo contra la pared de azulejos, dejando que el agua caliente relaje cada músculo hasta que mis pensamientos se disuelven. Siento el cabello pegado a la piel, oscureciéndose a medida que se va empapando.

Cierro los ojos y me imagino bajo una cascada, donde nadie puede encontrarme. Donde nadie puede obligarme a nada.

-¿Cuánto te queda?

La voz de mi madre me arranca de mi ensimismamiento, con una voz que me araña el oído. Con un suspiro apago el agua y me envuelvo en una toalla antes de regresar al dormitorio.

Arec está sentado en mi cama, esperando. Lleva el cabello recogido en una trenza de raíz que le cae hasta el pecho, su mirada oscura, devorándome en silencio, me derrite. Él, con su ropa negra y esa barba de varios días, tan fuerte y familiar. Mi moreno, alto y dulce.

-Cierra la puerta.

Mientras me seco, puedo sentir su mirada recorriéndome con un hambre evidente, como si fuera una presa y él un cazador esperando su oportunidad. Su pecho sube y baja en un ritmo que solo yo le provoco. Me acerco, retándolo, y me siento a horcajadas sobre él.

-¿Te pasa algo? -pregunto con descaro, acercándome aún más- Porque si quieres, luego...

-Ahora. -responde, sin dudar. No es una súplica, es una orden.

Sus manos fuertes me sujetan de la cintura y, en un movimiento, me atrapa debajo de él, con su peso y su calor envolviéndome. Cada toque es como una descarga eléctrica que recorre la piel. Acaricio su rostro y, justo cuando nuestros labios están a punto de encontrarse, susurro:

-Tenemos que irnos, luego...

-Luego... -susurra contra mi cuello, su aliento caliente enviándome escalofríos- Luego voy a disfrutarte.

Su caricia baja por mi cuello, trazando el camino que me enseña por donde va a empezar luego. Lo necesito, lo necesito ahora. Pero nos están esperando.

El camino en coche se hace eterno. Mis padres en el asiento trasero observan cada uno de mis movimientos con la misma mirada juzgadora de siempre. Al menos, ir en el coche de Arec me permite sentarme delante y elegir la música.

-¿No te hiciste el reconocimiento médico hace poco, Arec? -pregunta mi madre , con esa misma tensión incómoda.

-Sí, Águeda. -responde él, esforzándose por sonar amable- Pero cambié de empresa y esta hace sus propios reconocimientos.

Mantiene la calma, y agradezco su paciencia.

Llegamos al parking de la clínica y mis padres van directamente al bar de al lado. Una vez dentro del ascensor, Arec me abraza, sujetándome con fuerza.

-Tranquila. -me susurra, acariciándome el pelo- Solo es una comida y luego nos vamos.

Le sonrío agradecida.

En la sala de espera, el ambiente frío y los muebles blancos me dan dolor de cabeza. Me dejo caer en una silla junto a la ventana. Fuera, el sol resplandece, y cierro los ojos unos instantes, dejándome llevar por las canciones de Sylvania y Saurom en los auriculares.

Un escalofrío me atraviesa sin previo aviso. Abro los ojos y noto a un hombre sentado al otro lado de la sala. No es de por aquí, eso seguro.
Tiene el cabello rubio oscuro, como cenizo, y unos ojos verdes penetrantes. Su piel, ligeramente bronceada, indica que pasa más tiempo bajo el sol que en sitios como este. Es... más grande que Arec, más corpulento. Su presencia llena el espacio de una forma que no puedo explicar.

Me esfuerzo por apartar la mirada justo cuando él se gira.

-Disculpa -tiene la voz  grave y algo áspera- ¿Podrías ayudarme con la máquina?

Me acerco, mi mente nublada por su intesidad, preguntándome cómo alguien puede no saber usar una máquina expendedora.

-Solo tienes que seleccionar el número y meter el dinero.

Está demasiado cerca; puedo sentir su alienteo en mi cuello, y algo en él grita peligro, pero hay algo... algo que no encaja entre él y... todo.

-Gracias, niña. -dice, su acentro marcado me sorprende- Hace tiempo que no estaba en un lugar tan.. mordernizado.

Sus palabras son como una pregunta sin respuesta, y noto su altura sobre mí, la manera en que llena cada espacio a su alrededor.

-Soy Vladislav. -hace una pausa, esperando que me presente- ¿Eres siempre tan precavida, o solo tímida?

-Amor.

La voz de Arec corta el aire, y la tensión se apodera de la sala. Él se acerca, su mirada fija en Vladislav como un depredador que no piensa ceder terreno. Mi corazón late con fuerza mientras el slencio entre ellos se llena de advertencias que ninguno necesita expresar.

-Vamos, mis padres nos están esperando. -digo tirando del brazo de Arec.

Justo cuando estamos a punto de irnos, escucho la voz de Vladislav como una caricia detrás de mí.

-Ha sido un placer, Daeria. -dice pronunciando mi nombre lamiendo cada sílaba.

¿Cómo sabe mi nombre?


Luna de DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora