Capítulo 1, Pesadilla

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Estoy soñando. No sé qué edad tengo, no sé qué hora es. Las paredes del cuarto apenas denotan su color lila, y el móvil que cuelga de mi cama brilla con la luz de la luna llena. Me tropiezo con los barrotes de la cama; debo estar en una cuna. Mi cuna está justo debajo de la ventana. Los bloques vecinos parecen enormes, incluso estando en la otra acera de la plaza.

Consigo ponerme en pie con ayuda de los barrotes y mirar por la ventana. Incluso en la oscuridad de la noche, una sombra destaca en el cielo negro. Creo que es un pájaro grande, muy grande. Cada vez se acerca más. Tiene la piel firme y refleja la luz... deben ser escamas...

La luz atraviesa la ventana y acaricia mi mejilla, despertándome del sueño. Es uno que tengo habitualmente.

En la mesa, las páginas están repletas de notas y apuntes que después de horas dejan de tener sentido. Decido que necesito un descanso y una ducha, sobre todo la ducha.

Abro el armario de madera y me decanto por unos pantalones negros y un chaleco blanco de espalda abierta que deja entrever el tatuaje del dragón. Dejo la ropa en la cama y me dirijo hacia el baño cuando escucho unas voces murmurando desde el salón.

-¿Dónde anda la chica? -reconozco esa voz, la reconocería en cualquier sitio.

Es mi padre, Álvaro.

Me acerco cautelosa, procurando no hacer más ruido del necesario mientras cruzo el pasillo y llego al salón. Detrás de la mesa de café está el sofá con dos figuras que conozco muy bien: Álvaro y Águeda. Arec esboza una sonrisa a modo de saludo. Mi Arec, mi pareja.

Me adelanto a abrazar a mi padre después de semanas sin verlo. Al separarme, lo observo: se ha cortado el pelo y afeitado. Las canas invaden su cabello oscuro, y siempre me burlo de él llamándolo viejo.

-¿Cómo estás? ¿Cómo te van los exámenes finales, Dae?

Siempre acorta mi nombre de Daeria a Dae. Siempre que vuelve de un viaje pregunta por nosotras antes de hablar de él.

-Bien. Ya terminé los exámenes finales. Ahora estoy preparando una subida de nota de última hora para Coordinación de emergencias en catástrofes.

-Tu madre estará contenta. -Se gira hacia Arec-. ¿Quieres café?

-Sí, café con leche...

-Muy cargado, lo sé.

Mientras camino a la cocina, recuerdo por qué está allí. Acordé en acompañarlo al reconocimiento médico. Aún no sé cómo tengo tanta suerte de que alguien como Arec se enamorara de mí. Es el hombre más cariñoso, honesto y trabajador que conozco. Se merece el mejor café con canela que pueda hacer.

Después de preparar todo, lo llevo a la mesa de café. Sirvo las tazas y por fin me siento. La mesa de madera del comedor hace juego con la librería que comparto con mi padre.

-Bueno, -empiezo la conversación- ¿cómo te ha ido en el trabajo estas semanas?

Mi padre, Álvaro, es auditor de una empresa de aviones, así que es habitual que tenga viajes de trabajo.

-Pues, -da el primer sorbo al café, interrumpiendo mis pensamientos-, nada del otro mundo. Papeles, oficina... lo de siempre.

-Me alegro de que hayas vuelto. Dae no paraba de decirme que quería estar con todos en su graduación.

-Cuantos más, mejor, ¿no?

-Sí, desde luego -dice mi señora madre, tomando un sorbo de su taza. Sus ojos azules son fríos como el hielo y me producen el mismo escalofrío.

Mientras tomamos el café, nos ponemos al día. Como siempre, mi madre acaba opacando la conversación hablando de su escuela de arte.

-El dueño de la galería me ha comentado que podría seguir vendiendo algunos cuadros el mes que viene...

-Oye, os recuerdo que son las doce y este hombre tiene que ir al médico en un rato. -Casi se me había olvidado estudiando-. ¿Os parece que me duche rápido, vamos a lo de él y luego comemos en algún sitio?

Mi propuesta parece ser bienvenida, así que me encamino al baño para darme una merecida ducha. Los azulejos de color arena dan un toque cálido a la habitación. Mientras me desvisto, me encuentro con mi imagen en el espejo. El pelo castaño hace juego con mis ojos, y los tatuajes contrastan sobre la piel blanca. En los brazos, las plantas minimalistas se enroscan sutilmente. En la espalda está el dragón, y luego el del cuello.

Luna de DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora