¿Que demonios estoy haciendo?
Maddie estaba sentada en el asiento del conductor, atrapada en un conflicto interno sobre si debía salir del coche o no. La lluvia golpeaba el parabrisas, y el sonido repetitivo del agua la ayudaba a desviar su atención del remordimiento que lentamente se apoderaba de ella.
¿Realmente estaba dispuesta a traicionar a su amigo de esa manera?
Esa tarde, Maddie tenía previsto regresar a casa de Carl para finalmente terminar el trabajo en conjunto que ambos habían comenzado para la universidad. Sin embargo, ese plan se truncó cuando Carl la llamó temprano, explicándole que se ausentaría unos días, ya que saldría de la ciudad.
La curiosidad natural de Maddie no le permitió quedarse con la simple excusa de que "no terminarían el trabajo porque Carl estaría fuera". Ella necesitaba saber por qué se iba. Así que preguntó. Carl le explicó que se debía al cumpleaños de la madre de Lori, su abuela. Al principio, solo Judith iba a acompañarla, pero Lori le pidió a Carl que la ayudara, ya que cuidar de su hermana pequeña, de apenas dos años, no era tarea fácil.
En cuanto a Rick, aparentemente no había podido acompañarlos porque, según él, no podía dejar el trabajo. Aunque, en opinión de Carl, esa era solo una excusa. Antes de colgar, Carl murmuró en tono de broma que seguramente su padre necesitaba un respiro de las constantes discusiones con Lori.
Desde el momento en que Maddie supo que Rick estaba solo en casa, su mente no dejó de repetirse una y otra vez esa idea. Era como si tuviera un pase libre.
Al final, decidió que no haría nada. Carl era su amigo, no podía defraudarlo de tal manera. Y quería convencerse a ella misma de que no era una zorra que se metía con hombres casados, por más ganas que tenía, quería mostrarse a ella misma que tenía autocontrol.
Pero, mierda, no lo tenía.
Para mantenerse distraída, invitó a su amiga Isabella; quien sabía que estaba pasando un mal rato luego de su ruptura, a tomar unos tragos en su departamento esa tarde, y así lo hicieron, se distrajeron mutuamente. Sin embargo, las cosas se complicaron cuando Isabella comenzó a beber sin control. Terminó vomitando primero en el suelo y luego en el baño, para finalmente desmayarse en la cama de Maddie.
Y ahora, mientras Isabella dormía profundamente en su cama, Maddie se encontraba dentro de su coche, estacionada frente a la casa de Rick.
¿Dónde está tu autocontrol, maldita zorra?
Apoyó la cabeza contra el volante.
Estaba tan jodidamente mareada que ni siquiera creía que había llegado hasta allí sin tener un accidente.
Pensó en su amigo Carl, en el hecho de que él estaba casado y en su pequeña hija. Quiso convencerse de que no debía hacerlo, de que la respuesta debía ser un rotundo "no". Sin embargo, la batalla interna era demasiado intensa. Su mente volvía una y otra vez a Rick: vestido con su uniforme, sus brazos fuertes, sus hombros anchos, su voz profunda, y esa mirada que parecía atravesarla.
Maldita sea.
¿Por qué tenía que ser tan jodidamente atractivo?
¿Por qué tenía que tener tanto efecto en mi?
Maddie podía jurar que ya estaba completamente húmeda allí debajo, luego de solo pensar en él.
A la mierda todo, voy a salir.
Las suelas de sus zapatos resonaron en el pavimento mientras corría hasta el alero de la entrada, habiéndose empapado un poco con la lluvia. Su blusa blanca se había vuelto algo transparente, y sus shorts de jeans ahora estaban oscurecidos por las gotas que habían caído sobre ellos.
Maddie tocó el timbre de la casa.
Mierda, mierda, mierda.
No había pensado bien antes de actuar. ¿Qué demonios iba a decir? ¿"Hola, Sr. Grimes, solo vine porque quiero tener sexo contigo"?. Las gotas de lluvia caían pesadamente a su alrededor, y su respiración se volvía más rápida a medida que pasaban los segundos. Sabía que ya no había marcha atrás. De alguna forma, Rick iba a abrir esa puerta.
Respira. Todo estará bien, solo finge que esto es casual.
Pero su mente estaba en caos, llena de imágenes que solo avivaban el deseo y la culpa en partes iguales.
La puerta se abrió y ahí estaba él. Rick Grimes, vestido con una camiseta gris y unos jeans que colgaban de sus caderas con la misma naturalidad que el aire que respiraba. Parecía cansado, y su expresión se suavizó al verla, como si su guardia hubiera caído por un segundo.
Y al tan solo verlo, la culpa ya no estaba ahí, toda era puro deseo.
—¿Maddie? —su voz tenía ese tono grave, casi incrédulo, era tan excitante—. ¿Qué haces aquí?
Maddie tragó saliva, sintiendo cómo su cuerpo entero temblaba de nervios y adrenalina. No tenía una respuesta clara, ni una razón que pudiera sonar lógica. No después de haber conducido hasta allí bajo la lluvia, con la blusa mojada pegada a su piel. Todo en su presencia gritaba que estaba ahí por algo más que una simple charla.
Observó a Rick durante unos segundos, su mirada en ella, Maddie solo quería saltar a besarlo.
—Yo... estaba por aquí, y... —su mente buscaba excusas desesperadas.
¿Qué pasó con eso de que fingir casualidad? Tonta.
El silencio entre ambos era pesado, roto solo por el sonido de la lluvia golpeando el suelo. Rick frunció ligeramente el ceño.
—¿Puedo pasar?
Él dio un paso hacia un lado, abriendo la puerta un poco más.
—Por su puesto, adelante.
Maddie cruzó el umbral, el calor de la casa envolviéndola al instante. Mientras caminaba hacia el interior, pudo sentir la intensidad de la mirada de Rick, como si tratara de descifrar sus verdaderas intenciones. Se quitó los zapatos, y él la condujo a la sala, donde una botella de whisky medio vacía reposaba sobre la mesa de centro.
—¿Se encuentra todo bien? —preguntó él. —¿Necesitas que te ayude con algo?
Carajo, Grimes, no preguntes eso ahora.
Maddie era un manojo de nervios. Siempre había sido atrevida en sus pensamientos sobre él, siempre había sido muy atrevida, incluso con otros hombres; y el alcohol solía desinhibirla aún más. Pero con Rick, todo era diferente. Su presencia la hacía sentir pequeña, como si su audacia se desvaneciera ante el peso de su mirada.
—Todo está bien, Sr. Grimes. No se preocupe.
El silencio volvió a invadir el lugar, pesado y denso, como si el aire se hubiera vuelto palpable. Se suponía que Maddie debía explicar por qué estaba allí, pero apenas podía mantener el equilibrio, los nervios mezclado con el alcohol la traicionaban.
Con pasos titubeantes, se acercó al sofá, justo enfrente de la botella de whiskey que Rick había estado bebiendo antes de abrirle la puerta. El líquido dorado parecía brillar a la luz tenue de la habitación, y su mente, nublada por la mezcla de emoción y ansiedad, no podía evitar pensar en cómo un sorbo de aquel brebaje podría ayudarla a desinhibirse.
—¿Sabes que Carl no está, verdad? No sé si te lo ha dicho —interrumpió él el silencio, su voz resonando en la habitación como un eco que hacía vibrar cada nervio de Maddie—. No volverá hasta la semana que viene.
—Lo sé. No es a él a quien vine a ver.
Él levantó la mirada, expectante, pero mantuvo la calma, aunque sus ojos azules parecían más oscuros bajo la luz tenue.
—Sr. Grimes... —comenzó, sintiendo cómo su voz temblaba—. Hay algo que debo decirte.
•••
Nos vemos en el próximo capítulo, donde la tormenta no será solo afuera...
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Forbidden | Rick Grimes +18
FanfictionMaddie nunca imaginó que una simple visita a la casa de su amigo Carl cambiaría su vida. Desde el primer momento en que vio a Rick Grimes, el padre de Carl, algo en ella despertó: una fascinación inquietante, casi incontrolable. Rick, un hombre madu...