-12-

1K 101 63
                                    

La puerta se abrió con un estruendo, y Franco, seguido de Checo y Patricio, entró en la habitación. La escena que encontraron fue tensa y caótica. Max y Lando estaban a pocos metros de distancia, con el rostro marcado por el enojo y los puños apretados, listos para lanzarse nuevamente. Ambos estaban sudados, respirando con dificultad, y sus miradas desafiantes hablaban de la rabia que aún no había desaparecido.

Lando tenía una herida en el labio, sangre goteando levemente, mientras que Max, con el ceño fruncido y las mejillas enrojecidas, parecía estar conteniendo las ganas de golpearlo de nuevo. Al ver a Franco, Checo y Patricio entrar, ambos se detuvieron en seco, pero la tensión aún se sentía en el aire.

Checo fue el primero en hablar, su tono firme pero cargado de preocupación. Se colocó entre Max y Lando, tratando de interponerse para que la situación no se intensificara más.

-¡Esto tiene que parar ya! -exclamó Checo, mirando a Max con severidad-. ¿Qué crees que estás haciendo, Max? ¡Pelear no va a solucionar nada!

Max no le quitaba la vista de encima a Lando, su respiración agitada mientras luchaba por mantener el control. Aunque el instinto protector hacia Franco lo empujaba a seguir, la presencia de Checo lo hizo vacilar.

-¡Él lo merece! -respondió Max, su voz llena de ira contenida-. No voy a dejar que trate así a Franco.

Lando, con el labio sangrante, miró a Franco, pero esta vez no con la misma hostilidad. En su mirada se mezclaban la rabia y la culpa.

-Ese no es tu lugar, Max -dijo Lando, su tono frío, pero menos desafiante-. Esto es entre Franco y yo.

Franco, sintiendo que la situación se le escapaba de las manos, dio un paso adelante, su voz quebrada pero firme.

-¡Basta, Lando! ¡Max! -gritó, alzando las manos en un intento de calmar la situación-. No quiero que esto termine mal... no así.

Patricio, que hasta entonces había permanecido en silencio, se colocó junto a checo, mirando a Max con preocupación. Aunque era joven, podía ver el daño que estaba causando este enfrentamiento.

-Papá -dijo Pato en voz baja, casi suplicante-, por favor, no hagas esto. Sabes que esto no va a arreglar nada.

Max apretó la mandíbula, pero el suave tono de su hijo y la mirada de Checo lo hicieron detenerse. Aunque su furia aún latía con fuerza, sabía que no podía seguir con esta pelea frente a ellos.

Franco, por su parte, miró a Lando, sintiendo una mezcla de emociones. Quería enfrentarlo, quería explicaciones, pero no a este costo. Dio un paso hacia él, su voz temblorosa.

-Lando... -empezó, su mirada suplicante-. No quiero que sigamos así. Necesitamos hablar, pero esto no es la forma.

Lando apretó los labios, limpiando la sangre de su herida sin apartar la mirada de Franco. Había un fuego en sus ojos que no se apagaba, una furia contenida que apenas lograba dominar. Aunque la pelea no había llegado a mayores, el daño emocional seguía latente.

-¿Hablar? -Lando soltó una risa amarga, con una mezcla de incredulidad y rabia en su voz-. Franco, no puedes ser tan ingenuo. ¿Hablar después de lo que hiciste? ¡Eres un novato y casi me sacas de la pista por completo!

El corazón de Franco se encogió al escuchar aquellas palabras. Sabía que el toque en pista no había sido grave, pero el impacto emocional en Lando era más profundo. Franco había logrado continuar la carrera sin mayores problemas, y Lando también, pero el hecho de que él, un rookie, hubiera estado tan cerca de provocar un incidente con un piloto más experimentado lo atormentaba.

-Lando, no fue mi intención. Fue un error de cálculo -intentó explicar Franco, su tono sincero, casi suplicante-. Yo estaba peleando mi espacio. Tú lo sabes mejor que nadie, son cosas que pasan en las carreras.

𝐌𝐈𝐍𝐄  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora