-13-

1.1K 101 10
                                    


La noche había caído en el hotel donde los pilotos se hospedaban. La agitación del día había dejado a todos exhaustos. Franco y Pato ya estaban dormidos en sus respectivas habitaciones, tratando de procesar lo ocurrido. El silencio envolvía los pasillos del hotel, pero en una de las suites, Max y Checo aún seguían despiertos.

Recostados en la cama, abrazados bajo las sábanas, ambos se refugiaban en la cercanía del otro. Max no había dicho mucho después del enfrentamiento, pero su cuerpo seguía algo tenso. Checo podía sentirlo, y sabía que las palabras que habían intercambiado con Lando y Franco seguían dando vueltas en la mente de Max.

El brillo suave de las luces del hotel apenas iluminaba la habitación. Checo, aún con los ojos abiertos, observaba el rostro de Max, notando cómo su mandíbula estaba apretada, una señal de que seguía dándole vueltas al asunto. Decidió romper el silencio con la suavidad que solo él podía ofrecer.

—Max, ¿por qué reaccionaste tan protector con Franco? —preguntó Checo en voz baja, mientras acariciaba el brazo de Max con delicadeza. Sabía que Franco significaba mucho para él, pero la intensidad con la que había defendido al joven piloto lo había sorprendido.

Max permaneció en silencio por un momento, su mirada fija en el techo. Sus pensamientos viajaban a su propia juventud, a los días en los que él mismo había estado bajo presión constante, con su padre empujándolo a ser siempre el mejor, a no aceptar errores, y mucho menos fracasos.

—Me recuerda a mí cuando era más joven —dijo Max finalmente, su voz baja pero cargada de emociones contenidas—. Cuando yo cometía un error, mi papá reaccionaba como Lando lo hizo hoy. Era duro, sin concesiones. Nunca me dejaba pasar ni una, y siempre sentía que tenía que demostrar algo. Veo esa misma mirada en Franco, la de alguien que solo quiere hacerlo bien, pero que está cargando con mucho más de lo que debería.

Checo lo escuchaba atentamente, apretando suavemente su mano sobre la de Max, alentándolo a continuar.

—No quiero que Franco pase por lo mismo —admitió Max, girando la cabeza para mirar a Checo a los ojos—. No quiero que se sienta solo o que crea que cada error es el fin del mundo, como me sentía yo. Por eso salté cuando Lando le habló así. Sé que Lando tiene sus razones, pero… no pude evitarlo. Es como si estuviera viendo una versión más joven de mí, y me niego a dejar que él pase por lo que yo pasé.

Checo sonrió con ternura, entendiendo perfectamente lo que Max sentía. Conocía esa historia, sabía cuán difícil había sido el camino de Max en sus primeros años. Ahora, al ver a Franco en una situación similar, el instinto protector de Max había salido a flote de una manera intensa.

—Te entiendo —dijo Checo en voz baja, acercándose un poco más a Max—. Quieres que Franco tenga lo que tú no tuviste: apoyo. Que sepa que no está solo, sin importar los errores. Y eso es algo increíble de tu parte, Max.

Max suspiró, sintiendo una pequeña descarga de tensión en su cuerpo, como si finalmente hubiera expresado lo que tanto lo atormentaba. Checo lo abrazó con más fuerza, transmitiéndole su apoyo.

—Franco lo sabe, Max —susurró Checo—. Sabe que puede contar contigo, y eso es lo más importante. No es fácil ser el novato en este mundo, pero con nosotros a su lado, va a salir adelante.

Max asintió, aunque una pequeña parte de él seguía preocupada por lo que pasaría entre Franco y Lando. Pero en ese momento, junto a Checo, permitió que la tensión se disipara, al menos por esa noche. Sabía que el camino no sería fácil, pero también sabía que no estaba solo en enfrentarlo, ni él, ni Franco.

Max respiró hondo y cerró los ojos, sintiendo la calidez de Checo a su lado. El suave susurro de la respiración de su compañero le ayudaba a calmarse, aunque los pensamientos sobre Franco y la pelea con Lando aún seguían rondando en su mente.

𝐌𝐈𝐍𝐄  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora