26 | Cabaña en la playa

4 0 0
                                    

La propuesta de Ulrich seguía rondando en mi mente, como una pequeña chispa que no dejaba de arder en medio de mis pensamientos. La sola idea de escaparnos un rato, de estar él y yo, solos, me ponía nerviosa de una manera que no había anticipado. No era miedo, exactamente, pero algo en su cercanía me intimidaba, no de una forma desagradable, sino más bien como si algo profundo y desconocido estuviera a punto de revelarse ante mí, y no sabía si estaba preparada para enfrentarlo.

Mis sentimientos hacia Ulrich estaban comenzando a surgir, lentamente, como un río que empieza a abrirse paso entre las piedras, fluyendo con más fuerza cada día. Al principio, no quería admitirlo, ni a mí misma ni a él, porque no podía aceptar que alguien como yo, tan rota y cargada de incertidumbre, pudiera sentir algo tan intenso por alguien tan inalcanzable como él. Algo en mí se estaba moviendo hacia él, algo que me atraía de una manera inevitable, pero que al mismo tiempo me hacía sentir terriblemente vulnerable.

El simple hecho de imaginarme a solas con Ulrich hacía que mi pecho se apretara con nerviosismo. A lo largo de todo lo que habíamos vivido, nuestras interacciones siempre habían estado rodeadas por el peso de nuestras responsabilidades, de la manada, de la profecía, de la oscuridad que aún amenazaba con consumirnos a ambos. Pero la idea de estar los dos, sin ninguna de esas distracciones, me intimidaba. No sabía cómo actuar, qué decir, ni cómo controlar lo que comenzaba a nacer dentro de mí cuando estaba a su lado.

Aún así, algo en mí sabía que lo necesitaba. Necesitaba ese respiro, esa oportunidad de desconectar de todo lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor. La oscuridad dentro de mí seguía latente, como una sombra que nunca desaparecía por completo, y aunque intentaba ignorarla, sabía que no podía hacerla desaparecer por mucho tiempo. Esa oscuridad se había convertido en una parte de mí, una parte que no entendía del todo, pero que sentía amenazante en los momentos en que bajaba la guardia.

Me asustaba la posibilidad de que esa oscuridad pudiera consumir lo poco de luz que aún quedaba en mí. Pero estar con Ulrich, aunque solo fuera por un rato, me daba una sensación de alivio que no podía encontrar en ningún otro lugar. Era como si, por un momento, pudiera olvidar la profecía, las amenazas, las venas oscuras que a veces recorrían mis brazos. Estar con él, aunque me intimidara, también me hacía sentir segura, protegida.

Sin embargo, esa protección era una espada de doble filo. Me sentía segura con él, sí, pero también me hacía sentir más expuesta, más vulnerable a mis propios sentimientos. Ulrich tenía una manera de ver a través de mí, de atravesar las barreras que había levantado para protegerme del mundo. Me daba miedo pensar en lo que podría suceder si dejaba caer esas barreras por completo, si le permitía ver todo lo que estaba sucediendo dentro de mí, todo lo que no era capaz de controlar.

No quería parecer débil, pero la verdad era que ya no podía enfrentar esta oscuridad sola. Lo sabía, lo había sabido desde el momento en que esas marcas volvieron a aparecer en mis brazos. Y aunque odiaba admitirlo, había una parte de mí que se aferraba a Ulrich, que lo necesitaba más de lo que quería reconocer. Tal vez por eso su propuesta de escaparnos juntos resonaba tanto en mí, porque era una forma de tomar un respiro, de encontrar un momento de paz en medio de todo este caos.

Aun así, no podía evitar sentirme ansiosa. ¿Cómo sería estar a solas con él, sin la manada, sin las tensiones habituales que nos rodeaban? Sabía que lo que sentía por él era más profundo de lo que quería admitir, pero estar en esa intimidad, lejos de todo lo que nos había mantenido ocupados, me hacía sentir vulnerable de una manera diferente. No era solo el miedo a lo que la oscuridad dentro de mí pudiera hacerme; era el miedo a lo que podría suceder entre nosotros.

Ulrich me atraía de una forma que no podía explicar, como si nuestras almas estuvieran inevitablemente entrelazadas. Había algo en él que me llamaba, algo que me hacía querer estar más cerca, aunque esa cercanía también me aterrara. Me preguntaba si él sentía lo mismo, si su propuesta de escaparnos era solo una forma de despejar su mente o si también buscaba algo más, algo que no se atrevía a decir en voz alta.

ULRICH Donde viven las historias. Descúbrelo ahora