CAPITULO 36

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Alice no se consideraba  del todo inocente pero debía confesar que por una fracción de segundo se sintió como la típica quinceañera incapaz controlar el rubor de sus mejillas cada vez que un apuesto joven le dirigía una sutil mirada.

Se sentía tan patética por caer de nuevo ante el atractivo de un hombre.

—¿Qué ha sido todo eso? — cuestionó apartando la mano del hechicero con brusquedad para enseguida levantarse sola.

—Un casi beso, supongo. — comentó desinteresado sacudiendo el polvo de su hombro.

Alice se sonrojó nuevamente y apartando la mirada se aclaró la garganta. «No de nuevo jovencita, ya estamos bastantes mayorcitas», se reprendió.

—No digas tonterías — dijo con fingido desagrado. — Eso jamás pasaría ni en un millón de años.

Él la escrutó con la mirada.

Parecía herido.

Quizá se lo había imaginado.

—Debo confesar que por un momento dude de mi buen juicio y pensé en besarte. — confesó indiferente. Si, seguramente había imaginado el gesto anterior. — Pero ahora que veo tu rostro a la luz de la luna, he de estar de acuerdo contigo de que es algo que no pasara a menos que enloquezca.

Algo se removió dentro del pecho de Alice, pero decidió ignorarlo.

¿Decepción, tal vez?

—Me alegra que por fin estemos de acuerdo en algo. — dijo ocultando su decepción sujetando los bordes bajos de su vestido. — Pero yo me refería a por qué hemos salido de aquella manera y por qué nos hemos escondido.

Enzo soltó un ligero suspiro antes de responder.

—Aquel  pueblo tenía una fuerte resistencia a la magia — respondió mirando el cielo estrellado — Mi magia estaba dejando de tener efecto, por lo cual ellos serian capaz de ver nuestra verdadera apariencia. Así que nos traje hasta aquí mediante… llamémosle “armario volador”

Alice se sintió extraña.

Hubiera sido un verdadero problema que todos supieran quienes son, en especial para la princesa Adeline. Alicia no podía seguir poniendo en riesgo la integridad de la verdadera princesa.

—Date prisa. — instó Enzo.— Estoy exhausto.

Ella camino detrás de él pasando por debajo de un arco de piedra para poder ingresar al hostal. Era de un tamaño moderado, más pequeño que mediano, con un suelo totalmente de madera que crujió cuando pusieron un pie dentro.

La recepción era iluminada por un enorme candelabro repleto de velas que colgaba en el centro del lugar y que rechinaba al balancearse  ligeramente de izquierda a derecha. Corriendo el riesgo de caerse en cualquier momento.

Alice se alejó lo más que pudo.

— Buena noche encantadora… — la joven recepcionista los recorrió con la mirada intentando descifrar de que se trataba.

Por un momento Alice pensó que la joven sabia de quien se trataba en realidad. Enzo la tranquilizo con la mirada, dejándole saber que seguían siendo por el momento un joven apuesto con una mujer mayor.

—Solo somos un par de enamorados — dijo Enzo ensanchando su falsa sonrisa. — No hay porque alarmarse.

Alice supuso que hacía esto con demasiada frecuencia debido a la naturalidad con la que lo manejaba.

¡Era un degenerado!

—¡Son una encantadora pareja! — exageró el entusiasmos intentando ocultar su sorpresa. — Corren con suerte el día de hoy. Justo tenemos disponible la habitación del amor… — se agachó para sacar algo de debajo del escritorio. Un folleto — Denle un vistazo.

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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