❝Está siempre en mi mente pero en la de ella piensa que estoy con otra❞
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lunes. 6:30 de la mañana y ya me encontraba en mi oficina acomodando mi escritorio para comenzar a trabajar, y desayunar mientras lo hacía
anoche Emi me había pedido cuidar a Santi en lo que entrenaba, por lo cual le prepare unos muffins con chocolate para alimentarlo. La verdad los hijos de Emiliano y Madinha eran hermosos, no solo fisicamente si no que eran nenes bien educados y bien portados
me extrañé ante la nula visita de Lautaro, ni siquiera me habia contestado después del sábado y no entendía por qué. Al principio pensé que habia sido porque pasamos todo el día juntos y quería un poco de espacio pero del sábado al lunes habían varios días
no quise hacerme la cabeza, menos antes de comenzar mi horario laboral, por lo que pospuse mis pensamientos hasta el horario de salida
— hola tía —saludó un Santi algo adormecido
— hola amor, tanto tiempo —lo saludé con un beso— ¿Querés dormir un rato más en el sillón? Te veo cansadito
el nene asintió y caminó arrastrando sus pies hasta llegar al gran sillón, acomodándose para dormir y tapándose con mi campera
la oficina no tardo en volver a sumirse en un silencio tranquilizante, pero que solo lograba que volviese a pensar en él. Revisé nuevamente mi celular en busca de alguna noticia de su parte, aunque sea un buen día. Pero no había nada, absolutamente nada
¿por qué? ¿qué pasó?
mordí mi labio inferior nerviosa y volví mi vista a la gran pantalla frente a mi, dispuesta a comenzar porque, aunque me cueste concentrarme, tenía que completar mis obligaciones. Cuando llegase a casa tendria tiempo de llorar o de ponerme triste comiendo helado y viendo alguna serie
las horas pasaban (sin un mensaje), a la vez que charlaba con mi sobrino de corazón y le extendía los muffins que le prepare con tanto amor, incluso en el camino pare a comprarle una chocolatada. No tenía hijos, no los iba a tener hasta algún tiempo, pero podía malcriar a los hijos de mi mejor amigo
— tia, ¿no tenes novio todavía? —preguntó. Santi era muy curioso y, a veces, introvertido
— no, sigo siendo tia soltera. Mejor para ustedes, así les compro muchos regalos —toqué la punta de su nariz con mi dedo indice sacandole una sonrisa
— dijo papá que te habías conseguido un pibe, seguro me cago a mentiras —se quejó
— conocí a un chico, si. Pero somos amigos —me encogí de hombros
la puerta de mi oficina se abrió dejandome ver a Lionel Scaloni con un par de hojas en su mano. Al ver al pequeño se sorprendió, claro que no esperaba encontrarlo conmigo allí