Me desperté esta mañana, aturdida, helada de frío.
Anoche, después de hablar con Gabi, dejé la terraza abierta a pesar del frío porque necesitaba aire. Sentí que me quedaba sin él si la cerraba, comenzaba a hiperventilar y no podía controlar mis nervios. Pensé que no podría dormir, pero tuve que caer rendida después de las tres.
Mi última esperanza, la poca que tenía en Giovanni, de que fuese todo un error y de verdad tuviese una explicación, desapareció. No podía creerlo, él sabía quién era el asesino, tal vez era cómplice. Sin embargo, ¿cuál era mi posición en todo esto? Yo había sido testigo del acontecimiento, y no había hablado con las autoridades en ningún momento. Al principio quise hacerlo, pero me fie de Giovanni. Y al llegar a Rímini tuve miedo y decidí dejarlo de lado. Tal vez, si hubiese hablado yo misma del asunto a la policía no hubiera sido demasiado tarde, o, quizás a los asesinos no les habría dado tiempo a huir.
¿Era demasiado tarde? ¿Qué pasaba si iba a comisaría y contaba todo? No tenía ninguna prueba, ni de lo que pasó ni de Giovanni. Nada. Seguía pensando qué hacer, no tenía claro si denunciar a Giovanni, porque entonces sería yo también cómplice porque habían pasado unas semanas desde lo que sucedió.
No sabía qué hacer.
Traté de ponerme en contacto con Ura, indecisa de si debía continuar en Rímini, no me veía capaz de seguir en ese trabajo, tanto por Vincent como por Giovanni. Pensé que no me lo iba a coger, generándome más preocupación de la que tenía, pero, afortunadamente atendió la llamada.
Pero, no fue cómo esperaba.
—¡Ura! He estado intentando localizarte, ¿te volvió a fallar el móvil? —le pregunté, más calmada.
—Te llamo después, estoy ocupada.
Contestó escuetamente y colgó, sin darme alguna otra explicación.
Desde que había llegado a Rímini estábamos más distantes. Tal vez eran paranoias mías, pero no me gustaba por dónde iba esto. Ella nunca había sido cariñosa y al principio me afectó, sobre todo porque no podía asimilar la muerte de mis padres y era solo una adolescente, pero con el tiempo entendí que era su personalidad. Al menos, cuidaba de mí, como ella podía.
Cuando fallecieron mis padres, los servicios sociales pensaron en darme en adopción, ya que no tenía ningún tutor legal. Esa idea me aterró porque yo no quería irme a ningún sitio, quería seguir en mi casa, la que tanto esfuerzo les supuso a mis padres, y recordé que tenía una familiar con la que mis padres sí hablaban. Era Ura, la hermana mayor de mi padre. Hablé con ella y accedió a venir para cuidarme.
Las primeras semanas fueron extrañas ya que no la conocía, pero si mis padres habían mantenido el contacto con ella era por algo. Cuidó de mí y yo tuve que esforzarme mucho, ya que ella no conocía el idioma. Después, encontró el trabajo en un restaurante y desde entonces levaba en él fregando platos y ocupándose de la limpieza. Hizo también alguna amistad y poco a poco comenzó a aprender italiano. Me ayudaba con la deuda y me escuchaba. No podría decir que era como una segunda madre, pero la quería y básicamente era lo único que tenía.
No quise darle importancia, ya que dijo que me llamaría después.
Desayuné, me duché y fui al trabajo.
Solo pude pensar en Giovanni en el trayecto, en cómo iba a enfrentarlo. ¿Qué iba a decirle? ¿Cómo podía plantarle cara? ¿Cómo podía hacerle confesar? Acaso, ¿fue un error no dejar que se explicase? O, ¿solo iba a continuar manipulándome? No lo sabía, y no sabía si estaba preparada para hacerlo. Tal vez, lo mejor era irme de aquí y volver a la monotonía tranquila de Verona, en mi casa y con mi familia. Había sido un error venir aquí.
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El secreto de Rímini. ©
RomanceLas ciudades contienen mucha historia, y sobre todo una como Rímini. Meena, nuestra protagonista, quiere huir de su pasado y dejar todo atrás, arriesgándose a aceptar propuestas que cambiaran drásticamente su vida. Ese hecho unirá su destino con un...