𝐇 | ❛ Está perfecto sí preferís jugar a dos puntas, pero yo me bajo de eso. A mí no me busques nunca más. ❜
en donde dos jovenes se enamoran tras verse en una larga fila de artistas que buscaban el mismo objetivo, quedar en Hangar Soho
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SEIS Y MEDIA DE LA MAÑANA, comenzó el día de Adhara. Con una semejante pereza abrió sus marrones ojos, refregándolos con suma delicadeza. Algo que detestaba Hada era levantarse temprano para ir a la escuela.
Adhara sintió el frío del suelo al apoyar sus pies descalzos en el mismo, dando un pequeño bostezo para luego de dicha acción tomar impulso con sus manos y levantarse.
━ Buen día, mi bella hadita ━La puerta color blanca se abre, dejandose ver una bella mujer. Tamara, la madre de Adhara. ━ Te hice el desayuno, no te olvides de llevartelo.
━ ¿Puedo faltar? Dale, por favor, mamita. ━ Suplicó la morocha.
━ No, Adhara. Ya hablamos de esto, estás en el anteúltimo año y no quiero que te pierdas ni un momento de lo que resta de secundaria.
Adhara suspiró, no le quedaba otra que ir. Por ende, comenzó su rutina de todos los días. Tomó su uniforme básico, una pollera tableada gris, su respectiva chomba blanca y su sweater color azúl. Acto seguido se dirigió al baño que, al prender aquella luz tan blanca, sus ojos se cerraron por un momento al sentir esa molestía. Lavó sus blanquecinos dientes y su rostro adormecido.
Acto seguido, sus manos se ocuparon tras sostener la plancha de cabello y un cepillo. Detestaba tener su morocho cabello desarreglado. Podría tardarse más de veinte minutos con tal de tenerlo a la perfección.
Y sí, tardó tanto en mantenerlo tarde que estaba retrasada para ir a la escuela.
Bajó las escaleras con demasiada rapidez, acariciando la baranda que contiene la misma. Allí se encontraba Francisco, su padre.
━ Creo que sí. Creo que si me rapara toda la cabeza sería muchisimo más facil llegar temprano a la escuela. ━ Adhara agarró con su mano derecha el tuper rosa pastel que le dejó su madre. Dentro del mismo habían unas frutillas y bananas cortadas.
Ahora su espalda cargaba con el peso de su mochila negra llena de pins decorativos que le daban vida a la misma.
Los Ferreiro apresuraron su paso hacía el coche blanco que se encontraba en el garaje. Ambos abrieron las puertas del automovil, cerrandolas con delicadeza. Adhara pasó el cinturon negro por su torso, enganchandoló para que no se suelte.
