22/ RIP, Adler.

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Veintidós.

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Los sollozos de las personas me molestaban, aunque no lloraban a todo lo alto como normalmente sucede en cualquier entierro, porque se veía maleducado.

Sí, esto era una mierda con todas sus letras.

Agradezco la capacidad de poder llorar sin sentir nada. También el maquillaje, que me hacía ver algo demacrada por la muerte de mi supuesto esposo.

Aunque admito que parezco una amiga lejana soltando unas cuantas lágrimas por su amigo, ya que la que parece la verdadera esposa es Piper, quien llora como si hubiera perdido toda su vida.

Si yo era dramática, ella lo era mil veces más.

El ataúd estaba rodeado de miles de flores blancas, una decoración elegante y costosa. Aunque todo esto fuera una farsa, la imagen de los Malcolm no podía quedar por los suelos jamás.

Podía jurar que casi todo el mundo aquí sabía que esto era una mentira, pero aun así, los llantos y lamentos estaban de más, y, para ser más exacta, muchos aprovechaban para hacer negocios o lucir su riqueza.

Pura mierda de ricos.

Había varias personas que con su simple lenguaje corporal dejaba claro que no les interesaba esto en absoluto. Como su secretaria, que solo estaba parada, y por el leve movimiento de sus piernas, me indicaba que estaba aburrida de todo esto. O el padre de Adler, que solo intentaba calmar a Piper por su llanto.

Esto es solo un teatro montado por el propio Adler, lo cual no es de sorprender, ya que también percibo que el FBI está monitoreando todo.

¿Qué habrá hecho Adler para que ese cadáver tenga su mismo ADN? La curiosidad me pica. Todo esto es tan emocionante.

—Hija —los ojos de Diphany, mi madre, me miran con lástima, porque intuyo que nadie sabe lo que sé sobre Adler, es decir, lo sé todo y ellos creen que soy una pobre ingenua—. Lamento mucho todo lo que estás pasando en este momento. Debes de estar sumamente desconsolada.

A veces me daban ganas de creerle sus palabras, pero es imposible cuando sé que la persona que más odia soy yo.

—Así es —agradezco que las mallas negras del sombrero tapen la pequeña mueca de fastidio que hice al hablarle—. Aún siento que todo esto no es real.

Lo piensa varias veces antes de abrazarme un breve segundo y despegarse al instante. Me sonríe para animarme y luego se va a otro lado, como si ya hubiera cumplido su labor.

Suspiro, tratando de aguantar los deseos de irme de este infierno.

Así pasan más de dos horas. Personas tras personas dándome su pésame por la pérdida de mi esposo.

No solo aquí había melancolía, sino en casi todo el mundo. Adler era más que famoso por sus vinos, también por su porte, su belleza y su elegancia en todo momento.

Nunca me interesó investigar su vida, pero ahora que ya no está a los ojos de otras personas, me doy cuenta de que en realidad tiene a un mundo entero llorando por él. Puedo decir con certeza que él no era amable con nadie y mucho menos carismático, al igual que yo.

Nosotros siempre nos manteníamos a imagen y en la sombra, pero lo poco que exponíamos, la gente lo celebraba.

Cuando mi padre se colocó frente a mí, ni siquiera lo miré o me interesó hacerlo.

—Debes de estar desconsolada por todo esto —habla como si fuera un honor tenerlo enfrente—. Y sé que nuestra relación no está en su mejor momento, pero al final tú eres mi hija y yo soy tu padre.

LAS NOCHES DE ORIÓN {+18}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora