4.

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Max llegó a casa después de un largo día en el hospital, exhalando profundamente al cerrar la puerta detrás de él. El peso de las cirugías, los cuerpos fríos, y las luces brillantes de la morgue le habían dejado exhausto. Se quitó la bata médica y dejó caer su maletín al suelo mientras entraba en la sala de estar. Sergio estaba sentado en el sofá, con un libro en las manos, pero al escuchar la puerta, levantó la vista y sonrió.

—Bienvenido a casa —dijo Sergio con dulzura, dejando el libro a un lado.

Max le devolvió una sonrisa, aunque cansada, y se acercó a él. Se dejó caer en el sofá junto a Sergio, apoyando la cabeza en su hombro.

—Hoy fue un día terrible —murmuró Max, cerrando los ojos—. No te imaginas lo agotado que estoy.

Sergio levantó una mano y comenzó a acariciar suavemente el cabello de Max.

—Lo siento mucho, amor. ¿Qué pasó?

Max suspiró. Había tenido una cirugía complicada, y la cantidad de papeleo le había superado, pero lo último que quería era hablar de ello. En lugar de eso, se concentró en el presente, en el consuelo que sentía con Sergio a su lado.

—Solo fue un día largo. Pero ahora que estoy aquí contigo, todo está bien —dijo Max, levantando la cabeza para mirar a Sergio a los ojos.

Sergio le sonrió con calidez y le dio un suave beso en la frente.

—Estoy aquí para ti. ¿Quieres que prepare algo de cenar? Tal vez algo ligero, ya que estás tan cansado.

Max se permitió sonreír un poco más. Sergio siempre sabía cómo cuidarlo, cómo estar presente en los momentos en que más lo necesitaba. Era exactamente lo que Max había querido, alguien que lo entendiera sin necesidad de explicaciones largas.

—Eso sería genial, gracias —dijo Max, pero antes de que Sergio pudiera levantarse, lo agarró de la mano—. Pero antes… solo quédate aquí un minuto más conmigo. Te he echado de menos.

Sergio se dejó caer nuevamente en el sofá y se acomodó al lado de Max, quien envolvió su brazo alrededor de los hombros de Sergio, acercándolo más.

—Yo también te he echado de menos —respondió Sergio suavemente—. Me gusta cuando estás en casa. Siento que todo es más... completo.

Max lo miró por un momento, observando esos ojos que siempre parecían llenos de confianza y devoción. Era tan perfecto, todo lo que había querido, pero a veces se preguntaba si Sergio realmente sentía lo que decía o si solo era otra respuesta programada, una consecuencia de la vida que Max había creado para ambos.

—A veces me pregunto qué sería de mí sin ti —dijo Max, su voz más baja, casi insegura—. No sé cómo pude vivir sin ti antes de esto.

Sergio se rió suavemente, como si la idea fuera ridícula.

—No tienes que preocuparte por eso. Estoy aquí contigo, siempre. Te amo, Max.

Esas palabras, aunque eran lo que Max siempre había deseado escuchar, dejaron un eco hueco en su pecho. Le sonrió a Sergio y respondió en voz baja:

El humano perfecto [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora