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Max se quedó observando el cuerpo, sus manos temblaban ligeramente mientras su mente trataba de asimilar lo que acababa de lograr. El latido era débil, pero real. Se inclinó sobre su creación, observando cómo su pecho subía y bajaba con una respiración vacilante.

El siguiente paso sería crucial. Sabía que la resurrección no era el final del proceso, sino el principio. Tendría que monitorear cada función vital, asegurarse de que los órganos se mantuvieran en funcionamiento, y lo más importante, esperar que el cerebro, tras estar tanto tiempo inactivo, pudiera reactivarse.

Max había leído sobre la reanimación cerebral. Algunos experimentos indicaban que la memoria, la personalidad e incluso el lenguaje podrían estar deteriorados, o en el peor de los casos, desaparecidos por completo. ¿Quién sería esta persona al despertar? ¿Tendría recuerdos? ¿Sabría quién era? ¿O simplemente sería una página en blanco?

Tomó un estetoscopio y lo colocó sobre el pecho del cuerpo, escuchando el latido. Era débil pero constante, una señal de que la chispa de vida estaba ahí.

—Sergio... —murmuró, casi sin darse cuenta.

¿Lo despertaría con ese nombre? Max se detuvo un momento a pensar. Si bien su creación estaba basada en el cuerpo de Sergio Pérez, este nuevo ser sería una mezcla de diferentes personas. ¿Tenía derecho a darle la identidad de alguien más? ¿O debería elegir un nuevo nombre para él, algo que simbolizara el nuevo comienzo?

Mientras sus pensamientos divagaban, el cuerpo empezó a moverse ligeramente, un pequeño espasmo recorrió las manos de la figura inmóvil.

Max contuvo la respiración. ¿Estaba despertando?

La tensión en el aire era palpable.

Los ojos de Sergio se abrieron lentamente, su mirada desorientada recorriendo la habitación fría y clínica. Parpadeó varias veces, tratando de enfocar, pero todo se sentía ajeno, como si estuviera viendo el mundo por primera vez. Max, que había estado observando cada movimiento con expectación, dio un paso hacia adelante, tratando de ocultar la mezcla de ansiedad y euforia que sentía.

—Hey, tranquilo —dijo Max con una voz suave, casi susurrante—. Estás a salvo.

Sergio frunció el ceño, sus labios se movieron pero no emitió sonido alguno al principio. Se llevó una mano a la cabeza, como si tratara de recordar algo, pero solo encontró un vacío abrumador. Nada. No había memorias, no había imágenes, solo un inmenso vacío en su mente.

—¿Dónde…? —murmuró finalmente, su voz áspera, débil. Sus ojos se encontraron con los de Max, buscando desesperadamente respuestas.

Max se inclinó hacia él, forzando una expresión de calma y ternura. Este era el momento en el que su plan tomaba forma. La mentira que estaba a punto de contar lo llenó de una extraña mezcla de culpa y satisfacción.

—Tuviste un accidente, Sergio. Un accidente muy fuerte —dijo, su voz llena de preocupación fingida—. Estuviste en coma por semanas, y... perdiste la memoria. No recuerdo exactamente cuándo te empezaste a despertar. Pero lo importante es que ahora estás aquí. Estoy aquí para ti.

Sergio intentó procesar lo que le estaban diciendo, pero las palabras se sentían como piezas de un rompecabezas que no encajaban. Se llevó la mano al pecho, sintiendo los latidos débiles de su corazón.

—¿Accidente...? —repitió, confuso, antes de mirar a Max con una mezcla de miedo y desconcierto—. ¿Quién eres tú?

Max sonrió con una ternura estudiada, aunque por dentro su corazón latía con fuerza. Este era el momento en que todo se haría real.

El humano perfecto [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora