CAPITULO 9

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Lo llevaron a ver a Jay a primera hora de la mañana, después de una larga entrevista con dos sirvientes patrenses en la que sacó a relucir todo cuanto sabía sobre el trato de esclavos. Aunque no tenía ni idea de cómo responder algunas de las preguntas que le hicieron. Con otras, se sintió más cómodo: ¿Estaban entrenados en los protocolos patrenses? ¿Y a qué invitados tendrían que entretener? Sí, conocían la lengua y el protocolo patrenses, así como los vaskianos, aunque tal vez no hablaban los dialectos provincianos. Y claro que sabían lo esencial sobre Akielos e Isthima. «No de Vere», dijo. Nadie había creído jamás que se firmaría una alianza o que habría un intercambio.

Los aposentos de Jay eran similares a los de Jimin, aunque menores. El príncipe patrense salió del dormitorio con aspecto de haber descansado bien y vestido únicamente con pantalones y una bata por encima. La pieza caía directamente hasta el suelo a ambos lados de su cuerpo y revelaba un pecho bien definido.

Por el arco, Kook vio una confusión de miembros lechosos y una cabeza rubia encima de la cama. Solo por un instante, recordó cómo Jay había cortejado a Jimin en el balcón, aunque el cabello era un poco más oscuro y rizado.

—Está durmiendo —dijo.

Habló en voz baja para no molestar a Sunoo. Condujo a Kook en dirección a una mesa donde ambos se sentaron. Las ropas del príncipe cayeron formando pliegues de seda pesada.

—Todavía no hemos… —añadió Jay, y se hizo el silencio.

Kook se había acostumbrado tanto a las explícitas conversaciones verecianas que esperó en silencio a que Jay dijera lo que quería decir. Tardó un momento en darse cuenta de que aquel silencio decía todo lo que era necesario para un patrense.

Continuó:

—Está muy dispuesto, pero sospecho que ha habido malos tratos, no solo las marcas. Te he mandado llamar aquí porque quiero preguntarte cuál es el alcance de todo esto. Me preocupa que, sin querer… —Se hizo el silencio de nuevo. Los ojos de Jay adquirieron una expresión oscura—. Creo que me ayudaría saberlo.

«Estamos en Vere, y no hay una manera patrense de describir las cosas que suceden aquí con delicadeza», pensó Kook.

—Lo estaban entrenando como esclavo personal para el príncipe de Akielos —dijo Kook—. Probablemente era virgen antes de llegar a Vere. Ya no.

—Entiendo.

—No sé cuál es el alcance de estas prácticas.

—No hace falta que digas más. Es lo que pensaba —contestó Jay—. Bueno, agradezco tu franqueza, y tu trabajo esta mañana. Entiendo que es costumbre dar un regalo a las mascotas después de que presten un servicio. —Jay le dió una mirada atenta—. No pareces del tipo al que le gustan las joyas.

Kook respondió con una ligera sonrisa:

—No, gracias.

—¿Hay algo más que pueda ofrecerte?

Kook reflexionó. Había algo que él quería, mucho. Aunque pedirlo era peligroso. El grano de madera de la mesa era oscuro, y solo el borde estaba tallado; el resto de la superficie era lisa y simple.

THE CAPTIVE PRINCEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora