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Beomgyu

Me odia.

Nadie que me haya gustado lo suficiente como para perseguirlo me ha odiado así. Estoy bastante seguro de que, en realidad, nadie me ha odiado jamás. Nunca. En toda mi maldita vida.

Aunque ya no puedo decir eso. Mi récord perfecto de caerle bien literalmente a todos los que he conocido ahora está empañado por culpa de este chico. Yeonjun.

Excepto, está bien, tal vez no era tan perfecto para empezar. Estoy bastante seguro de que al menos mi ex me detesta bastante. Y el puto Hyunjin Martin no debe haberse preocupado mucho por mí sí estaba dispuesto a robarse mi posición de titular y follarse a mi novia. Y sinceramente, la mayor parte del tiempo, tampoco creo que le caiga muy bien a mi padre.

Pero aun así. Jun me odia. Esa podría ser una de las razones, que lo llame Jun. Aparentemente odia los apodos.

Aparentemente odia la mayoría de las cosas, así que no debería dejar que su obvio desdén por mí me moleste tanto, pero Dios.

Quiero gustarle. Quiero que deje de mirarme como si hubiera golpeado a un cachorro o algo así.

Quiero tocarlo, quiero que me toque. Debería haber más contacto en todo este asunto. Si tuvieran un buzón de sugerencias, se lo diría. Empezaría una petición para el resto de sus clientes, porque estoy seguro de que conseguiría a chicos y chicas ansiosos por firmar esa mierda, sin duda.

Sus manos tatuadas—rosas negras y grises en cada una, con un montón de tatuajes aleatorios más pequeños en cada dedo—se verían tan bien sobre mí. En cualquier lugar. En mi cuello. Mis brazos o piernas. Mi polla.

Ugh. Se verían tan jodidamente bien en mi polla.

Simplemente lo sé.

—¿Escuchaste algo de lo que acabo de decir?

Parpadeo tontamente, arrastro mi mirada de sus manos hacia arriba hasta encontrarme con su mirada irritada y azul hielo. Tengo que obligarme a no mirar fijamente su cuello mientras mis ojos recorren también sus tatuajes. Más rosas.

Tiene un montón de rosas en el cuerpo, todas ellas dibujadas y colocadas con maestría. Obras de arte esparcidas por todo su cuerpo. Musculoso, pero no demasiado corpulento. Se vería como una obra de arte incluso sin toda la tinta.

No es de extrañar que de repente estoy diez tipos diferentes de confundido.

Me hizo una pregunta.

—Uh.

Sus gruesas cejas se fruncen mientras exhala un suspiro silencioso. Está molesto.

—Lo que sea —Sacude suavemente la cabeza, ya dirigiéndose hacia la puerta—. Te veré en un par de días, Beomgyu.

Beomgyu. Dijo mi nombre. Nunca antes había dicho mi nombre. Lo he tenido por años. Beomgyu. No es nada especial. Un nombre bastante común. Lo he oído cientos, miles de veces a lo largo de mi vida, pero nunca había sonado así. Todo el mundo me llama así, pero por alguna razón, la forma en que suena cuando se desliza de su lengua, aderezado con esa voz profunda y ahumada suya... joder.

Ni siquiera se me ocurre moverme hasta que la puerta de cristal se cierra detrás de él. Las habitaciones de los entrenadores no son para nada privadas. Hay ventanas a lo largo de toda la pared desde las que se pueden ver cada centímetro del gimnasio público anexo. No sé por qué me molesta. Ni siquiera creo que pudiera soportar estar a solas con él, la verdad.

Aunque eso no me impide querer estar a solas con él. Es como obligarme a ver películas de miedo, persiguiendo un pequeño subidón de adrenalina que apenas puedo tolerar. Eso es más o menos lo que me imagino que sería estar en una habitación con él, sin ventanas.

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Born To Be a Bottom (Yeongyu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora