Capítulo №8

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Taien me llevó de la mano hacia los rosedales de la mansión, donde casi no había luz, me apoyó contra la pared de la pérgola donde las plantas crecían, y siguió besándome como si no hubiera un mañana. Estaba flotando en una nube, mis manos temblaban y no sabía muy bien que hacer, pero aun así, le seguía el ritmo del beso y copiaba todo lo que él hacía. Tenía un sabor delicioso, era tan suave y extraño el movimiento de su lengua junto a la mía pero me gustaba mucho. Nos abrazamos y acariciamos, y no podía creer lo cerca que lo tenía, había fantaseado tantas noches con esto, desde el primer momento en que lo ví en aquel laboratorio Anion en donde me habían exámenes, supe qué nunca iba a ser un hermano para mí.

—¿Hay alguien ahí? —preguntó un guardia acercándose y Taien me cubrió la boca con su mano.

—Sí —contestó y salió a verlo—, estoy aquí con mi hermana que se siente mal, estaba mareada y necesitaba aire fresco.

—Está bien, Capitán —dijo y se alejó.

Quedé perpleja viéndolo ahí, nerviosa y estática, no sabiendo qué hacer o decir, él estaba con las manos en la cintura en forma de jarra, viéndome y respirando con dificultad.

—Debemos volver —dijo y sólo asentí.

En la vuelta al gran salón, entrelacé el brazo con el suyo con normalidad pero no hablamos nada. No sé si era algo bueno o malo, pero sentía que el corazón se me iba a salir de la garganta de tanto que latía.

—La pintura —recordé y Taien la buscó a prisa, con los zapatos y el césped iba a tardar mucho.

Cuando la trajo y me la entregó quedé fascinada viéndola, nos veíamos muy bien juntos, aunque también me generaba mucho rechazo verla, y era porque a pesar de tener color de cabello y ojos diferentes, nuestros rostros se parecían mucho, y yo detestaba la idea de tener lazos sanguíneos con Taien.

Tomé asiento en la mesa y bebí un vino ácido que sabía bastante bien, Nehiam me miraba extrañado y yo esperaba que no se notara lo que acababa de pasar. Taien en ningún momento me miró, ni aunque yo mantuviera la mirada en él. Intenté distraerme viendo la pista de baile, la orquesta tocaba una pieza mejor que otra, y comenzaba a relajarme gracias al vino ácido.

—¿Quieres bailar otra vez? —consultó mi amigo Nehiam, y asentí sonriendo.

En esa oportunidad solo disfruté del baile y de la música, no me fijé si las personas me veían, tampoco en la distancia que Taien podía poner de un momento a otro, solo me dejé llevar por la belleza de la noche. Nunca en mi corta y pobre vida había siquiera pensado en vivir algo así, ni en mis sueños más lindos y fantasiosos había visualizado todo lo que pasaba, sabía que no pertenecía a este lugar ni lo iba a hacer nunca, pero estaba agradecida.

Con Nehiam tomamos una copa de vino ácido y nos quedamos descansando en el costado de la pista, viendo a otras personas bailar y riéndonos de cualquier chiste que se nos ocurriera. Comencé a oír murmullos más altos que la música a un costado, y veía gente apartarse para darle el paso a alguien con dos escoltas, se veía importante, con un traje militar blanco, muchas insignias y medallas, cuando sus ojos se cruzaron con los míos suspiré fuerte ya que me había olvidado de respirar.

Era muy alto y esbelto, no más de 25 años, de piel dorada, cabello negro, con cejas y pestañas bien pobladas. Sus ojos azules zafiros eran electrizantes, tenía una sonrisa de lado con hoyuelos y revoleaba los ojos de una manera muy hipnótica. Él se paró frente a mí, y se inclinó apenas a modo de saludo. Era la primera vez que tenía la atención de un Real de casa noble. 

—¿Helena? —preguntó, su voz era ronca y áspera, muy varonil pero agradable.

—La misma —contesté—, no creo que pueda confundirse, soy la única con ojos naranja aquí —señalé el lugar y él esbozó una sonrisa por mi comentario sarcástico.

ANION #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora