Capítulo 17: Lo que no podemos ver.

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Marinette estaba teniendo un sueño muy bonito. Había pájaros de colores, un par de murciélagos gigantes y muchos animalitos a su alrededor. Y había un chico de rubio cabello dorado que se reía mientras le hablaba y otro chico con ojos verdes. Unos ojos tan verdes, tan brillantes, tan llamativos, que Marinette pensó que podía quedarse mirándolos para siempre.

Marinette pensó que ese tono de verde podría ser ahora su nuevo color favorito.

Ahora, si tan solo pudiera ver con claridad el rostro del chico.

"¡Marinette!" Ella se giró para mirar a su padre, todo lo demás desapareciendo a su alrededor como si hubiera sido una simple niebla y siendo remplazado por un paisaje oscuro.

Ella miró nerviosamente a su alrededor, notando que estaba en lo que parecía ser una cueva, a juzgar por los bordes rocosos y el aroma del lugar. Sus pasos resonaron en el lugar mientras avanzaba, ¿Por qué estaba tan oscuro?

"¡Marinette!" Su padre volvió a llamarla, sonaba preocupado, casi aterrorizado y ella no comprendió por qué.

Marinette continuó avanzando, teniendo cuidado de no caer al vacío que se presentaba a un costado de ella. "¿Papá?" Lo llamó en voz alta. "¿En dónde estás?"

Hubo un sonido. Pasos apresurados y firmes comenzaron a escucharse cerca.

¿Por qué estaba tan oscuro?

Marinette continuó avanzando hasta que pudo encontrar una superficie plana y segura en la cual pararse, inhalando hondo y concentrándose para poder usar sus dones de la creación. Una débil luz roja salió de ella, rodeándola y luego subiendo hasta el techo del lugar, iluminándose con un resplandor cegador hasta que se atenuó. Su brillo iluminando todo el lugar, haciéndole notar esas pequeñas cosas que no había notado antes.

Estaba en una biblioteca. Una biblioteca dentro de una cueva.

Ella se movió con cuidado, observando con curiosidad a su alrededor. ¿Por qué había un horno y una mesón para cocinar en una biblioteca? ¡Que extraño!

"¡Marinette!" Su padre la volvió a llamar. "Cariño, ¡háblame!"

"Papá, ¿Dónde estamos?" Ella preguntó, sabiendo que él estaba cerca. "¿Por qué hay un horno en la biblioteca? ¿Por qué la biblioteca está en una cueva?"

Un ruido se escuchó en algún lugar. Marinette se tensó, lista para defenderse, pero no necesitó hacerlo. Un enorme murciélago había volado desde su escondite en el techo y se había parado cerca, observándola silencioso. En realidad, no parecía un murciélago como tal, sino que parecía solo una mancha negra con dos ojos de un color tan azul (¡que extraño fue eso en un murciélago!) que le recordaba al color del cielo. Él la observaba, no parecía querer dañarla, sino que solo estaba ahí, mirando y vigilando. Protegiendo.

Marinette no trató de acercarse, no quería que él murciélago se fuera. Así que se quedó allí, curioseando a su alrededor.

Unos pasos se escucharon cerca. Un gato negro entró por una puerta que Marinette no había visto antes y ella pudo distinguir vagamente a un insecto rojo volando cerca.

La puerta se abrió de golpe y entonces lo vio: Su papá.

"¡Papá!" Ella sonrió con alegría, corriendo hacía él. Los brazos del hombre la rodearon con fuerza mientras se agachaba para estar a su altura. "¿Papá?"

"¿Estás bien?" Él hombre le preguntó, su voz cargada de preocupación. "¿No estás herida? ¿No te duele en ningún lugar, pastelito?"

Marinette estaba confundida, especialmente porque su padre nunca antes la había abrazado de esa manera, como si hubiera estado aterrorizado de perderla, como si algo hubiera sucedido.

"Estoy bien, papá." Ella le aseguró. Sus ojos azules brillando, alejándose un poco para observar al hombre que tenía los ojos rojos e hinchados, luciendo como si hubiera estado llorando. "¿Estás bien, papá? ¿Estabas llorando?"

"Estoy bien." Él hombre le respondió. "Solo me asusté porque no podía encontrarte."

"Oh, eso es malo." Marinette murmuró. "Oye, papá, ¿te conté que mamá y yo ahora estamos en Gotham?"

"¿Sí?" Los ojos de su padre brillaron como si supiera algo que ella no. Los ojos de su padre, de un azul que se mezclaba con un tono de verde, brillaron llenos de culpa.

"Sip." Marinette le respondió, mientras tomaba una de las manos de su padre y tiraba de él suavemente para llevarlo hasta esa enorme alfombra llena de almohadones de aspecto cómodo en el suelo. "Estamos quedándonos con él señor Wayne, es el dueño de la pasantía en la que estoy. Es un hombre muy alto, ¿sabes? ¡Casi tanto como tú! ¡Tal vez incluso más!"

Marinette se sentó en el suelo junto a su padre, apoyándose en él y disfrutando de su cercanía, de su calidez.

"Y tiene muchos hijos, pero solo conozco a algunos." Marinette continuó hablando. "Adrien también se está quedando allí porque quería acompañarme. Y también conocí a alguien que es interesante."

"¿Alguien interesante?" Él hombre le preguntó, su mano acariciando sus cabellos suavemente, pareciendo necesitar el contacto físico con ella para estar tranquilo. La niña se acurrucó contra él, inclinándose hacía su toque.

Marinette asintió. "No sé su nombre real, pero es un... es un justiciero." Una sonrisa se dibujó en los labios de la niña, mientras recordaba al justiciero de casco rojo y chaqueta de cuero desgastada. "Aunque para mí se siente más como un héroe."

Las palabras de Marinette estaban cargadas de afecto y admiración, llenas de una dulzura que solo ella podía expresar hacía una persona a la que quería. Una admiración que hizo que el corazón del hombre se apretara dolorosamente, pero también se hinchara con un orgullo que no sabía que podía sentir.

"Se llama Red Hood."

Su padre pareció sorprenderse. "¿Crees que él es un héroe?"

Marinette asintió. "Sé que fue un señor del crimen y que ha hecho cosas cuestionables, pero no ha sido más que amable conmigo siempre. ¡Él es una buena persona! No entiendo porque piensan que es peligroso, ¡no lo es!"

"¿Qué hay de las personas que asesinó?"

Marinette se encogió de hombros. "No es el único que ha matado a alguien."

Ella también lo había hecho. Ella mató a Gabriel Agreste. Hawk Moth. Él papá de Adrien. Pero ella y Adrien, lamentablemente, eran los únicos que sabían que cometió esa atrocidad. Marinette todavía no sabía como es que Adrien podía seguir mirándola a los ojos. No lo entendía. Pero cada vez que veía los ojos cariñosos del chico sobre ella, sabía que él todavía la amaba, incluso si ella no entendía por qué.

Su padre la miró con sorpresa, hubo una mirada de horror y realización en sus ojos, pero aun así no parecía estarla juzgando. En su lugar, parecía más bien triste. Preocupado por ella.

"¿Quién-"

"De todos modos, papá," Marinette lo interrumpió. "creo que le haré una chaqueta a Red Hood. ¿Crees que le guste si se la doy?"

Su padre tragó saliva, asintiendo débilmente. "Le gustara." Aseguró.

Marinette abrió la boca para decir algo, pero entonces notó una cosa. Ella no podía distinguir claramente el rostro de su papá. Podía ver sus ojos y escuchar su voz, y ella sabía que ese hombre era su padre, pero no podía ver correctamente su rostro.

¿Por qué?

¿Por qué no podía verlo?

"Papá..." Ella lo llamó, vacilante. "No puedo-"

Pero Marinette no pudo terminar su frase.

Ella despertó. 

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⏰ Última actualización: Oct 22 ⏰

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Inefable: El renacimiento de una heroínaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora